—Escuché todo lo que le sucedió a Karen, así es —dijo la Sra. Patterson como si fuera hubiera ganado un distintivo con ello—. La pobre… era tan encantadora y amable.
—¿La conocía, entonces? —preguntó Kate.
—Un poco, sí —dijo la Sra. Patterson—. Pero, por favor… pasen, pasen.
Condujo a Kate y DeMarco al interior de su casa. Antes de entrar, Kate miró los objetos que le habían servido de pista para deducir que esta era la casa correcta. Había ocho diferentes estatuas de gatos, ornamentos que parecían producto de un extraño cambalache o de una venta de garaje. Algunas se veían inquietantes, como Lily Harbor había expresado.
La Sra. Patterson las condujo a su sala de recibo. El televisor estaba encendido, sintonizado en Buenos Días América con el volumen más bien bajo, lo que hizo asumir a Kate que la Sra. Patterson era una viuda que no lograba acostumbrarse a estar sola. Había leído en alguna parte que los mayores tendían siempre a tener la televisión o el estéreo encendido luego de perder a su cónyuge, solo porque así la casa parecía tener vida todo el tiempo.
Al tomar asiento en una butaca, Kate miró hacia afuera por la ventana de la sala que estaba situada en el lado este de la casa. Vio la calle e hizo su mejor esfuerzo por imaginar la disposición del patio y la calle. Estaba bastante segura de que estaban de hecho en la casa que había atisbado desde la ventana del despacho de Karen Hopkins.
—Sra. Patterson, acláreme algo, por favor —dijo Kate—. Cuando estábamos en la casa de los Hopkins, miré por la ventana de Karen y vi una casa justo al final del borde derecho de su patio. Era la suya, ¿correcto?
—Sí, así es —dijo la Sra. Patterson con una sonrisa.
—Dijo que conocía un poco a los Hopkins. ¿Podría detallar eso?
—¡Seguro! Karen me consultaba con respecto a su jardín de vez en cuando. Tiene uno justo afuera de la ventana de su oficina, ya saben. No era mucho lo que tenía plantado, solo hierbas para ser usadas en la cocina: albahaca, romero, algo de cilantro. Siempre he tenido buena mano para las plantas. Todos en el vecindario lo saben y normalmente vienen a pedir consejo. Tengo mi propio jardín allá atrás, si les apetece verlo.
—No, gracias —dijo DeMarco de manera cortés—. Estamos luchando con el tiempo. Necesitamos que nos diga lo que sabe sobre los Hopkins. ¿Parecían felices cuando los veía juntos?
—Eso supongo. No conozco tan bien a Gerald. Pero de vez en cuando, alcanzaba a verlo sentado en su porche trasero. Recientemente, los he visto allá tomados de la mano. Era algo bonito. Sus hijos habían crecido y se habían mudado, supongo que ya lo saben. Me gustaba imaginar que estaban hablando de sus planes de retiro, proyectando viajes y cosas así.
—¿Alguna vez sospechó que tuvieran problemas de algún tipo? —preguntó Kate.
—No. Nunca vi ni escuché nada que me sugiriera tal cosa. Hasta donde sé, eran una pareja normal. Pero supongo que cualquier pareja podría tener problemas potenciales luego que los hijos se van de la casa. No es inusual, ya saben.
—¿Vio a alguno de ellos la semana pasada?
—Sí. Vi a Karen en su pequeño jardín, recortando algo. Esto sería hace como cuatro o cinco días. No estoy segura. Cumplí setenta y cuatro este año y a veces mi mente es como una sopa.
—¿Habló con ella?
—No. Pero hay algo en lo que pensé ayer... algo que no necesariamente olvidé pero en lo que tampoco pensé mucho. Y honestamente… ni siquiera sé qué día sucedió, así que...
—¿Qué cosa sucedió? —preguntó DeMarco.
—Bueno, estoy bastante segura de que fue el martes… el día que Karen fue asesinada por lo que sé. Estoy casi segura de haber visto a alguien deambulando por el patio trasero. Un hombre. Un hombre que no era Gerald Hopkins.
—¿Parecía como si este hombre se fuera a meter en la casa? —preguntó Kate.
