Jack Mars - Agente Cero

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No dormirás hasta que hayas terminado con AGENTE CERO. El autor hizo un excelente trabajo creando un conjunto de personajes que están muy desarrollados y que los disfrutarás mucho. La descripción de las escenas de acción nos transporta a la realidad, que es casi como sentarse en el cine con sonido envolvente y 3D (sería una increíble película de Hollywood) . Difícilmente esperaré por la secuela. --Roberto Mattos, Books and Movie ReviewsEn este debut tan anticipado de una épica serie de suspenso y espías, del bestseller #1 Jack Mars, los lectores son llevados a un thriller de acción por toda Europa. Kent Steele como presunto agente de la CIA, perseguido por terroristas, por la CIA y por su propia identidad, deberá resolver el misterio de quién lo persigue, del blanco pendiente de los terroristas – y de la hermosa mujer que sigue apareciendo en su mente. Kent Steele, 38 años, un brillante profesor de Historia Europea en la Universidad de Columbia, tiene una vida tranquila en un vecindario de Nueva York con sus dos hijas adolescentes. Todo eso cambia cuando una noche recibe un golpe en su puerta y es secuestrado por tres terroristas – y se encuentra a sí mismo volando sobre el océano para ser interrogado en una base en París. Ellos están convencidos de que Kent es el espía más letal que la CIA haya conocido. Él está convencido de que ellos tienen al hombre equivocado. ¿Es así?Con una conspiración a su alrededor, con adversarios tan inteligentes como él y un asesino al asecho, el juego salvaje del gato y el ratón lleva a Kent a un camino peligroso – uno que pudiese llevarlo de regreso a Langley – y al sorprendente descubrimiento de su propia identidad. AGENTE CERO es una serie de suspenso y espionaje que te mantendrá pasando páginas tarde en la noche. Una de las mejores series de suspenso que he leído este año. Books and Movie Reviews (con respecto a Por Todos Los Medios Necesarios) También está disponible la serie #1 mejor vendida de Jack Mars, las series de SUSPENSO de LUKE STONE (7 libros) que comienzan con Por Todos Los Medios Necesarios (Libro #1), ¡en descarga gratuita con más de 800 calificaciones de 5 estrellas!

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“Lo hice”, el interrogador respondió.

El hombre alto giró sobre Reid, echando humo. Reid contuvo el aliento, esperando ser golpeado de nuevo.

En cambio, el hombre reanudó su caminar. Decía algo rápidamente en Árabe. El interrogador respondió. El bruto miró fijamente a Reid.

“¡Por favor!” dijo en voz alta sobre su charla. “No soy quien sea que piensen que soy. No tengo recuerdos de nada de lo que preguntan…”

El hombre alto se calló y sus ojos se expandieron. Casi se golpeo así mismo en la frente, y luego le respondió con entusiasmo al interrogador. El hombre pasivo en el kufi acarició su barbilla.

“Posible”, dijo en Inglés. Se levantó y tomó la cabeza de Reid con ambas manos.

“¿Qué es esto? ¿Qué estás haciendo?” Reid preguntó. Las puntas, de los dedos del hombre, él sentía que bajaban y subían por su cuero cabelludo.

“Quieto”, dijo el hombre rotundamente. Sondeó la línea de su cabello, su cuello, sus orejas — “¡Ah!” dijo bruscamente. Le farfulló a su cohorte, quien se lanzó hacia él y tiró violentamente de la cabeza de Reid a un lado.

El interrogador pasó un dedo a lo largo del mastoideo izquierdo de Reid, la pequeña sección de un hueso temporal justo detrás de la oreja. Había un bulto oblongo debajo de la piel, apenas más grande que un grano de arroz.

El interrogador le gritó algo al hombre alto, y este último rápidamente salió de la habitación. El cuello de Reid dolía por el extraño ángulo del cual estaban sosteniendo su cabeza.

“¿Qué? ¿Qué está sucediendo?” preguntó.

“Este bulto, aquí”, preguntó el interrogador, moviendo su dedo sobre él de nuevo. “¿Qué es esto?”

“Esto es… esto es sólo una protuberancia occipital”, dijo Reid. “La he tenido desde un accidente de automóvil, a mis veinte años”.

El hombre alto regresó rápidamente, esta vez con una bandeja de plástico. La colocó sobre el carro, al lado del polígrafo. Sin importar la poca luz y el extraño ángulo de su cabeza, Reid podía ver claramente que había dentro de la bandeja. Un golpe de miedo apretó su estómago.

La bandeja era hogar de un número de instrumentos plateados y afilados.

“¿Para qué son esos?” Su voz estaba en pánico. Él se sacudió contra sus ataduras. “¿Qué estás haciendo?”

El interrogador soltó un breve comando al bruto. Él dio un paso adelante, y el repentino brillo de la lámpara casi cegaba a Reid.

“Esperen… ¡esperen!” gritó. “¡Solamente díganme lo que quieran saber!”

El bruto se apoderó de la cabeza de Reid con sus grandes manos y lo apretó con fuerza, obligándolo a permanecer. El interrogador escogió una herramienta — un bisturí de hoja delgada.

“Por favor no… por favor no…” El aliento de Reid venía en cortos jadeos. Estaba casi hiperventilando.

