Guido Pagliarino - Jesús, Nacido En El Año 6 «antes De Cristo» Y Crucificado En El Año 30 (Una Aproximación Histórica)

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Jesús, Nacido En El Año 6 «antes De Cristo» Y Crucificado En El Año 30 (Una Aproximación Histórica): краткое содержание, описание и аннотация

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He aquí algunas afirmaciones que el autor ha oído por televisión y en otras ocasiones: «Con seguridad, el budismo es superior: no tiene la ingenuidad del cristianismo»; «¿Cristo? Un mito, como Osiris o Dionisio»; «Jesús es un personaje histórico, pero solo fue un buen rabino»; «El Apocalipsis, como el resto de los Evangelios, se escribió como mínimo en el siglo II o III»; «La estrella de Belén habría quemado el portal; más aún, habría destruido el mundo: ¡Son invenciones cristianas anteriores a Galileo!»: carta de un licenciado en física a un periódico; «¿El bautismo? Un rito mágico-supersticioso»: una voz en la sala en la presentación de un libro; «¿El cristianismo? ¡Mitos repetidos!»: sentencia de un estudiante de ciencias de la comunicación después de haber leído un ensayo sobre mitos y no haber leído nada sobre cristianismo (quién sabe qué doctos artículos escribirá). Podría continuar durante un buen rato. He aquí algunas afirmaciones que el autor ha oído por televisión y en otras ocasiones: «Con seguridad, el budismo es superior: no tiene la ingenuidad del cristianismo»; «¿Cristo? Un mito, como Osiris o Dionisio»; «Jesús es un personaje histórico, pero solo fue un buen rabino»; «El Apocalipsis, como el resto de los Evangelios, se escribió como mínimo en el siglo II o III»; «La estrella de Belén habría quemado el portal; más aún, habría destruido el mundo: ¡Son invenciones cristianas anteriores a Galileo!»: carta de un licenciado en física a un periódico; «¿El bautismo? Un rito mágico-supersticioso»: una voz en la sala en la presentación de un libro; «¿El cristianismo? ¡Mitos repetidos!»: sentencia de un estudiante de ciencias de la comunicación después de haber leído un ensayo sobre mitos y no haber leído nada sobre cristianismo (quién sabe qué doctos artículos escribirá). Podría continuar durante un buen rato. (…) Creo que si todavía estuviera entre nosotros el agnóstico Croce vacilaría, él y su breve ensayo «Por qué no podemos no calificarnos como cristianos» (cristianos en sentido cultural), él que, en polémica con Bertrand Russell, a su vez no creyente, no expresaba opiniones superficiales y consideraba la civilización y la ética occidentales fruto, en parte notable, del cristianismo, de ese cristianismo que no se estudia, pero sobre el que tantas veces se juzga. También el autor, como tantos, tenía en la cabeza solo algunas astillas del cristianismo, pero luego, gracias a encuentros personales y bibliográficos, se ha informado por fin. Pero, si el lector está de acuerdo, está dispuesto a transmitir lo que ha aprendido hasta ahora. No tiene intención de convertir a nadie: es cristiano responder (en lo poco que se cree saber) a quien quiere saber, no imponer. Dios es también libertad absoluta y nos ha creado libres. No hay que confundir el catecismo con el estudio del cristianismo: el primero es para el creyente que desea profundizar en su fe, el segundo es indispensable para la cultura de todos.

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Jesús, a quien el pueblo reconoce como hijo de David, como Mesías, se inscribe en la tradición de la espera del rey Ungido por Dios y, además, de la misericordia de Dios hacia los pecadores: frente a la distinta tradición teológica, bastante dura, admitida por los hombres del templo, por la cual la ley debe cumplirse al pie de la letra por derivar de un pacto con Dios y por la cual los jefes de Israel son los sacerdotes, que deben hacer respetar la ley, y no un rey. En realidad, en esta ley incluyen muchísimas normas que no son Palabra de Dios.

Conviene, para comprender las cosas más a fondo, explicar un poco mejor las dos líneas teológicas del Israel más antiguo, dos versiones distintas de la relación con el Creador. Para una, había habido una alianza entre Dios y el pueblo. A cambio de su obediencia, el Creador se obligaba a proteger a los hebreos. Por tanto, la salvación del pueblo dependía de la observación estricta de la ley de Dios comunicada a Moisés, comenzando por las formas de culto, que una clase especializada, la de los sacerdotes, debía hacer respetar. En tiempos de Jesús, esta es también la opinión de los saduceos y sus aliados, los fariseos, aunque para los primeros la salvación se refiere al pueblo en la historia y para los segundos también a la salvación individual eterna. Se trata de una línea completamente minoritaria. Para la otra línea teológica, la de la gran mayoría de los hebreos en tiempos de Jesús, Dios en un cierto momento habría elegido y ungido a un rey, un cristo (un ungido , precisamente, según el término griego christòs ) como representante de todo el pueblo y ese habría sido David, prometiéndole protección personal y ayuda a su descendencia. La salvación del pueblo venía del recuerdo de esta promesa de Dios y de su intervención en la historia, a pesar de los pecados de Israel, a través de un mesías (siempre ungido , pero al estilo hebreo), descendiente de David, al final de los tiempos antiguos, que debía fundar el nuevo reino milenario. Las dos líneas coexistían, entre los hombres en el poder, en el periodo precedente al exilio de Babilonia, pero, tras la vuelta a Palestina en el siglo V a. de C., con el rey reducido a un vasallo de soberanos extranjeros, primero había prevalecido y luego había triunfado la primera versión, la que giraba en torno a sus sacerdotes.

