Matilde Asensi - El Origen Perdido

Здесь есть возможность читать онлайн «Matilde Asensi - El Origen Perdido» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Origen Perdido: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Origen Perdido»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una extraña enfermedad que ha dejado a su hermano en estado vegetativo lleva al hacker y empresario informático Arnau Queralt a emprender una investigación arqueológica para encontrar el remedio. De forma sorprendente, se verá inmerso en una aventura que le llevará a la historia del Imperio Inca, las ruinas de Tiwanacu y la selva amazónica, tras las huellas de una civilización perdida. El lector sigue con Arnau y sus amigos, Marc y Lola, este viaje a través del conocimiento, descubriendo algunos misterios sin resolver en la Historia de la Humanidad, las paradojas de la Teoría de la Evolución y el verdadero papel de los españoles en la conquista de América.

El Origen Perdido — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Origen Perdido», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Como movidos por un resorte, los cuatro giramos sobre nosotros mismos sin pestañear y emprendimos el camino de vuelta hacia los sarcófagos, lo que nos hizo sonreír hasta que alcanzamos la plancha y nos colocamos delante.

– Oye, Proxi -dije pasándole un brazo sobre los hombros-. ¿Por qué no sacas varias fotografías del señor Dose Capaca y de este mapa?

– Del mapa, vale -repuso ella-, pero del gigante no me atrevo. Sé que la luz podría perjudicarle. En los museos no te dejan tomar fotografías.

– ¡Pero eso es para que compres las postales a la salida, mujer! -exclamó Jabba.

– No, Marc, no -se alarmó la doctora-. Lola tiene razón. La luz concentrada del flash podría alterar las propiedades químicas de la momia, poniendo en marcha procesos biológicos de descomposición. Yo les rogaría, incluso, que volvieran a poner la cubierta en su sitio para no dañar más al Viajero con el oxígeno de esta cámara.

– Hablando de eso… -murmuré, cogiendo a Jabba por un codo y llevándomelo hacia el sarcófago para cumplir la orden-. ¿Por qué este sitio huele a gasolina? ¿No lo han notado?

– No se preocupe por eso, señor Queralt. Tiene una explicación lógica. En el proceso de momificación practicada en esta zona de Sudamérica se utilizaba abundantemente el betún, obtenido como residuo de la destilación del petróleo, así como resinas de distintas clases que, unidas al betún y sometidas al proceso de ahumado, producen también un fuerte olor a aceite de motor aun después de cientos de años.

– Después de miles de años, doctora -articuló Jabba sin resuello, ayudándome a poner la tapa sobre el sarcófago-, porque eso es lo que tiene este Capaca en los huesos.

Proxi, mientras tanto, iba tomando fotografías del extraño mapa dibujado en la segunda plancha de oro.

– No sé qué decirle, Marc -murmuró Marta Torrent-, no soy bioarqueóloga y mis conocimientos sobre momificación se limitan a las técnicas practicadas durante el Perú incaico. Pero, con todo, sigue siendo sorprendente que este cuerpo se haya conservado así. No soy capaz de imaginar qué artes emplearon los yatiris para lograr que haya durado ocho mil o diez mil años. Me parece absolutamente sorprendente. En realidad, diría que es inaudito.

– Pues inaudito o no -repuse volviendo a su lado-, toda esta gran nave huele a gasolina, a pesar de que los cinco cuerpos están encerrados en pesados sarcófagos de oro.

Ella se quedó callada unos instantes y, luego, se pinzó el labio inferior con el pulgar y el índice en un gesto muy suyo y que me recordaba mucho a mi madre en el momento de interpretar la pantomima titulada Estoy pensando profundamente.

– Bueno, cuando encontremos a los yatiris -dijo, al fin, muy tranquila- se lo preguntaremos. ¿Le parece bien?

Jabba estalló en una sonora carcajada que retumbó por toda la nave.

– ¡Muy bueno, doctora, muy bueno! -exclamó.

Y siguió riéndose como un loco, sin darse cuenta de que Lola, Marta Torrent y yo le observábamos completamente serios.

– ¿Qué pasa, eh? -preguntó al fin, sorprendido, secándose las lágrimas de los ojos-. ¿No os ha hecho gracia?

De repente, una luz se iluminó en su cerebro.

– ¡Ah, no! ¡De eso nada! -exclamó a pleno pulmón-. ¡No pienso seguiros en esa locura! Pero, ¡si ni siquiera sabemos cómo salir de aquí! ¿Estáis mal de la azotea o qué?

