Javier Sierra - La cena secreta

Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Sierra - La cena secreta» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La cena secreta: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La cena secreta»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Fray Agustín Leyre, inquisidor dominico experto en la interpretación de mensajes cifrados, es enviado a toda prisa a Milán para supervisar los trazos finales que el maestro Leonardo da Vinci está dando a La Última Cena. La culpa la tiene una serie de cartas anónimas recibidas en la corte papal de Alejandro VI, en las que se denuncia que Da Vinci no sólo ha pintado a los Doce sin su preceptivo halo de santidad, sino que el propio artista se ha retratado en la sagrada escena, dando la espalda a Jesucristo.

La cena secreta — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La cena secreta», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Aún no la habéis visto, ¿no es cierto? -sonrió como si ya supiera la respuesta. Casi como si se apiadara de mi condición-. Lo que el maestro Leonardo está terminando en el refectorio no es una Última Cena, padre Agustín; es La Última Cena. Lo entenderéis cuando la tengáis frente a vuestros ojos.

– Entonces, es un ser extraño pero virtuoso.

– Veréis -me corrigió-: cuando meser Leonardo llegó a esta casa hace tres años y comenzó los preparativos para el Cenacolo, el prior desconfiaba de él. De hecho, como encargado de los archivos de Santa Maria y responsable de nuestro futuro scriptorium, me encargó que escribiera a Florencia para averiguar si el toscano era un artista de confianza, cumplidor con los plazos y perfeccionista en su trabajo, o uno de esos buscadores de fortunas que dejan todo a medias y con los que hay que pleitear para conseguir que acaben su obra.

– Pero, si no me equivoco, venía recomendado por el dux en persona.

– Eso es cierto. Aunque para nuestro abad eso no era garantía suficiente.

– Está bien, continuad. ¿Qué descubristeis? ¿Era preciso o caótico?

– ¡Las dos cosas!

Hice ademán de no entender.

– ¿Las dos cosas?

– ¿No os dije que era extraño? Como pintor es, sin duda, el más extraordinario que se haya visto jamás, pero es a la vez el más rebelde. Le cuesta un imperio terminar a tiempo una obra; en realidad, jamás lo ha hecho. Y lo que es peor, le dan igual las instrucciones de sus mecenas. Siempre pinta lo que le viene en gana.

– No puede ser.

– Lo es, padre. Los monjes del monasterio de San Donato a scopeto, muy cerca de Florencia, le encargaron hace quince años un cuadro sobre la Natividad de Nuestro Señor… ¡que aún está por acabar! ¿Y sabéis lo peor? Que Leonardo alteró aquella escena hasta el límite de lo tolerable. En lugar de pintar una adoración de los pastores al niño Jesús, el maestro comenzó una tabla que llamó La Adoración de los Magos (Hoy en los Uffizi de Florencia) y la llenó de personajes retorcidos, de caballos y hombres haciendo extraños gestos al cielo, que no aparecen descritos en los Evangelios.

Contuve un escalofrío.

– ¿Estáis seguro?

– Nunca miento -saltó-. Pero habéis de saber que eso no es nada.

¿Nada? Si lo que fray Alessandro insinuaba era cierto, el Agorero se había quedado corto en sus temores: aquel diablo de Vinci había recalado en Milán dejando atrás graves antecedentes de manipulación de obras de arte. Algunas de las frases lapidarias que había leído en los anónimos comenzaban a retumbar en mi mente como truenos que amenazan tormenta. Lo dejé continuar:

– Aquélla no era una adoración cualquiera. ¡No tenía ni siquiera una estrella de Belén! ¿No os parece raro?

– ¿Y a vos qué os dice eso?

– ¿A mí? -Las mejillas marmóreas de fray Alessandro adquirieron un tibio color melocotón. Le ruborizaba que un hombre ilustrado llegado de Roma le preguntara con un nada disimulado interés por su sincera opinión sobre algo-. La verdad, no sé qué pensar. Leonardo, ya os lo he dicho, es una criatura fuera de lo común. No me extraña que la Inquisición se haya fijado en él…

– ¿ La Inquisición?

Otra punzada me atravesó el estómago. En el poco tiempo que llevábamos tratándonos, fray Alessandro había desarrollado una habilidad innata para sobresaltarme. ¿O quizá me había vuelto más susceptible? Su mención al Santo Oficio me hizo sentir culpable. ¿Cómo no lo pensé antes? ¿Cómo no se me había ocurrido consultar los archivos generales de la Sacra Congregazione antes de viajar a Milán?

