Javier Marías - Vidas Escritas
Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Marías - Vidas Escritas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Vidas Escritas
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Vidas Escritas: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Vidas Escritas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Vidas Escritas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Vidas Escritas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Su autor predilecto era Poe, y R L Stevenson entre sus contemporáneos. Aunque nunca lo conoció, sí se carteó con él y sintió su muerte como la de un íntimo amigo. No se llevó mal con James ni con Oscar Wilde, y con Kipling tuvo amistad. Arthur Conan Doyle estaba convencido de su propia importancia, lo cual es una manera agradable de ir por la vida para quien logre creer tal cosa. Cuando se declaró la Guerra de los Boers, incitó a los deportistas a combatir, y, siendo él uno de los más completos, se ofreció en seguida como voluntario. Ante el estupor de su madre, dio la siguiente explicación: «Siento que quizá soy la persona con mayor influencia sobre los jóvenes ingleses, sobre todo los jóvenes deportistas, exceptuando a Kipling. Siendo esto así, es importante que yo les dé ejemplo». Lamentablemente, fue considerado demasiado viejo para luchar, y sólo pudo ir a la guerra en su condición de médico. Tenía unos cuarenta años y estaba muy enamorado por aquel entonces.
Arthur Conan Doyle murió el 7 de julio de 1930, a los setenta y un años, rodeado de su familia, con una mano en la de su mujer, Jean Leckie, y la otra en la de su hijo Adrián. Los miró a todos, uno por uno, pero no pudo decir nada. Mucho tiempo antes había dicho que el secreto de su éxito era que nunca había forzado una historia. Parece que aquel día tampoco forzó una frase.
Robert Louis Stevenson entre criminales
Quizá porque murió prematuramente o porque pasó toda su vida enfermo, quizá por sus viajes exóticos que en la época resultaban heroicos, quizá porque se lo empieza a leer de niño, lo cierto es que la figura de Robert Louis Stevenson se aparece casi siempre teñida de caballerosidad y angelical pureza, hasta el punto de producir empalago en cuanto se cargan un poco las tintas.
Es indudable que Stevenson era caballeroso, pero no a ultranza, o digamos que lo era de la manera justa: no hay auténtico caballero que no se haya comportado como un rufián al menos una vez en la vida. La vez de Stevenson pudo tener lugar en las cercanías de Monterrey, California, cuando sin querer prendió fuego a un bosque. Se había declarado ya un incendio en otra zona, y se extendía tan rápidamente que Stevenson, con curiosidad científica, se preguntó si la causa sería el musgo que adorna y cubre los bosques californianos. Para averiguarlo, no se le ocurrió otra cosa que aplicar una cerilla a un trozo, pero sin tener la precaución de arrancar antes del árbol el trozo de su experimento. En un instante el árbol se convirtió en una tea, con lo que sin duda Stevenson dio por concluida la prueba, y además satisfactoriamente. Pero su comportamiento poco caballeroso vino después: no muy lejos oyó los gritos de los hombres que combatían el fuego original, y comprendió que no le cabía hacer sino una cosa, a saber: huir del lugar antes de ser descubierto. Al parecer corrió como nunca lo había hecho en la vida y como sólo corren los hombres sabios y los cobardes.
Había ido hasta California para socorrer a la que habría de ser su esposa, Fanny van de Grift Osbourne, una americana diez años mayor que él, casada con un señor Osbourne que no le hacía caso ni la trataba con consideración, madre de dos hijos y a la que había conocido antes en Europa. Aunque no se sabe en qué términos, ella lo instó a visitarla, y Stevenson, sin decir una palabra a sus padres (era hijo mimado y único), se embarcó en Edimburgo y luego, desde Nueva York, recorrió el país entero en míseros trenes para emigrantes. La aventura le supuso un empeoramiento general de su siempre débil salud, ya que desde niño había padecido toses y hemorragias debidas a una mal diagnosticada tuberculosis, que le obligaban a pasar las noches en vela y lo tuvieron más de una vez al borde de la muerte. Sus relaciones iniciales con Fanny van de Grift son bastante oscuras, ya que después de tan largo viaje Stevenson no se quedó con ella, sino que, tras ayudarla en lo que quiera que fuese que debiera ayudarla, se marchó solo a un rancho de cabras, y no fue sino hasta más tarde, y en frío por así decirlo, cuando contrajeron matrimonio. A partir de entonces ella se convirtió no sólo en una muy conspicua y aun ubicua esposa, sino también en su enfermera y aya. Stevenson dijo en una ocasión que de haber sabido que viviría como un inválido no se habría casado. Dijo asimismo: «Una vez casado, a uno ya no le queda nada, ni siquiera el suicidio, sino ser bueno». Y añadió otra vez: «No era mi felicidad lo que me interesaba cuando me casé, fue una especie de matrimonio in extremis ; y si estoy donde estoy, es gracias a los cuidados de esa dama que se casó conmigo cuando yo no era más que una complicación de tos y huesos, mucho más adecuado para emblema de la mortalidad que para novio». A su mujer, sin embargo, no parecía molestarle tanto esa «complicación»; o es más, le sirvió para sentirse útil, orgullosa y sacar algún provecho. La verdad es que, a excepción de Henry James, que siempre fue muy respetuoso con ella, los demás amigos de Stevenson la detestaban, ya que Fanny, con el pretexto de que todo era nocivo para la salud de Louis, se dedicaba a organizarle en exceso la vida y a apartarle de esos amigos, cuya compañía de vino, tabaco, canciones y charla consideraba peligrosa.
