A G E N T E C E R O
(LA SERIE DE SUSPENSO DE ESPÍAS DEL AGENTE CERO—LIBRO 1)
J A C K M A R S
Jack Mars
Jack Mars es el autor bestseller de USA Today, autor de las series de suspenso de LUKE STONE, las cuales incluyen siete libros (y contando). También es el autor de la nueva serie de precuelas LA FORJA DE LUKE STONE y de la serie de suspenso del espía KENT STEELE.
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Derechos de autor © por Jack Mars. Todos los derechos reservados. Exceptuando los permitidos bajo el Acta de Derechos de Autor de Estados Unidos en 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en una base de datos o en un sistema de recuperación, sin previa autorización del autor. Este ebook está licenciado únicamente para su disfrute personal Este ebook no puede ser revendido o regalado a otras personas. Sí quieres compartir este libro con otra persona, por favor adquiere una copia adicional. Sí estás leyendo este libro y no lo has comprado o si no fue comprado para tu uso particular, por favor regrésalo y adquiera su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor. Este un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos y los incidentes son ó producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es enteramente coincidencia.
LIBROS POR JACK MARS
LUKE STONE THRILLER SERIES
POR TODOS LOS MEDIOS NECESARIOS (Libro #1)
LA SERIE DE ESPÍAS DE KENT STEELE
AGENTE CERO (Libro #1)
OBJETIVO CERO (Libro #2)
CONTENIDO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
EPÍLOGO
“La vida de los muertos se coloca en la memoria de los vivos”.
—Marcus Tullius Cicero
La primera clase del día siempre fue la más dura. Los estudiantes se mezclan en el salón de lectura de la Universidad de Columbia como zombis perezosos y con ojos muertos, con sus sentidos embotados por todas las sesiones de estudio nocturnas o por resacas o por alguna combinación de ellas. Llevaban pantalones deportivos y camisetas de ayer y apretaban tazas de poliestireno llenas de latte moca de soya o de tostados artesanales o de cualquier otra cosa que los chicos beben en estos días.
El trabajo del Profesor Reid Lawson era enseñarnos pero, el también reconoce la necesidad de un impulso por la mañana — un estimulante mental para suplementar la cafeína. Lawson les dió un momento para encontrar sus asientos y ponerse cómodos mientras él se quitaba su saco deportivo de tweed y lo colocaba sobre su silla.
“Buenos días”, el dijo en voz alta. El anuncio estremeció a varios estudiantes, quienes de repente levantaron la Mirada como si no se hubieran dado cuenta de que habían entrado a un salón de clases. “Hoy vamos a hablar acerca de los piratas”.
Esto obtuvo algo de atención. Ojos miraron hacia adelante, parpadeando a través de la gran falta de sueño y tratando de determinar si en realidad había dicho “piratas” o no.
“¿Del Caribe?” Bromeó un estudiante de segundo año en la primera fila.
“Del Mediterráneo en realidad”, corrigió Lawson. Él se paseo lentamente con sus manos juntas detrás de su espalda. “¿Cuántos de ustedes han tomado la clase del Profesor Truitt sobre imperios antiguos?” Alrededor de una tercera parte de la clase levantó sus manos. “Bien. Entonces saben que Imperio Otomano fue una potencia mundial durante, oh, casi seiscientos años. Lo que quizás no sepan es que los corsarios Otomanos, o más coloquialmente, los piratas de Berbería, asecharon los mares durante una gran parte de ese tiempo, desde la costa de Portugal, a través del Estrecho de Gibraltar, y gran parte del Mediterráneo. ¿Qué crees que buscaban? ¿Alguien? Sé que están vivos ahí afuera”.
“¿Dinero?” pregunto una chica de la tercera fila.
“Tesoros”, dijo el estudiante de segundo año en el frente.
“¡Ron!” Gritó un estudiante masculino desde la parte de atrás del salón, provocando una risita de la clase. Red sonrió también. Había algo de vida en la multitud después de todo.
“Todas son buenas conjeturas”, el dijo. “Pero la respuesta es ‘todas las anteriores’. Verán, los piratas de Berbería, muchos de ellos de dirigieron a los buques mercantes Europeos, y ellos lo tomarían todo… y me refiero a todo. Zapatos, cinturones, dinero, sombreros, bienes, la nave en sí… y su tripulación. Se cree en el lapso de dos siglos desde 1580 hasta 1780, los piratas de Berbería capturaron y esclavizaron más de dos millones de personas. Lo tomarían todo de vuelta a su reino en el Norte de África. Esto pasó por siglos. ¿Y qué creen que hicieron las naciones Europeas a cambio?”
“¡Declararon la guerra!” gritó el estudiante de atrás.
Una chica tímida con anteojos de montura de cuerno levantó su mano levemente y preguntó, “¿Acordaron un tratado?”
“De alguna forma”, respondió Lawson. “Los poderes Europeos acordaron pagar tributo a las naciones de Berbería, en forma de grandes sumas de dinero y bienes. Estoy hablando de Portugal, España, Francia, Alemania, Suecia, los Países Bajos… todos les pagaban a los piratas para mantenerlos alejados de sus botes. El rico se volvió más rico, y los piratas retrocedieron… en su mayoría. Pero entonces, a finales del siglo dieciocho y a principios del siglo diecinueve, algo pasó. Un evento ocurrió que sería el catalizador para el fin de los piratas de Berbería. ¿Alguien quiere aventurarse a adivinar?”
Nadie habló. A su derecha, Lawson descubrió a un chico desplazándose en su teléfono.
“Sr. Lowell”, el dijo. El chico prestó atención. “¿Alguna conjetura?”
“Um… ¿Estados Unidos pasó?”
Lawson sonrió. “¿Me estás preguntando o me estás diciendo?” Ten confianza en tus respuestas y el resto de nosotros al menos pensaremos que sabes de lo que estás hablando”.
“Estados Unidos pasó”, el dijo de nuevo, esta vez más enfáticamente.
“¡Así es! Estados Unidos pasó. Pero, como sabrán, apenas éramos un pichón nación en ese momento. América era más joven que la mayoría de ustedes. Tuvimos que establecer rutas de comercio con Europa para impulsar nuestra economía pero, los piratas de Berbería, empezaron a tomar nuestros barcos. Cuando dijimos: ‘¿Qué demonios chicos?’ ellos demandaron tributo. Nosotros apenas teníamos una tesorería, y mucho menos algo en ella. Nuestra alcancía de cerdito estaba vacía. ¿Entonces qué opción teníamos? ¿Qué podíamos hacer?”
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