Cormac McCarthy - En la frontera

Здесь есть возможность читать онлайн «Cormac McCarthy - En la frontera» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

En la frontera: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «En la frontera»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Historia de dos adolescentes, Billy y Boyd, de origen campesino, que en medio de un paisaje hostil y huraño irán descubriendo las duras reglas del mundo de los adultos al tiempo que encuentran en la naturaleza el sentido heroico de sus vidas.
Segundo volumen de la llamada «Trilogía de la frontera», En la frontera nos remite a un tiempo inmediatamente anterior al de Todos los hermosos caballos, para centrarse en la historia de dos adolescentes, Billy y Boyd, de origen campesino, que en medio de un paisaje hostil y huraño irán descubriendo las duras reglas del mundo de los adultos al tiempo que encuentran en la naturaleza el sentido heroico de sus vidas. Desde una extraña relación de afecto y complicidad con una loba acosada por los tramperos hasta el asesinato de sus padres a manos de unos cuatreros, el personaje de Billy, protagonista a su vez del último título de la trilogía, Ciudades de la llanura, se verá inmerso en un destino en el que la belleza y la rapiña moral se presentan como los límites inseparables de una misma aventura vital.

En la frontera — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «En la frontera», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Al salir de la hacienda torció hacia el sur en dirección al pueblo. Los aullidos de los perros fueron menguando a medida que se alejaba al paso. Al este, una media luna que parecía un ojo entrecerrado por la ira colgaba sobre las montañas.

Cuando llegó a las luces exteriores de la colonia sofrenó el caballo en el camino. Luego tiró de las riendas y dio media vuelta.

Cuando se detuvo ante la puerta de la bodega sacó un pie del estribo y golpeó la puerta con el tacón de la bota. La puerta retumbó contra la tranca interior. Se oían los gritos de los hombres en la bodega y el gruñido de los perros en el cobertizo. No acudió nadie. Rodeó el edificio hasta la parte de atrás y se metió sin desmontar por un angosto pasadizo entre la bodega y el cobertizo. Los hombres que estaban en cuclillas junto a la pared se pusieron de pie. Los saludó, se apeó, sacó el rifle del portacarabinas, ató las riendas entre sí y las echó por encima del poste que había en una esquina del cobertizo, y luego pasó junto a los hombres y empujó la puerta para entrar.

Nadie le hizo el menor caso. Se abrió camino entre la muchedumbre y al llegar al palenque vio que la loba estaba sola en el reñidero y que su aspecto era penoso. Se había acurrucado otra vez junto al tubo de hierro, pero tenía la cabeza apoyada en el suelo y la lengua le colgaba y su pelo estaba enmarañado y lleno de tierra y sangre y los ojos amarillos no miraban nada. Durante casi dos horas había estado peleando prácticamente contra todos los perros que habían llevado a la feria. En el lado opuesto de la estacada dos cuidadores sujetaban a los airedales mientras discutían con el árbitro y el joven hacendado. Nadie se acercaba a los airedales, que se erguían tirando de las traíllas y daban húmedas dentelladas y hacían sudar a los cuidadores. El polvo que flotaba brillaba como la sílice. El encargado de regar el reñidero aguardaba de pie junto a su balde de agua.

El chico pasó por encima del palenque, se acercó a la loba, puso un cartucho en la recámara del rifle, se detuvo a unos tres metros de ella, se echó la culata al hombro, apuntó a la ensangrentada cabeza y disparó.

El eco de la detonación en aquel espacio cerrado sumió en un silencio vibrante todo lo demás. Los airedales se agacharon, gimotearon y se escudaron tras sus cuidadores. Nadie se movía. El humo azulado del disparo flotaba en el aire. La loba yacía en el suelo. Muerta.

El chico bajó el rifle, sacó el casquillo usado, que saltó por los aires, lo cogió al vuelo, se lo guardó en el bolsillo, volvió a cerrar la recámara de un golpe seco y se quedó con el pulgar sobre el percutor. Miró a la multitud que lo rodeaba. Nadie hablaba. Algunos miraban hacia atrás, pero no fue el joven hacendado quien avanzó hasta la estacada sino el ayudante del alguacil, que había estado arreando al carretero con su propia chaqueta en la calle de la colonia, aguas arriba. Pasó por encima del palenque, entró en el reñidero y le exigió al chico que le entregara el rifle. El chico permaneció inmóvil. El ayudante desabrochó la solapa de su pistolera y sacó un 45 ya amartillado.

Deme la carabina, dijo.

El chico miró a la loba. Luego miró a la gente. Estaba al borde del llanto pero no levantó el dedo del percutor del rifle ni hizo ademán de entregar el arma. El ayudante del alguacil levantó la pistola y le apuntó al pecho. Los espectadores que estaban al fondo de la estacada se agacharon o se arrodillaron, y varios de ellos se tendieron boca abajo en el suelo con las manos sobre la cabeza. En medio del silencio el único sonido era el gimoteo grave de uno de los perros. Entonces alguien habló desde las gradas. Ya basta, dijo. No lo moleste .

