Nando Cruz - Pequeño circo

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A finales de
los 80, cuando los héroes de la Movida madrileña estaban de capa caída o habían sucumbido a la tentación del mainstream y las multinacionales, surge una nueva generación que, fuertemente influida por el pop-rock independiente británico y norteamericano y por la proclama del punk del «hazlo tú mismo», empieza a gestar un nuevo universo sónico que bascula entre el
noise, el
rock de garaje y el
pop más naíf y etéreo. Al mismo tiempo, de los lugares más insospechados del territorio español, algunos jóvenes deciden montar su sello discográfico, a veces incluso en su casa, sin más medios que un fax, un teléfono y una estantería. También aparecen numerosos fanzines que, a base de corta y pega y fotocopias, se hacen eco de la nueva escena musical; la mayoría de veces para ensalzarla, pero también para parodiarla y denigrarla. Nace así el indie en España. El periodista musical Nando Cruz, tras un año y medio de trabajo y después de entrevistar a más de cien personas, compone por primera vez el apasionante retrato de una generación que, amplificada por una prensa especializada que acogió sus propuestas con un entusiasmo inusitado, se presentó como la alternativa musical de los 90. «Pequeño circo» es un recorrido por aquella década construido a través de las anécdotas, confesiones, epopeyas, ambiciones, errores, trapicheos, éxitos y fracasos de sus protagonistas. Pero entre los recuerdos y reflexiones de los entrevistados, también se cuela una mirada reflexiva y crítica, fruto del análisis y la distancia que proporcionan los más de veinte años transcurridos desde que empezó a cobrar forma aquella escena.

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IÑIGO PASTOR: Del rock radical vasco, me identifiqué más con la parte política que con la musical. La Polla me parecían divertidos por las letras, pero no tenían nada que ver con lo que yo consideraba punk: básicamente, un rock and roll con cierta clase y sonido. Me gustaban Cicatriz y Eskorbuto, cosas más transgresoras y agresivas. El rock radical vasco fue un movimiento muy importante, pero lo musical estaba demasiado en segundo plano.

Uno de los primeros conciertos que recuerdo es el de Eskorbuto en las fiestas de Santurce. Tocaban en las fiestas del pueblo, así que lo vio todo dios: los viejos, los niños… Fue dantesco. Vi las ratas muertas que habían cogido para tirarlas al público. Sería el año 81. Yo no sabía lo que era, ni por qué ni cómo. Allí siempre ha existido esa tradición de contratar a grupos locales. Fue la primera y última vez que tocaron para el Ayuntamiento de Santurce.

La Movida madrileña nunca me interesó mucho: siempre la relacioné con Los 40 Principales. Veía a esos grupos en otra dimensión, como si todo estuviese ya hecho para ellos. Desechables sí me marcaron mucho. No tenían nada que ver con lo que había. Eran un caso aislado. Los vimos en las fiestas de Bilbao. Y en otros pueblos de alrededor tocaron Golpes Bajos, Gabinete Caligari y todo el boom de grupos de los 80 que ya iban a ayuntamientos con más presupuesto.

ROBER!: Nací en Barakaldo en 1971. Desde muy pequeño me gustó la música y escuchaba la radio. Pero en la radio había lo que había, así que iba con el casete preparado y, si me gustaba algo, lo grababa. Tengo dos hermanas mayores, pero escuchaban los hits: Supertramp o lo que fuera. Era fácil oír punk aquí. Me hice fan de los Ramones a los trece, de los Clash a los catorce… Luego empecé a indagar y a tirar patrás . El primer disco de la Velvet lo compré con quince años.

En Bilbao es normal empezar a salir a los catorce años e ir a conciertos con diecisiete.

UNAI FRESNEDO: En la ikastola coincidí con Iñigo y Gorka «Munster». Yo vivía en Las Arenas, en Getxo, pero mi madre era profesora en esa ikastola de Portugalete y estudié allí desde el parvulario.

En el colegio me empezaron a caer las primeras cintas de los Sex Pistols, los Clash, los Ramones, David Bowie… Te las pasaban, te las grababas… Y con quince y dieciséis años, las de rock radical vasco: R.I.P., Cicatriz, Tijuana in Blue, Eskorbuto, La Polla Records… Y de los Clash acababas llegando a los Pleasure Fuckers y te interesabas por el garaje.

El primer concierto que vi fue en una acampada en favor del euskera. Iba con mis tíos y escuché dos canciones de un tío que con los años descubrí que era Ruper Ordorika. También vi a los Pogues en la época de If I Should Fall from Grace with God . A la salida, cuando íbamos para el coche, me crucé con Shane McGowan, que salía abrazado a una rubia. Le pedí la boina y me la dio. La guardé como oro en paño durante cuatro o cinco años.

IÑIGO PASTOR: En los bares de Santurce y también en los de Portugalete había discos en los bares. Estaban allí, físicamente, y había alguien que los ponía. El de Dream Syndicate, por ejemplo, estaba en muchos bares.