Se puede pensar que los sacerdotes y su grupo tenían realmente miedo a que Jesús quisiera y consiguiera hacerse rey con el apoyo del pueblo, pero no ocupar el lugar del César, como luego dirán a Pilatos, es decir, echando a los romanos de Palestina, sino llegando a un acuerdo con Roma y derrocando al sanedrín. El poder romano no vacila en cambiar a un rey fantoche cuando le conviene y los romanos podrían, cuando lo juzgaran útil para la tranquilidad social, sustituir con un fiel rey-tetrarca al procurador del emperador y gobernador de la región de Judea o incluso a todos los tetrarcas entonces reinantes en las demás tierras de Israel, igual que al procurador romano, con un rey único sometido al emperador, bien visto por la población, como había pasado con Herodes el Grande, que había tenido un gran poder sobre la clase sacerdotal, llegando a hacer matar a sacerdotes que se le oponían, al tiempo que conseguía tener suficiente apoyo popular. 32

Además, los jefes judíos sienten seguramente que les ataca un enorme odio personal por Jesús, que no es algo secundario en su decisión de procesarlo. Según los Evangelios, a duras penas evitan arrestarlo muchas veces, pensando que la multitud estaba con él: hasta que Judas no lo traiciona, con «nocturnidad», lo que significa en pecado, pero también en secreto, no encuentran la ocasión oportuna.

Advirtamos que esa gente antigua no conocía la separación moderna entre política y religión: se trataba de la misma cosa y los romanos pretendían una lealtad total político-religiosa hacia el imperio.

El proceso ante el sanedrín

Jesús, considerado por tanto por el sanedrín como una amenaza tanto política como religiosa, es detestado personalmente, se encuentra prisionero y acusado en el primero de los procesos que sufre, el que se realiza delante del centro del poder judío: el sanedrín.

Según el evangelista Mateo, en la noche del arresto, Jesús es conducido inmediatamente al palacio de Caifás, que es una parte o tal vez es contiguo al de Anás. Allí encuentra ya reunidos a los escribas y ancianos que componen el sanedrín. Si entre ellos se sienta Anás, pueden ser históricas las preguntas que estos dirigen a Cristo y que encontramos en Juan, aunque estas no se realicen en su casa, sino en algo parecido. Para Marcos, se reúnen solo después de la llegada de Jesús: tal vez sus enemigos no estaban demasiado seguros de que se produjera la operación de arresto.

Un par de días antes había habido un tumulto en la ciudad. Marcos escribe: «Había en la cárcel (en la cárcel romana, N. del A.) uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante un tumulto». 33Lucas usa sedición, una palabra más grave: «Lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio». 34Barrabás era uno de los líderes, como se deduce de la definición «prisionero famoso» en Mateo 27, 16 y del hecho de que es arrestado durante esos desórdenes. 35Podemos pensar que Caifás y los suyos habrían aprovechado los tumultos, que hubieran acordado inmediatamente después con el apóstol traidor Judas Iscariote cómo arrestar más fácilmente a Jesús, con el fin concreto de condenarlo y, como el sanedrín no podía dictar sentencia, presentarlo rápidamente a Poncio Pilaros como el líder de una rebelión religioso-política, de la cual el tumulto había sido el inicio, para así conseguir la condena a la cruz y con una clamorosa motivación romana. Además, se puede suponer que querían conseguir una ventaja secundaria al mostrarse como fieles defensores del orden romano, porque así se corroboraba su poder, que irradia de Roma. Por tanto, el proceso del sanedrín era algo urgente y por esto los ancianos y los escribas se reúnen a una hora insólita y durante la semana de la Pascua hebrea, en la que, normalmente, no se celebran procesos.

Han buscado testigos contra él, sin duda falsos, según Mateo, mientras que para Marcos se trata sencillamente de una búsqueda de testigos: Mateo quiere subrayar de inmediato la doblez del sanedrín, pero cayendo en una especie de contradicción, al buscar y hacer hablar a testigos falsos, primero se los prepara bien, mientras que estos no consiguen crear nada jurídicamente válido contra Jesús. Según las prácticas judiciales hebreas, los testigos deben ser escuchados independientemente uno de otro, sin que se oigan entre ellos y sus testimonios deben coincidir para ser considerados dignos de confianza. El significado de lo que refiere Marcos: «Muchos de hecho testificaban en falso contra él y por eso sus testimonios no concordaban» se puede leer exactamente al contrario: que no siendo concordantes sus testimonios, debían considerarse falsos. Tal vez los sacerdotes y los fariseos no tuvieran tan mala fe como para crear anticipadamente un proceso falso. Se podría considerar que, para ellos, las motivaciones de la condena lo sean realmente y que su problema sea realmente conseguir demostrarlas según la ley, de la cual se consideran custodios.

Para Lucas, el proceso se realiza en los locales del sanedrín y sus miembros se reúnen solo para las tareas diarias.

Las diferencias a este respecto entre los evangelistas no son sustanciales. El palacio de Anás y Caifás linda con el templo, así como con la sede del sanedrín. Como veremos mejor más adelante, los Evangelios no son actas de los acontecimientos, sino noticias contadas por escrito algunas décadas después y transmitidas antes oralmente, por lo que son inevitables algunas discordancias secundarias. Que el proceso haya tenido lugar en la sede del sanedrín o en la casa de Caifás no tiene ninguna importancia real, lo que importa en todo es que los miembros del sanedrín estaban presentes.

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