Anne Rice - Camino A Caná

Здесь есть возможность читать онлайн «Anne Rice - Camino A Caná» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Camino A Caná: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Camino A Caná»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Esta segunda entrega de la ambiciosa y valiente crónica de la vida de Cristo comienza justo antes de su bautizo en aguas del Jordán y termina con el milagro de Caná. Jesús vive como un miembro más de su comunidad, a la espera de una señal que le indique el camino que habrá de tomar. Cuando el agua de las tinajas se convierte en vino, Jesús atiende a su llamado y se convierte en aquel que invoca a Israel para que tome las armas contra Roma.

Camino A Caná — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Camino A Caná», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Su rostro no tenía expresión. Hizo un gesto con la mano derecha, una y otra vez, como si arañara el aire.

– Dio la carta a Abigail -dijo mi madre-, pero no sabe si la ha leído.

– Ve ahora a su casa -dijo la vieja Bruria-. ¡Tú, Cleofás, ve! Ve y lleva contigo a tu hijastra. Ve y llama a su puerta. Dile que has ido a darle las noticias.

– Todos los que pasaban han llamado -dijo Santiago-. Jasón estaba golpeando la puerta hace un momento, cuando hemos entrado. Ya basta por hoy. Puede que al viejo loco se le ocurra salir a pasear por voluntad propia. El alboroto le tendrá despierto toda la noche, en cualquier caso.

– De todos modos, podríamos llamar a su puerta, ¿sabes? -insistió Cleofás -. Todos nosotros, bailando y bebiendo, podríamos sencillamente llamar a su puerta, y luego, claro está, le diríamos que lo sentimos, pero que es… -No terminó la frase. A nadie le apetecía hacer una cosa así.

– Esta noche no es el momento de contárselo a Jasón -dijo Santiago-.

Pero podremos ir con él mañana, y llamar a la puerta si es necesario hacerlo.

Todos estuvimos de acuerdo. Y sabíamos que su tío, el rabino, sin duda se lo contaría todo.

13

No fuimos a trabajar al día siguiente. Era una fiesta, una celebración en acción de gracias al Señor por la decisión del gobernador, y quienes tenían ganas de beber lo hicieron, pero la mayoría de la gente iba de casa en casa para hablar sobre el gran acontecimiento, que para algunos era un triunfo del pueblo, para otros la humillación del gobernador, y para los más ancianos sencillamente la voluntad de Dios.

Santiago, como no podía quedarse quieto, barrió los establos y el patio dos veces, y yo, incapaz de quedarme quieto si Santiago no se estaba quieto, fui a traer agua y dar de comer a los burros, me dediqué a arrancar las malas hierbas del huerto, y volví pensando que era preferible no decir nada de la cosecha que la sequía estaba echando a perder. Miré el cielo sereno y decidí ir a Cana.

Desde luego, no era un día para apremiar a Hananel ni para hacer gestiones en favor de nadie. Su amado nieto había vuelto a casa, y sin duda querría que le dejaran disfrutar de la ocasión y dar las gracias a Dios por ello.

Pero yo no podía esperar. Hiciera lo que hiciera, fuera a donde fuera, no veía otra cosa que a Abigail en su cuarto oscuro. Veía a Abigail tendida en el suelo, y a veces también sus ojos apagados.

La población de Cana, mucho más pequeña que Nazaret, parecía también llena de celebraciones bulliciosas, y yo pasé desapercibido entre corros de hombres que bebían y charlaban, e incluso de familias reunidas para almorzar sobre la hierba reseca y bajo los árboles. El viento no resultaba molesto, y de todas formas la gente parecía haber olvidado la sequía; habían logrado una gran victoria contra algo que temían aún más.

La casa de Hananel estaba llena de agitación. Se hacían preparativos para una fiesta. Pasaban hombres cargados con cestos de fruta. Olía a cordero asado.

Crucé la puerta y encontré al viejo esclavo que me había recibido la vez anterior.

– Escucha -le dije-, no quiero molestar a tu amo en un día así, pero tienes que darle un recado de mi parte, te lo ruego.

– Con mucho gusto lo haré, Yeshua. Ven, entra. El amo está radiante de alegría. Rubén ha vuelto a casa sano y salvo, esta misma mañana.

– Di a tu amo solamente que he venido, y que le deseo toda clase de felicidad. Y dile que espero una palabra suya sobre el asunto del que hablamos. ¿Lo harás por mí? Díselo, es todo lo que te pido. Recuérdaselo cuando puedas.

Salí de la casa antes de que el esclavo pudiera protestar, y no había recorrido aún la mitad del camino a Nazaret cuando me encontré a Jasón.