En Portugalete estaba el Departamento S, como el grupo inglés del mismo nombre. Era el único bar con música un poco «nueva ola». Había otro cerca, el A Flúor, como la canción de Derribos Arias. Había mucho rock radical vasco y era normal que apareciesen hordas de punkies y se liaran a hostias con nosotros —los modernos— por estar ahí.

Allí íbamos con mi hermano Gorka y Francisco Chacón, un vecino de Santurce que tenía los discos de Joy Division, David Bowie, los Cars… Él me mostró mucha música. Cuando le conocí estudiaba Periodismo en la facultad de Lejona. Acabó siendo director de cultura de El Mundo .

También iba la gente que luego formaría Dinamita pa’ los Pollos. Eran de Las Arenas, en Getxo. Cruzaban el puente y estaban aquí. Y los de Nueva Religión, un grupo de afterpunk formado por varios hermanos.

UNAI FRESNEDO: Hubiera sido más normal tener relación con Iñigo, que solo me lleva dos años, pero tuve más contacto con Gorka, que era cuatro años mayor. Aunque cuando empecé a tener relación con él, ya se había pirado de la ikastola y había empezado Bellas Artes.

No éramos muchos los que pasábamos de Getxo a Portugalete, pero cuando salíamos nos juntábamos todos en el Depar. Andoni, el disc-jockey, era supermoderno: ponía a los Cramps y los discos que se traía de Londres o que compraba por correo. Mucho garaje, mucho psychobilly, mucho rollo oscuro…

ROBER!: En el Mellid ponían garaje, en el Panorama ponían rock clásico y bares de punk litronero había mogollón. En el Depar ponían mucho garaje. Luego les dio muy fuerte con el rollo de Manchester y ya cambió un poco.

Ahí coincidiríamos con Iñigo «Munster» y Unai «Radiation», aunque entonces yo no los conocía.

IÑIGO PASTOR: Empecé a ver fanzines en el Departamento S y en los bares de Santurce. Y empecé a comprarlos, a consumirlos, a empaparme. Supongo que, por temas de la adolescencia, empecé a encerrarme mucho en ellos. En esos fanzines había direcciones para contactar con otros fanzines y empecé a cartearme: a escribir, a recibir, a mandar…

De repente, me di cuenta de que era posible hacer tu propio fanzine. Con Francisco [Chacón] empezamos a esbozar la idea. Él nos echó una mano con la edición de textos y nos animaba.

Todo partió de un regalo de cumpleaños. Cuando cumplí quince, pedí dinero a mis padres para poder pagar el número uno.

Alquilamos en un videoclub un VHS de la película La herencia de los Munster y nos gustó mucho. Le pusimos ese nombre al fanzine. Era un rollo muy ingenuo, y si te pillaba con catorce o quince años… La tipografía que usaríamos para el sello salió de la misma carátula del VHS.

Los fanzines los hacíamos en casa entre mi hermano y yo con una máquina de escribir. Algunas veces también nos ayudaba Javier González3. Vivía en Repelaga, un barrio bastante humilde de Portugalete, pero era un adelantado que fue a Londres. Javi llegaba con su maletita de discos, se pasaba por los bares y aparecía con vinilos de Meat Puppets o de Violent Femmes antes de que salieran. Fue una persona muy importante que nos puso al día de muchas cosas: del hardcore americano, de grupos de Londres de la época, del Paisley Underground…

Manipulábamos lo que escribíamos a base de fotocopias, hacíamos los montajes y… ¿dónde imprimíamos? Esa era otra… De crío no sabes nada del mundo de las imprentas. En Bilbao, cerca de la facultad, había una copistería. Allí nos hicieron el primer número. Salían Psychic TV, R.E.M., críticas de discos y maquetas de grupos locales.

El primer número lo hicimos con fotocopias. Luego ya los hicimos con fotolitos porque las tiradas lo requerían y la fotocopia era un lujo del copón. Sin embargo, la impresora Repromaster era manual y se utilizaba para hacer flyers políticos. Cuando empezamos solo hacían fotocopias en algunos sitios. Las usábamos para componer algún texto y hacer la maqueta, pero luego con eso íbamos a un sitio donde nos hacían los fotolitos… Hasta que descubrimos que hacer fotocopias sobre acetato valía como fotolito. Ahí ya nos ahorramos mucho coste y pudimos hacer más colores.

En Madrid había un fanzine, el Garageland , que tenía la portada en dos colores. Y pensabas, «¿cómo coño se hace eso?». Ibas por las imprentas y preguntabas. Y un señor con una bata te decía, «haz el fotolito, lo traes y te lo imprimo con este papel que me ha sobrado». Estábamos condicionados por el presupuesto de impresión, así que salían los que podías pagar: trescientos, quinientos, mil o dos mil, como llegamos a hacer al final.

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