– Dejadme que os lo cuente -dijo entusiasta, como si le encantara rebuscar en su memoria esa clase de cosas-. Después de dejar inconclusa su Adoración de los Magos, Leonardo se mudó a Milán y fue contratado por la Confraternidad de la Inmaculada Concepción, ya sabéis, los franciscanos que regentan San Francesco II Grande y con los que tiene litigios permanentes nuestro prior. Y allí el toscano volvió a tener los mismos problemas que en Florencia.

– ¿Otra vez?

– Desde luego. Meser Leonardo tenía que elaborar un tríptico para la capilla de la Confraternidad con los hermanos Ambrogio y Evangelista de'Predis. Entre los tres cobraron doscientos escudos por adelantado a cuenta del trabajo, y cada uno se entregó a una parte del retablo. El toscano se hizo cargo de la tabla central. Su cometido era pintar una Virgen rodeada de profetas, mientras que los laterales mostrarían un coro de ángeles músicos.

– No continuéis: jamás terminó su trabajo…

– Pues no. Esta vez meser Leonardo concluyó su parte, pero no entregó lo que se le había pedido. En su madero no estaban los profetas por ninguna parte. En cambio, presentó un retrato de Nuestra Señora dentro de una cueva, junto al niño Jesús y a san Juan. (La Virgen de las Rocas, hoy en el Louvre) El muy osado aseguró a los frailes que su tabla representaba el encuentro que ambos niños tuvieron mientras Jesús y su familia huían a Egipto. ¡Pero eso tampoco lo recoge ningún Evangelio!

– Y, claro, le denunciaron al Santo Oficio.

– Sí. Pero no por lo que creéis. El Moro medió para que el proceso no prosperara y lo libraran de un juicio seguro.

Dudé si seguir preguntándole. Al fin y al cabo era él quien quería que le pusiera al corriente de mis acertijos. Pero no podía negar que sus explicaciones me tenían intrigado:

– Entonces, ¿cuál fue la denuncia que interpusieron a la Inquisición?

– Que Leonardo se había inspirado en el Apocalipsis Nova para pintar su obra.

– Nunca oí hablar de semejante libro.

– Se trata de un texto herético escrito por un viejo amigo suyo, un franciscano menorita llamado Joao Mendes da Silva, también conocido como Amadeo de Portugal, que murió en Milán el mismo año en que Leonardo terminó su tabla. El tal Amadeo publicó un libelo en el que insinuaba que la Virgen y san Juan eran los verdaderos protagonistas del Nuevo Testamento, no Cristo.

Apocalipsis Nova. Memoricé aquel dato para añadirlo al eventual sumario que podría abrir contra Leonardo por herejía.

– ¿Y cómo se dieron cuenta los frailes de esa relación entre el Apocalipsis Nova y la pintura de Leonardo?

El bibliotecario sonrió:

– Era muy evidente. El cuadro representaba a la Virgen junto al niño Jesús y al ángel Uriel al lado de Juan Bautista. En condiciones normales, Jesús debería aparecer bendiciendo a su primo Juan, pero en su cuadro ¡sucedía justo lo contrario! Además, la Virgen, en lugar de abrazar a su primogénito, extendía sus brazos protectores sobre el Bautista. ¿Lo entendéis ya? Leonardo había retratado a san Juan no sólo legitimado por Nuestra Señora, sino impartiendo su bendición al mismísimo Cristo, demostrando así su superioridad sobre el Mesías.

Felicité entusiasta a fray Alessandro.

– Sois un observador muy agudo -dije-. Habéis iluminado mucho la mente de este siervo de Dios. Estoy en deuda con vos, hermano.

– Si vos preguntáis, yo os responderé. Es un voto que siempre cumplo.

– ¿Como el ayuno?

– Sí. Como el ayuno.

– Os admiro, hermano. De veras.

El bibliotecario se hinchó como un pavo real y mientras la claridad iba despejando las sombras del claustro, desvelando los relieves y ornamentos que ocultaba, se atrevió por fin a romper la, supongo, provocadora espera que se había impuesto:

– Entonces, ¿me dejaréis que os ayude con vuestros acertijos?

12.

En aquel momento no supe qué responder.

Además de con fray Alessandro, el otro fraile con el que hablaba con cierta frecuencia era el sobrino del prior, Matteo. Aún era un niño, pero más despierto y curioso que los de su edad. Tal vez por eso el joven Matteo no había podido resistir la tentación de acercarse a mí y preguntarme cómo era mi vida en Roma. La gran Roma.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La cena secreta»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La cena secreta» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La cena secreta»

Обсуждение, отзывы о книге «La cena secreta» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x