Fernando Pessoa - Libro del desasosiego de Bernardo Soares
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¡Decir! ¡Saber decir! ¡Saber existir por medio de la voz escrita y la imagen intelectual! Todo esto es cuanto la vida vale: lo demás es hombres y mujeres, amores supuestos y vanidades falsas, subterfugios de la digestión y del olvido, gentes que se agitan, como bichos cuando se levanta una piedra, bajo el gran pedrusco abstracto del cielo azul sin sentido.
27-7-1930.
473
El arte nos libra ilusoriamente de la sordidez de ser. Mientras sentimos los males y las injurias de Hamlet, príncipe de Dinamarca, no sentimos los nuestros -viles porque son nuestros y viles porque son viles.
El amor, el sueño, las drogas e intoxicantes, son formas elementales del arte, o, más bien, de producir el mismo efecto que él. Pero amor, sueño y drogas tienen cada uno su desilusión. El amor harta o desilusiona. Del sueño se despierta y cuando se ha dormido no se ha vivido. Las drogas se pagan con la ruina de ese mismo físico para estimular al cual han servido. Pero en el arte no hay desilusión porque la ilusión ha sido admitida desde el principio. No hay que despertar del arte, porque en él no dormimos, aunque soñásemos. En el arte no hay tributo o multa que pagar por haber gozado de él.
El placer que nos ofrece, como en cierto modo no es nuestro, no tenemos que pagarlo o que arrepentimos de él.
Por arte se entiende todo lo que nos deleita sin que sea nuestro -el rastro del paso, la sonrisa ofrecida a otro, el ocaso, el poema, el universo objetivo.
Poseer es perder. Sentir sin poseer es guardar, porque es extraer la esencia de algo.
474 Estética del Desaliento
Ya que no podemos extraer belleza de la vida, busquemos al menos extraer belleza de no poder extraer belleza de la vida. Hagamos de nuestro fracaso una victoria, algo positivo y erguido, con columnas, majestad y aquiescencia espiritual.
Si la vida [no] nos ha dado más que una celda de reclusión, hagamos por ornamentarla, aunque más no sea, con las sombras de nuestros sueños, diseños y colores /mezclados/, esculpiendo nuestro olvido bajo la quieta exterioridad de los muros.
Como todo soñador, siempre he sentido que mi oficio era crear. Como nunca he sabido hacer un esfuerzo o activar una intención, crear me ha coincidido siempre con soñar, querer o desear; y hacer gestos, con soñar los gestos que desearía poder hacer.
475
La literatura, que es el arte casada con el pensamiento, y la realización sin la mácula de la realidad, me parece ser el fin hacia el que debería tender todo esfuerzo humano, si fuese verdaderamente humano, y no una superfluidad de lo animal. Creo que decir una cosa es conservarle la virtud y quitarle el terror. Los campos son más verdes en el decirse que en su verdor. Las flores, si son descritas con frases que las definan en el aire de la imaginación, tendrán colores de una permanencia que la vida celular no permite.
Moverse es vivir, decirse es sobrevivir. No hay nada real en la vida que no lo sea porque se ha descrito bien. Los críticos de casa pequeña suelen señalar que tal poema, generosamente rimado, no quiere, al final, decir sino que hace un buen día. Pero decir que hace un buen día es difícil y el día bueno, él mismo, pasa. Tenemos, pues, que conservar el buen día que hace en una memoria florida y prolija, y que constelar así de nuevas flores o de nuevos astros los campos o los cielos de la exterioridad vacía y pasajera.
Todo es lo que somos, y todo será, para los que nos sigan en la diversidad del tiempo, conforme nosotros lo hayamos imaginado intensamente, es decir, lo hayamos, con la imaginación metida en el cuerpo, verdaderamente sido. No creo que la historia sea más, en su.gran panorama desteñido, que un decurso de interpretaciones, un consenso confuso de testimonios distraídos. El novelista es todos nosotros, y narramos cuanto vemos, porque ver es complejo como todo.