Los tres seguimos mirándole sin sonreír. La verdad es que debíamos de parecer un trío de locos peligrosos que contemplan fríamente a su víctima antes de empezar a caminar lentamente hacia ella con intenciones criminales, pero, afortunadamente, no había ningún testigo que pudiera contarlo, salvo Jabba, claro, y a él se le podía hacer callar fácilmente con un buen soborno traducido en sueldo.

– En una cosa tiene razón -matizó Proxi sin cambiar ni el gesto grave ni la postura-. Primero tenemos que salir de aquí.

– Vale -fue mi inteligente aportación.

– Pues, venga, vámonos -se burló Marc, sentándose en el escalón de piedra que sostenía el sarcófago-. Es muy tarde y tengo hambre. También estoy cansado y necesito darme una ducha en cuanto lleguemos al hotel. ¡Oh, pero… pero si son las once y media de la noche, hora local! Bueno, pues mejor nos quedamos, ¿qué os parece? Podemos dormir aquí y mañana ya veremos.

– Cállate, Marc -le conminó Proxi, tomando asiento a su lado-. ¿No decías que los paneles de tocapus del segundo cóndor habían despertado tu parte de animal informático? ¿Por qué no pones en marcha ese magnífico cerebro de hacker y analizas la situación como si fuera un desafío de código?

Yo me dejé caer al suelo, delante de ellos, y solté la bolsa con descuido.

– Siéntese con nosotros, doctora Torrent -le dije a la catedrática-. A lo mejor se nos ocurre algo.

– Podría empezar por llamarme Marta a secas -respondió ella, sentándose con las piernas cruzadas a mi lado. Hacía bastante frío en aquel maldito lugar.

– Bueno, pero conste que a mí me gustaba mucho que me llamara señor Queralt. Nadie me llama así nunca.

Jabba y Proxi se echaron a reír.

– Es que no tienes pinta de señor, Arnauet -se burló Proxi -. Con esa melena, ese pendiente y esa perilla de caballero decimonónico más pareces un poeta romántico o un pintor que un hombre de negocios.

Las tonterías continuaron durante algunos minutos más. Como otras muchas veces desde que había empezado aquella extraña historia, necesitábamos descompresión. Estábamos demasiado agotados y resultaba agradable olvidar por un momento la realidad que nos envolvía, sarcófagos incluidos. Pero, finalmente, nos quedamos callados.

– No hemos recorrido todo el perímetro de la cámara -comenté después de un rato.

– Cierto -corroboró mi amigo-. Quizá estamos aquí, perdiendo el tiempo, mientras hay una hermosa puerta entreabierta en algún lado.

– No sueñes -le dijo Lola, pasándole una mano por el pelo para arreglarle un mechón fuera de sitio.

– Bueno, pues algo parecido -insistió él-. Un agujero en el techo o algo así. Opino que deberíamos dividirnos. Somos cuatro, ¿no? Pues cada uno se queda con un muro de la nave. Si no encontramos nada…

– El planteamiento es malo -le atajé-. A quien le toque el muro de la puerta tiene que recorrer el pasillo o uno de los laterales para llegar, lo cual es una pérdida de tiempo. Propongo que hagamos dos equipos. Partimos desde aquí, desde los sarcófagos, luego cada equipo recorre un lateral y volvemos a encontrarnos en la puerta. De ese modo averiguamos si aquélla se puede abrir y, si no, volvemos por el pasillo hasta aquí y empezamos de nuevo. Tiene que haber una salida a la fuerza.

Mi idea fue aceptada porque, obviamente, era muy buena, pero no hubo ocasión de ponerla en práctica. Antes de separarnos, nos dio por examinar la tarima de piedra del sarcófago del Viajero y resultó que, justo donde Jabba había estado poniendo los pies para quitar y colocar la cubierta, se encontraba un nuevo panel de tocapus. Increíblemente, había estado pisándolo sin darse cuenta y, por suerte, no había ocurrido ninguna desgracia. Si hubiera habido luz ambiental, lo habríamos localizado en seguida, pero al iluminarnos sólo con los frontales, la zona posterior al sarcófago había permanecido todo el tiempo en la más completa oscuridad.

– ¿Tiene algún sentido, Marta? -preguntó Lola, inclinándose.

La catedrática le echó un vistazo y asintió.

– «Ya habéis aprendido cómo se escribe la lengua de los dioses. Venid a buscarnos y os ayudaremos a vivir. No traigáis la guerra porque no nos encontraréis. Queremos que sólo traigáis deseo de conocimiento.»

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Origen Perdido»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Origen Perdido» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Origen Perdido»

Обсуждение, отзывы о книге «El Origen Perdido» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x