“Shh”, dijo el interrogador con calma. “Querrás permanecer como estás. No quisiera cortar tu oreja. Al menos, no por accidente”.

Reid gritó mientras la cuchilla se deslizaba dentro de la piel de su oreja, pero el bruto lo sostuvo en sí. Cada musculo de sus extremidades se puso tenso.

Un extraño sonido llego a sus oídos — una suave melodía. El interrogador estaba cantando una canción en Árabe mientras cortaba en la cabeza de Reid.

Soltó el bisturí sangriento en la bandeja mientras Reid siseaba alientos bajos a través de sus dientes. Luego el interrogador alcanzó un par de pinzas de punta de aguja.

“Me temo que este es sólo el comienzo”, murmuró en la oreja de Reid. “La siguiente parte de verdad va a doler”.

Las pinzas sujetaban algo en la cabeza de Reid — ¿era ese su hueso? —y el interrogador tiró.

Reid chilló en agonía mientras un dolor candente le atravesó el cerebro, pulsando en las terminaciones nerviosas. Sus pies se golpearon contra el piso.

El dolor aumento hasta que Reid pensó que no posiblemente no podría aguantar más. La sangre brotaba de sus orejas y sus propios gritos sonaban como si estuviesen muy lejos. Luego la lámpara de procedimiento se atenuó y los bordes de su visión se oscurecieron mientras caía inconscientemente.

CAPÍTULO TRES

Cuando Reid tenía veintitrés, estuvo en un accidente de automóvil. El semáforo se puso en verde, facilitando la intersección. Una camioneta saltó la luz y se estrelló contra su lado del pasajero delantero. Su cabeza golpeó la ventana. Estuvo inconsciente por varios minutos.

Su única lesión fue una rotura del hueso temporal de su cráneo. Sanó bien; la única evidencia del accidente fue un pequeño bulto detrás de su oreja. El doctor le dijo que era una protuberancia occipital.

Lo gracioso sobre el accidente era que a pesar de que se acordaba del hecho, no podía acordarse de ningún dolor — ni cuándo pasó, y nada después, tampoco.

Pero podía sentirlo ahora. Mientras recuperaba la conciencia, el pequeño parche de hueso detrás de su oreja izquierda zumbaba de manera torturadora. La lámpara estaba brillando en sus ojos nuevamente. El echó un vistazo y gimió ligeramente. El mover su cabeza en menor cantidad enviaba una nueva picadura por su cuello.

Repentinamente su mente brilló en algo. La luz brillante en sus ojos no era del todo de la lámpara.

El sol de la tarde ardía contra un cielo azul sin nubes. Un A-10 Warthog vuela sobre su cabeza, girando a la derecha y sumergiéndose en la altitud sobre los tejados lizos, apagados de Kandahar.

Su visión no era fluida. Venía en destellos, como varias fotografías en secuencia; como si estuviese viendo a alguien bailar bajo una luz estrobostópica.

Estás de pie en el techo beige de un edificio parcialmente destruido, una tercera parte de él desapareció. Traes la culata a tu hombro, el ojo a la mira y la vista en un hombre debajo…

Reid sacudió su cabeza y gruñó. Está en la habitación de concreto, bajo la mirada discerniente de la lámpara de procedimiento. Sus dedos temblaban y sus extremidades sentían frío. El sudor corría por su frente. Estaba entrando en shock. En su posición, podía ver que el hombro izquierdo de su camisa estaba empapado en sangre.

“Protuberancia occipital”, dijo el interrogador con una voz plácida. Luego se rió con sarcasmo. Una mano delgada apareció en el campo de visión de Reid, agarrando el par de pinzas de punta de aguja. Apretado entre sus dientes había algo pequeño y plateado, pero Reid no podía verlo en detalle. Su visión era confusa y la habitación se inclinaba ligeramente. “¿Sabes qué es esto?”

Reid negó con su cabeza lentamente.

“Debo admitir que solamente he visto esto una vez”, dijo el interrogador. “Un chip de supresión de memoria. Es una herramienta muy útil para personas en tu situación única”. Dejó caer en la bandeja de plástico las pinzas ensangrentabas y el pequeño grano plateado.

“No”, Reid gruñó. “Imposible”. La última palabra salió como poco más que un murmullo. ¿Supresión de memoria? Eso era ciencia ficción. Para que eso funcione, tendría que afectar todo el sistema límbico del cerebro.

El quinto piso del Ritz Madrid. Ajustaste tu corbata negra antes de patear la puerta con un tacón sólido justo encima de la perilla de la puerta. El hombre que está adentro estaba desprevenido; se pone de pie y agarra una pistola del escritorio. Pero antes de que pueda nivelarse, tomas la mano de su pistola y la giras de abajo hacia afuera. La fuerza le rompe la muñeca fácilmente…

Reid sacudió la secuencia confusa de su cerebro, mientras el interrogador tomaba asiento en la silla frente a él.

“Me hiciste algo”, murmuró.

“Sí”, el interrogador asintió. “Te hemos liberado de tu prisión mental”. Se inclinó hacia adelante con una sonrisa tensa, buscando algo en los ojos de Reid. “Estás recordando. Esto es fascinante de ver. Estás confundido. Tus pupilas están anormalmente dilatadas, a pesar de la luz. ¿Qué es real, ‘Profesor Lawson’?”

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