Venía a caballo, algo poco habitual, tal vez la montura que había alquilado para el viaje desde Cesárea. De inmediato desmontó y se acercó a mí.

Y sin más me dijo:

– Ese hombre está loco. Cómo puede hacer algo así a su propia hija, encerrarla y dejarla morir de hambre. Sólo por pensar en una cosa así merece la muerte.

– Lo sé -dije. Y le conté sucintamente que Hananel de Cana había escrito a los familiares de Abigail de distintos lugares-. Y ahora estamos esperando la respuesta. -¿Adonde vas? -me preguntó.

– A casa -dije-. No puedo importunar a ese hombre en el día del regreso de su nieto. He dejado un mensaje. Es todo lo que podía hacer.

– Bueno, yo me dirijo a comer con ellos -dijo Jason-. El viejo en persona mandó a buscarme. Procuraré que lo recuerde. Le diré algo si veo que está cegado por el regreso del nieto.

– Jasón, sé prudente. Ha enviado cartas en su favor. No llegues como una tormenta a su casa exigiéndole nada. Alégrate de que te haya invitado a una fiesta bajo su techo.

Jasón asintió y dijo:

– Bien, quiero que me lo cuentes todo, lo que hicieron aquellos bandidos a Abigail. La arrastraron por el suelo boca abajo, según me ha contado mi tío… -¿Qué importa ahora? -repuse-. No puedo hacerlo ahora, revivirlo todo.

Sigue tu camino. Ven a verme mañana y te contaré lo que quieras saber.

A última hora de la tarde llegaron a casa Menahim y Shabi, y casi todos los jóvenes que se habían ido con ellos. La casa se llenó de discusiones y reproches. Tío Cleofás estaba furioso con sus hijos José, Judas y Simón. Ellos aguantaron el chaparrón en silencio, pero sus miradas y sonrisas furtivas decían a las claras que se sentían partícipes de una hazaña espléndida.

Santiago habría azotado a Shabi, pero su mujer Mará le detuvo.

Yo desaparecí.

Fuera de la casa de Shemayah, Isaac el Menor y Yaqim miraban ceñudos la puerta que no se abría. Ana la Muda subía la cuesta desde el mercado con una pequeña cesta llena de fruta y pan. Me miró como si no me conociera. Llamó de una forma que era sin duda una señal, y la puerta se abrió. Pude ver la cara severa de la vieja criada antes de que la puerta se cerrara de nuevo de un portazo.

Subí la calle y bajé luego la colina hasta el arroyo. Era ahora tan poca el agua que fluía desde los aljibes que el lecho del arroyo estaba gris de polvo, como todo lo demás. El sol arrancaba aquí y allá chispazos súbitos de los lugares donde el agua corría aún, profunda, secreta y lenta.

Fui hasta el aljibe, y me lavé despacio las manos y la cara.

Luego subí a la arboleda.

Estuve un rato arrodillado y rogué al Señor por Abigail. Me di cuenta de que estaba llorando, y sólo poco a poco se me ocurrió que llorar en ese lugar era perfectamente adecuado. Nadie podía verme, a excepción del Señor. Así que finalmente lloré sin trabas de ninguna clase. «Padre que estás en los Cielos, ¿cómo ha podido ocurrir esto? ¿Cómo es que esa muchacha sufre siendo inocente, y cómo ha podido mi torpeza empeorar aún más las cosas?»

Por fin cayó sobre mí el agotamiento, un agotamiento casi dulce porque expulsaba de mi interior la ansiedad, y me dejé caer sobre el blando lecho de hojarasca.

Doblé el brazo debajo de mi cabeza como almohada y me dejé ir sin esfuerzo hacia el sueño.

No fue un sueño profundo. Fue una especie de amable mezcolanza de los suaves sonidos que me rodeaban, el crujido de las hojas recién caídas y el susurro de las que el aire agitaba sobre mi cabeza. Pronto ya no pude oír mi propio corazón. Acariciaban mi olfato dulces fragancias. Medio en sueños me maravillé de que, en medio de una terrible sequía como la que padecíamos, cosas minúsculas, cosas fragantes, siguieran brotando al sol y a la sombra, y de tenerlas a mi lado. ¿Pasó una hora? ¿O fue más tiempo?

Sentí un hormigueo, el hormigueo del hombre que tiene que ponerse en pie para estar de vuelta en casa antes de que oscurezca. Pero en realidad no llegué a ser consciente de él.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Camino A Caná»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Camino A Caná» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Camino A Caná»

Обсуждение, отзывы о книге «Camino A Caná» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x