Era el alguacil. Todos se volvieron a mirarlo. Estaba de pie en las filas superiores del burdo graderío de tablas flanqueado por hombres que lucían sombreros de los más caros; algunos fumaban puros, como estaba haciendo el alguacil . Hizo un gesto con la mano. Dijo que aquello se había acabado. Aconsejó al chico que depusiera el arma, que si lo hacía no le pasaría nada. El ayudante bajó la pistola, el público de las galerías se levantó y se sacudió el polvo. El chico apoyó el cañón del rifle sobre su hombro y bajó el percutor con el pulgar. Se volvió a mirar al alguacil. El alguacil hizo un gesto de barrido con el dorso de la mano. El chico ignoraba si iba dirigido a él mismo o a la gente en general, pero los espectadores empezaron a hablar entre ellos otra vez; alguien abrió la puerta de la bodega a la serena noche mexicana.

El hombre al que le habían prometido el pellejo había entrado en el reñidero. Rodeó a la loba muerta en el suelo y se detuvo frente a ella con el cuchillo en la mano. El chico le preguntó qué valor tenía el cuero y él se encogió de hombros. Miró atentamente al chico.

¿ Cuánto quiere por él?, preguntó el chico.

¿ Por el cuero ?

Por la loba .

El solicitante miró a la loba y luego miró al chico. Dijo que aquel cuero valía cincuenta pesos .

¿ Acepta la carabina?, dijo el chico.

El solicitante enarcó las cejas pero, enseguida, recobró la compostura. ¿ Es un winche?, dijo.

Claro. Del cuarenta y cuatro .

Se deslizó el rifle del hombro y se lo lanzó al otro de través. El solicitante abrió de una sacudida la palanca de acción y volvió a cerrarla. Se agachó para recoger del suelo el cartucho expulsado y se lo limpió en una manga y volvió a meterlo en la recámara. Levantó luego el rifle y apuntó a las luces del techo. Valía una docena de pellejos de lobo mutilado pero aun así lo sopesó en sus manos y miró al chico antes de dar su respuesta. Bueno, dijo. Se puso el arma al hombro y extendió la mano. El chico la miró, la cogió tímidamente y ambos sellaron el trato mediante un apretón de manos en medio del reñidero mientras la gente desfilaba hacia la salida. Al pasar lo estudiaron con sus ojos oscuros, pero si se sentían decepcionados porque el entretenimiento había tocado a su fin, no dieron muestras de ello, pues no en vano todos eran invitados del hacendado y del alguacil y tal como mandaban las costumbres del país se mostraban muy reservados. El solicitante del pellejo le preguntó al chico si tenía más cartuchos para el rifle, pero él se limitó a negar con la cabeza y puso la rodilla en tierra y cogió en brazos el cuerpo inerte de la loba, que pese a estar flaca pesaba todo lo que él era capaz de llevar en brazos. A continuación cruzó el reñidero, pasó por encima del palenque y siguió hacia la puerta trasera, con la cabeza de la loba colgando y la sangre goteando lentamente sobre las huellas que dejaba.

Salió a caballo de la sombra del edificio con la loba puesta de través sobre el arzón de la montura envuelta en los restos de las sábanas que le había dado la esposa del ranchero. El patio estaba lleno de gente que partía a caballo y de los gritos que se dirigían los unos a los otros. Varios perros se arracimaron ladrando en torno a las patas de Bird, que piafó, respingó y les tiró coces, y él salió de la bodega y prosiguió hacia la verja y cruzó los sembrados en dirección al río, ladeándose en la silla y apartando a sombrerazos a los últimos perros. Hacia el sur vio que sobre el pueblo se elevaban cohetes que describían amplios arcos chisporroteantes y estallaban en la oscuridad para caer luego como si se tratase de lento y caliente confeti. El estruendo de las explosiones le llegaba bastante después del resplandor de luz, y cada llamarada traía los espectros tiznados de las anteriores. Llegó al río, torció aguas abajo, cruzó los pequeños rápidos y siguió por los guijarrales. Una bandada de patos lo adelantó en la noche río abajo. Oyó el batir de sus alas y los vio alzar el vuelo y alejarse cual bengalas en el cielo en dirección a la oscura región de poniente. Dejó atrás el pueblo y las pequeñas luces de la feria y las formas iluminadas que aparecían borrosas en las masas espirales de agua negra a lo largo de la ribera. Al otro lado de las salicarias humeaba aún una rueda catalina apagada. Estudió las montañas, la disposición de las cuestas. El viento que venía del agua olía a metal mojado. Notaba en los muslos la sangre de la loba, que había empapado la sábana y su pantalón, y se tocó la pierna y probó la sangre, que sabía igual que la de él. Los fuegos artificiales se iban extinguiendo. La media luna pendía sobre la capa negra de los montes.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «En la frontera»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «En la frontera» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Cormac McCarthy - Suttree
Cormac McCarthy
Cormac McCarthy - Child of God
Cormac McCarthy
Cormac McCarthy - The Orchard Keeper
Cormac McCarthy
Cormac McCarthy - Cities of the Plain
Cormac McCarthy
Cormac McCarthy - The Crossing
Cormac McCarthy
Cormac McCarthy - The Sunset Limited
Cormac McCarthy
Cormac McCarthy - Droga
Cormac McCarthy
Cormac McCarthy - The Road
Cormac McCarthy
Cormac Mccarthy - No Country For Old Men
Cormac Mccarthy
Cormac McCarthy - All The Pretty Horses
Cormac McCarthy
Отзывы о книге «En la frontera»

Обсуждение, отзывы о книге «En la frontera» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x