—¿Qué pasa si no puedo? —preguntó a Durán.
—Se lo paso entonces a la oficina de campo en Chicago. Pero realmente creo que eres la indicada para esto. Todo lo que necesito que hagas es encontrar algunas pistas y ponerlas en circulación. Después, los agentes locales pueden seguir con eso.
—¿Me dejas pensarlo?
—Kate, necesito saberlo ahora. Tengo que hacerle saber a la policía local y a la oficina de campo qué está pasando.
En su corazón, sabía que quería hacerlo. Quería tomarlo. Estaba loca por tomarlo. Y si eso la hacía una egoísta, entonces… entonces, ¿qué? Había una enorme diferencia entre poner a su familia primero y negarse a sí misma las oportunidades y la posibilidad de vivir su propia vida. Sabía que si rechazaba esta oportunidad solo porque en el último minuto se había hecho cargo de cuidar a Michelle por Melissa, se sentiría molesta con ambas. Dolía admitirlo, pero esa era la descarnada y honesta verdad.
—Okey, sí, cuenta conmigo. ¿Tenemos ya la información del vuelo?
—DeMarco se está encargando de todo eso —dijo Durán—. Te estará contactando en un rato.
Kate finalizó la llamada con sus ojos dirigiéndose de nuevo hacia Alan y Michelle. La tensa expresión en el rostro de Alan le decía que él había escuchado la conversación.
—¿Cuándo te vas? —preguntó.
—No sé. DeMarco está a cargo del itinerario. Esta noche. Alan… Lo siento.
Él no dijo nada, mirando a otro lado mientras se sentaba en el sofá con Michelle. —Es como es —dijo finalmente—, y no me siento tan mal... todavía tengo una excitante cita.
—No seas tonto, Alan. Llamaré a Melissa y le explicaré las cosas.
—No. Si ellos necesitan un respiro, dejemos que lo tengan. Como quizás sepas, soy totalmente capaz de velar por esta pequeña.
—Alan, ¡yo no podría pedirte que hagas eso!
—Y nunca lo harías. Por eso es que me estoy ofreciendo.
Kate se acercó al sofá y se sentó junto a él. Descansó la cabeza en su hombro. —¿Sabes lo increíble que eres?
Él se encogió de hombros. —¿Lo sabes tú?
—¿Qué quieres decir? —preguntó, detectando cierto resentimiento en su tono.
—Me refiero a lo que tengo contigo y tu trabajo. Se suponía que sería algo muy de vez en cuando, ¿correcto? Y honestamente, para ser justo, lo ha sido. Pero cuando viene, viene. Entonces quieren que dejes todo y corras a su llamado.
—Es parte del trabajo.
—Un trabajo del que te retiraste hace como dos años. ¿Realmente lo extrañas tanto?
—Alan… eso no es justo.
—Quizás. No pretenderé saber qué clase de atracción ejerce ese trabajo sobre ti. Pero estoy del lado de Melissa y Michelle. Es sólo que es mucho más lo que voy a tener que soportar con esto.
—Si te sientes así, no tomaré este. Llamaré a Durán y...
—No. Tú necesitas tomarlo. No quiero que la tomes conmigo o con tu hija si lo dejas pasar. Así que anda. Tómalo. Pero viniendo de alguien que se está rápidamente enamorando de ti, siento que debería decirte que necesitas sostener varias y serias conversaciones cuando regreses. Conmigo, con tu hija, y quizás contigo misma.
La primera reacción de Kate fue de enojo y resentimiento. Pero quizás él tenía razón. Después de todo, ¿no había reconocido ella misma hacía unos momentos que su decisión rayaba en el egoísmo? Cumpliría cincuenta y seis en tres semanas. Quizás era tiempo de que finalmente se trazara límites en términos de trabajo. Y si eso significaba que su pequeño arreglo con Durán y el Buró llegara a su fin, que así fuese.
—Alan… necesito que seas honesto. Si tomar esto va a tensar nuestra relación...