Tengo en este momento tantos pensamientos fundamentales, tantas cosas verdaderamente metafísicas que decir, que me canso de repente y decido no escribir más, no pensar más, sino dejar que la fiebre de decir me dé sueño, y yo haga fiestas con los ojos cerrados, como un gato, a todo cuanto podría haber dicho.
y 476
Me sosiego por fin. Todo cuanto ha sido vestigio y desperdicio se me borra del alma como si no hubiera sido nunca. Me quedo solo y tranquilo. La hora que ha pasado es como aquella en la que me convirtiese a una religión. Nada, sin embargo, me atrae hacia lo alto, aunque nada me ataría ya para abajo. Me siento libre, como si dejase de existir, conservando la conciencia de ello.
Me sosiego, sí, me sosiego. Una gran calma, suave como una inutilidad, desciende en mí hasta el fondo de mi ser. Las páginas leídas, los deberes cumplidos, los pasos y los acasos del vivir -todo esto se me ha vuelto una vaga penumbra, un halo apenas visible, que rodea a algo tranquilo que no sé lo que es. El esfuerzo en que puse, una u otra vez, al olvido del alma; el pensamiento, en que he puesto, una vez u otra, el olvido de la acción -ambos se me convierten en una especie de ternura sin sentimiento, de compasión vulgar y vacía.
No es el día lento y suave, nublado y blando. No es la brisa imperfecta, casi nada, poco más que el aire que ya no se siente. No es el color anónimo del cielo acá y allá azul, débilmente. No. No, porque no siento. Veo sin intención ni remedio. Asisto atento a ningún espectáculo. No siento alma, pero me sosiego. Las cosas exteriores, que están nítidas y paradas, aun las que se mueven, son para mí como para el Cristo sería el mundo, cuando desde la altura de todo, Satán le tentó. Son nada, y comprendo que el Cristo no se tentase. Son nada, y no comprendo cómo Satán, viejo de tanta ciencia, pensara que con eso tentaría.
¡Corre leve, vida que no se siente, riachuelo en silencio móvil bajo árboles olvidados! ¡Corre blanda, alma que no se conoce, murmullo que no se ve más allá de las grandes ramas caídas! ¡Corre inútil, corre sin razón, conciencia que no lo es de nada, vago brillo a lo lejos, entre claros de hojas, que no se sabe de dónde vienen ni a dónde van! ¡Corre, corre, y déjame olvidar! Vago soplo de lo que no oso vivir, remedio ruin de lo que nada puede sentir, murmullo inútil de lo que no quise pensar, ve lento, ve débil, ve en torbellinos que tienes que tener y en declives que te dan, ve hacia la sombra o hacia la luz, hermano del mundo, ve hacia la flor o hacia el abismo, hijo del caos y de la Noche, recordando todavía, en cualquier rincón tuyo, que los Dioses vinieron después, y que los Dioses también pasan.
5-6-1934.
APÉNDICE
1 Sueño Triangular
La luz se había tornado de un amarillo exageradamente lento, de un amarillo sucio de lividez. Habían crecido los intervalos entre las cosas, y los sonidos, más espaciados de una manera nueva, se producían inconexamente. Cuando se oían, terminaban de repente, como cortados. El calor, que parecía haber aumentado, parecía estar, siendo calor, frío. Por la leve rendija de las contraventanas se veía la actitud de exagerada expectativa del único árbol visible. El silencio le había entrado con el color. En la atmósfera se habían cerrado pétalos. Y en la propia composición del espacio una interrelación diferente de algo como planos había alterado y roto el modo como los sueños, las luces y los colores usan la extensión.
(Posterior a 1913.)
2 [Letanía de la desesperanza]
Junta las manos, ponías entre las mías y escúchame, oh amor mío.
Quiero, hablando con una voz suave y arrulladora, como la de un confesor que aconseja, decirte cuan acá de lo que conseguimos queda el ansia de conseguir.
Quiero rezar contigo, mi voz con tu atención, la letanía de la /desesperanza/.
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