—No. Parecía pertenecer al lugar, si ello tiene sentido. Caminaba como si hubiese sido invitado, ¿saben? Vestía una especie de traje o uniforme. Había un pequeño distintivo o parche justo aquí —se dio unos golpecitos encima de su pecho izquierdo para indicar el sitio del que estaba hablando.
—¿Pudo ver bien el parche?
—No. Todo lo que puedo decir es que era casi todo blanco y parecía tener forma de estrella. Pero podría estar equivocada… en estos días mi vista es tan buena como mi memoria.
—Pero en cuanto a comunicarse con alguno de los Hopkins, ¿dice que no hubo nada la semana pasada?
—No. La última vez que hablé con Karen fue cuando vino a pedirme mi receta de torta de piña. Y eso fue hace casi tres semanas, creo.
Kate se devanó los sesos, tratando de pensar en otras preguntas con las que la Sra. Patterson pudiera ayudarlas a desvelar alguna cosa, pero nada se le ocurrió. Además, tenían que verificar a este hombre con uniforme, así que no se iban con las manos vacías.
—Sra. Patterson, muchas gracias por su tiempo. Si llega a pensar en algo más, siéntase libre de llamar a la policía local. Ellos nos harán llegar el mensaje.
—Siento la necesidad de preguntar… pero con el FBI involucrado, ¿puedo asumir que el homicidio anterior está conectado? ¿Fue hace como… una semana más o menos? Creo que su nombre era Marjorie Hix.
—Eso es lo que hemos venido a averiguar —dijo Kate—. ¿Llegó a conocer a Marjorie Hix?
—No. Honestamente, nunca había escuchado el nombre, hasta que una de mis amigas me contó lo que había sucedido.
Kate asintió y se dispuso a salir de la habitación. —De nuevo, gracias por su tiempo.
DeMarco se le unió y salieron afuera, cuando la lluvia caía sin amainar, a pesar del sol resplandeciente.
Kate casi sacó su teléfono para ver si Melissa le había dejado un mensaje de voz, pero desistió. Todo lo que conseguiría sería un estrés adicional. Y si ella no aprendía a separar su vida personal de su vida con el Buró, bien podía entregar ahora mismo su arma y su placa.
Se odió un poco por eso, pero por el momento sacó a Melissa de su mente mientras se dirigían de regreso al auto.
En el fondo, una pequeña vocecita le hablaba. ¿Recuerdas lo que sucedió cuando la hiciste a un lado a más temprano en tu carrera? Tomó mucho tiempo reparar ese daño. ¿Realmente quieres pasar por todo eso otra vez?
No, no quería. Y quizás fue por eso que acabó luchando por refrenar las lágrimas mientras DeMarco salía del acceso a la casa de la Sra. Patterson.
El Sheriff Bannerman estaba de regreso en la estación policial cuando Kate y DeMarco llegaron. Les hizo señas para que vinieran a su oficina. Al seguirlo, Kate notó que arrastraba los pies como si tuviera alguna dificultad al caminar. Mantuvo la puerta abierta para ambas y luego la cerró detrás de él.
—¿Tuvieron suerte? —preguntó.
—Hablamos con una tal Sra. Patterson, la mujer que vive en la casa que se puede ver desde la ventana en la oficina de Karen Hopkins —dijo Kate—. Ella dice que recuerda a alguien en el patio trasero el día que Karen fue asesinada.
—Ella dice que cree que fue ese día —añadió DeMarco.
—Sheriff, ¿sabe de alguna compañía en la zona cuyo logo tenga forma de estrella y sea básicamente blanco? Los empleados pueden estar llevando trajes de colores oscuros.
Bannerman lo pensó por un minuto y luego comenzó a asentir lentamente. Tecleó algo en la portátil de su escritorio, hizo varios clics y luego giró la pantalla hacia ellas. Había tecleado Hexco Proveedores de Internet en el buscador de Google y elegido la primera imagen.
—Está este —dijo—. Es el único que viene a mi mente de inmediato.
Kate y DeMarco estudiaron atentamente el logo. Era casi idéntico a la descripción de la Sra. Patterson. Tenía de hecho forma de estrella, solo que una de las puntas se alargaba y curvaba ligeramente. Unas líneas seguían a la estrella, y la central contenía la palabra Hexco.
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