—Sabemos que la policía ya lo ha interrogado, así que seremos breves —dijo Kate—. Si puede, me gustaría que describiera la última semana que pasó con Karen. ¿Podría hacerlo?
Se encogió de hombros. —Supongo que fue como cualquier otra semana. Me iba al trabajo, ella se quedaba. Yo venía a casa, hacíamos todo lo básico de una pareja casada. Habíamos caído en un programa… algo aburrido. Algunas parejas lo llamarían rutina.
—¿Pasaba algo malo? —preguntó Kate.
—No. Nosotros solo… No sé. En los últimos años, desde que los chicos se fueron, de alguna manera dejamos de intentarlo. Todavía nos amábamos pero todo era muy simple. Aburrido, ¿entiende? —suspiró y se estremeció una vez más— Oh, Dios, los chicos. Todos ya vienen para acá. Henry, el mayor, debería estar aquí en la próxima hora. Y luego yo tengo… tengo que atravesar por esto...
Bajó la cabeza y dejó escapar un gemido desesperado que acentuó unos sollozos entrecortados. Kate y DeMarco se apartaron, para darle espacio. Le tomó dos minutos calmarse. Cuando lo hizo, enjugó sus ojos y las miró como si se excusara.
—Tome su tiempo —dijo Kate.
—No, está bien. Es solo que desearía haber sido un mejor esposo hacia el final, ya sabe. Yo siempre estuve cerca, pero nunca estuve realmente allí. Creo que ella se estaba sintiendo sola. De hecho, sé que así era. Es solo que yo no quería invertir un mayor esfuerzo. ¿No ha sido miserable de mi parte?
—¿Sabe de alguien con quien ella pudo haberse reunido en los últimos días? —preguntó Kate— ¿Alguna reunión, cita, o algo parecido?
—Ni idea. Karen se encargaba de la casa. Ni siquiera sé que pasaba en mi propia casa… en mi propiavida la mitad del tiempo. Ella lo hacía todo. Hacía la contabilidad, fijaba las citas y la agenda, planeaba las cenas, cuidaba su condenado jardín, estaba pendiente de los cumpleaños y las reuniones familiares. Yo era bastante inútil.
—¿Nos permitiría tener acceso a la agenda de ella? —preguntó DeMarco.
—Lo que necesiten. Cualquier cosa. Bannerman y sus hombres ya tienen acceso a nuestra agenda conjunta. Hacíamos todo en nuestros teléfonos. Él puede indicarles.
—Gracias. Sr. Hopkins, le dejamos por ahora, pero por favor... si piensa en algo de interés, ¿podría por favor contactar con nosotras o con el Sheriff Bannerman?
Asintió, pero era evidente que estaba a punto de sollozar de nuevo.
Kate y DeMarco se marcharon, dirigiéndose de regreso a su auto. No había sido una reunión muy productiva, pero convenció a Kate de que no había forma de que Gerald DeMarco hubiera asesinado a su esposa. Uno no puede simular un dolor como ese. Había visto muchos hombres en el curso de su carrera y siempre había reconocido cuando era auténtico. Gerald Hopkins tenía un gran pesar y ella lo compadecía profundamente.
—¿Próxima parada? —preguntó DeMarco mientras se ponía detrás del volante.
—Me gustaría regresar a la casa de los Hopkins… quizás hablar con los vecinos. Él mencionó ese jardín, justo fuera de la oficina. Había una casa vecina que podía verse desde esa ventana. Es una pequeña posibilidad, pero quizás valga la pena probar.
DeMarco asintió y salió de la via de acceso. Se dirigieron de regreso a la residencia Hopkins cuando la primera de esas nubes que anunciaban tormenta se colocaba delante del sol.
***
Comenzaron con el vecino que estaba a la derecha de la residencia de los Hopkins. Tocaron la puerta principal sin obtener respuesta. Tras aguardar treinta segundos, Kate tocó de nuevo con el mismo resultado.
—¿Sabes? —dijo Kate— Después de trabajar durante tanto tiempo en vecindarios como este, casi esperas que al menos un miembro de la pareja esté en casa.