Aunque Stevenson le fue muy leal y la defendió con decisión cuando ella empezó a hacer sus ejercicios literarios y un amigo la acusó de plagio, no debió de resultarle fácil aceptar estas imposiciones, a juzgar por lo mucho que al final de su vida, ya en los Mares del Sur, se quejó en carta a James por no poder probar el vino y el tabaco (ante una vida sin ellos, dijo, no cabe sino «aullar, y dar patadas, y salir huyendo»). Y pese a su lealtad, una vez se permitió comentar una foto de su mujer en la que, admitía, Fanny había abandonado la categoría de «preciosidad» para ingresar en la de «pálidas, penetrantes e interesantes». A decir verdad, si uno mira esa y otras fotos desde un siglo después, se observa que Fanny van de Grift iba siempre vestida con una especie de saco y tenía un rostro tirando a antipático, autoritario, huraño y aun avinagrado.
Pero quizá, más aún que del tabaco y el vino, a Stevenson debió costarle prescindir de los amigos si tenemos en cuenta que antes de su matrimonio había llevado una vida francamente bohemia e incluso pandillera. Aparte de sus viajes varios, las más de las veces efectuados según el patrón de los vagabundos, y de su aspecto e indumentaria, tan desastrados que en América hizo huir a transeúntes que lo confundían con un pordiosero, Stevenson tuvo numerosas amistades que sus adinerados y estrictos padres habrían desaconsejado. Si se piensa en Long John Silver y en Mr Hyde, en el señor de Ballantrae y en el ladrón de cadáveres, no hay por qué sorprenderse de que su creador tuviera una moral ambigua, si no en lo referente a sus propios actos, sí al menos como espectador y oyente. El Mal le interesó siempre mucho, y no rehuía ciertas compañías por lo que éstas hubieran hecho.
Él mismo, siendo niño, y junto a fuertes sentimientos religiosos que le hacían perorar de noche, solo en su cama, sobre la Caída del Hombre y la Furia de Satanás, se había tomado el mayor interés en cometer actos ingenuamente «pecaminosos», un interés, según confesó, como no había vuelto a poner en ninguna otra cosa durante su edad adulta. Ya casi en ella tuvo a bien frecuentar prostitutas, a las que quería y defendió mucho, y participar en concursos de blasfemias de los que solía salir triunfante, y practicó lo que él mismo bautizó como Jink, consistente en «hacer los más absurdos actos por mor de su propio absurdo y de las risas consiguientes». Pero todo esto no era nada al lado de las fechorías de algunos de sus amigos: durante un tiempo acompañó a un satírico, la lengua más vitriólica que había pisado su Edimburgo natal, quien le ayudó a ver el aspecto negativo de todas las personas, todas las ideas y todas las cosas; aquel satírico inagotable era, al parecer, condescendiente hasta con Dios, a quien desdeñaba por la pésima concepción de uno o dos de los mandamientos; despachaba a San Pablo con un epigrama y hundía a Shakespeare valiéndose de una antítesis. Más graves eran, con todo, los delitos de su amigo Chantrelle, feliz solamente cuando estaba bebido. Era un francés que había abandonado Francia por asesinato; luego Inglaterra, por asesinato; y desde que se hallaba en Edimburgo, más de cuatro y cinco personas habían sido víctimas de «sus pequeñas cenas y su plato favorito de queso fundido y opio». El asesino Chantrelle era hombre, sin embargo, de inquietudes literarias, dispuesto a traducir a Molière de viva voz y de corrido. Según Stevenson, podría haber triunfado en esa profesión o en cualquier otra, deshonesta u honrada. Pero al parecer siempre abandonaba sus planes y volvía al «más simple proyecto» de matar a otros. Al final fue condenado, y sólo entonces supo Stevenson de sus hazañas. Es de suponer que hay que creerle y que, de haber estado él enterado, no lo habría tratado tanto, pero en todo caso la experiencia pareció dejarle una cierta tolerancia para con los crímenes más abyectos; de otro modo no se explica su comentario en una carta sobre el jefe Ko-o-amua, con el que se llevó muy bien en su exilio polinesio: «… gran caníbal en su día, ya se iba comiendo a sus enemigos mientras volvía andando a casa tras haberlos matado; y sin embargo es un perfecto caballero y excepcionalmente afable e ingenuo; ningún tonto, por lo demás».
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Vidas Escritas»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Vidas Escritas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Vidas Escritas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.