Tocó una vez más y como nadie respondió, se dieron por vencidas. Se marcharon, cruzando el patio de los Hopkins para probar suerte con el otro vecino. Al hacerlo, Kate miró hacia el césped entre las dos casas. Apenas podía ver el borde de la casa que era visible desde la ventana de la oficina de Karen Hopkins. Miraba la parte trasera de esa casa, cuyo frente estaría situado en la calle que cortaba aquella donde vivían los Hopkins.
Al dirigirse a la casa de la izquierda, Kate notó las primeras gotas de lluvia provenientes de las nubes tormentosas. Comenzaron a subir los escalones en el momento en el que su celular vibró en el bolsillo. Lo sacó y revisó la pantalla. Era Melissa. Un pequeño remordimiento atenazó su corazón. Estaba segura de que su hija estaba llamando para quejarse del hecho de que anoche hubiera dejado a Michelle con Alan. Y ahora, habiendo pasado el momento cuando tomó la decisión, Kate sentía que Melissa tenía todo el derecho a estar molesta.
Pero lo que sí era cierto es que no era una conversación para la que ahora estuviera lista, mientras subían los escalones de la casa del vecino. DeMarco tocó esta vez. A la puerta acudió de inmediato una mujer de aspecto juvenil, cargando a un niño que tendría dieciséis o dieciocho meses de edad.
—¿Sí? —dijo la joven.
—Hola. Somos las Agentes Wise y DeMarco del FBI. Estamos investigando el asesinato de Karen Hopkins y esperábamos obtener algo de información de los vecinos.
—Bueno, no soy exactamente una vecina —dijo la joven—. Pero igual podría serlo. Soy Lily Harbor, niñera al servicio de Barry y Jan Devos.
—¿Conocía bien a los Hopkins? —preguntó DeMarco.
—En realidad, no. Nos tratábamos por el nombre de pila, pero hablaba con ellos una o dos veces a la semana. E incluso entonces, era solo un saludo de pasada.
—¿Percibió que clase de personas son?
—Decentes por lo que pude ver —hizo una pausa cuando el niño empezó a halarle el pelo. Comenzaba a ponerse un poco inquieto—. Pero repito, no los conocía a fondo.
—¿Los Devos les conocían bien?
—Eso supongo. Barry y Gerald se prestaban cosas de vez en cuando. Combustible para las cortadoras de césped, carbón para la barbacoa, cosas así. Pero no creo que realmente se juntaran. Eran educados entre sí, pero no eran realmente amigos, ¿entiende?
—¿Sabe de alguien en la zona que los conociera bien? —preguntó Kate.
—En realidad, no. La gente por aquí es bastante reservada. Este no es un vecindario de mucho festejo, ¿entiende? Pero... me siento mal al decir esto… si quieren saber algo acerca de prácticamente cualquiera de la comunidad, podrían acercarse a la Sra. Patterson.
—¿Y quién es ella?
—Vive en la siguiente calle de atrás. Podemos ver su casa desde el patio de los Devos. Estoy bastante segura de que puede verse desde el porche trasero de los Hopkins.
—¿Cuál es la dirección?
—No estoy segura. Pero es facil de encontrar. Tiene en el porche unas esculturas de gatos que meten miedo de solo verlas.
—¿Cree que sería de ayuda? —preguntó DeMarco.
—Creo que sería su mejor apuesta, sí. No sé que tan veraz sea la información que tenga, pero nunca se sabe...
—Gracias por su tiempo —dijo Kate. Le brindó una sonrisa al pequeño, que le hizo extrañar a Michelle. También le recordó que muy probablemente tenía en su teléfono un agrio correo de voz de su hija.
Kate y DeMarco regresaron al auto. Para cuando se subieron y empezaron a rodar, la lluvia había comenzado a caer con un poco más de fuerza.
—Parece que esta casa de la Sra. Patterson, visible desde el patio de los Devos, bien pudiera ser la que vi por la ventana de la oficina de Karen Hopkins —dijo Kate—. Todos esos patios traseros conectados con solo unas cercas para dividirlos… eso podría ser un paraíso para una vieja entrometida.
—Bueno —dijo DeMarco—, veamos que sabe la Sra. Patterson.
***
Kate no pudo dejar de notar cómo se abrieron los ojos de la Sra. Patterson cuando se dio cuenta que dos agentes del FBI estaban paradas en su porche. No había una expresión de temor en su rostro; antes bien, era una de excitación. Kate imaginó que la vieja ya estaría planeando cómo le relataría la historia a todas sus amigas.
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