—No lo va a hacer. No esta vez. Pero no sé cuánto más pueda extenderse en el futuro.
Ella abrió la boca para responder pero su teléfono sonó, interrumpiéndola. Miró la pantalla y vio que era DeMarco, la joven que había sido su compañera en el último año, siendo parte de este pequeño experimento entre ella y el FBI.
—Es DeMarco —dijo—, necesita los detalles del viaje.
—Está bien —dijo—. No necesitas aclarármelo.
Lo que ella no dijo pero sintió en lo profundo de su corazón fue: Entonces, ¿por qué siento que tengo que hacerlo?
Era una pregunta con la que no quería lidiar en este momento. Y como había estado haciendo en los últimos meses cuando se le presentaban interrogantes como esta, volvió su atención al trabajo. Con un fuerte sentimiento de culpa, contestó la llamada.
—Hola, DeMarco. ¿Qué tal?
Kate y DeMarco lograron dormir un poco en el vuelo matutino desde Washington a Chicago. Pero en cuanto a Kate, había sido un duermevela en el mejor de los casos. Se estiró al despertar durante el descenso a Chicago a las 6:15, pero no se sentía descansada. Sus pensamientos se volvieron de inmediato hacia Melissa, Michelle, y Alan. La culpa la impactó como un ladrillo mientras veía la ciudad de Chicago en medio de la suave luz del amanecer, a través de la ventana del avión.
Pasó los primeros momentos en Chicago detestándose. Mejoró a medida que ella y DeMarco atravesaban el aeropuerto hasta el mostrador de renta de vehículos.
Ahora, mientras ingresaban al pequeño pueblo de Frankfield, Illinois, la culpa seguía allí, pero era poco más que un fantasma en la azotea de su cabeza, arrastrando cadenas y haciendo crujir el piso de madera.
DeMarco estaba al volante, tomando sorbos del café que había comprado en un Starbucks en el Aeropuerto O’Hare. Echó un vistazo a Kate, que miraba por la ventanilla, y le dio un golpecito en el codo.
—Okey, Wise —dijo DeMarco—. Hay un gran elefante en la sala. ¿Qué pasa? Te ves mal.
—¿Estamos ya en la etapa de las confidencias?
—¿No lo hemos estado siempre?
Kate se enderezó y suspiró. —Estaba cuidando a Michelle cuando me di cuenta que había perdido una llamada de Durán. Tuve que irme. Peor aún, la dejé con Alan porque Melissa y su marido están atravesando un problema. Eso me está mortificando.
—Me alegra que estés aquí conmigo —dijo DeMarco—. Pero pudiste haber dicho que no. No estás bajo ningún estricto contrato, ¿correcto?
—Correcto. Pero negarme no es tan fácil como podrías pensar. Temo que estoy invirtiendo demasiado en esto. Creo que estoy en búsqueda de un propósito en la vida.
—¿Ser abuela no es suficiente propósito? —preguntó DeMarco.
—Oh, lo es... Es solo que… No sé.
Su voz se apagó y DeMarco respetó su silencio… por un momento. —Este caso —dijo DeMarco—, luce bastante claro, ¿correcto? ¿Leíste los archivos?
—Lo hice. Y parece muy planeado. Pero sin pistas ni indicios ni la más pequeña sugerencia por parte de la policía local. Será un reto.
—Entonces… la víctima más reciente es una mujer de cincuenta y cuatro años. Sola en su hogar, hace dos tardes. No hay señales de que hayan forzado la entrada. Fue descubierta por el marido al regresar del trabajo. Luce como un estrangulamiento que también cortó el cuello.
—Y eso nos habla del objeto con que la asesinaron —dijo Kate—. ¿Qué será que además puede cortar el cuello?
—¿Alambre de púas?
—Habría habido más sangre —comentó Kate—. La escena sería más que espeluznante.
—Y los reportes dicen que este sitio estaba bastante limpio.
—Eso explica por qué la policía local está teniendo tales problemas. Pero tiene que haber un lugar de inicio, ¿correcto?
—Bien, vamos a averiguarlo —dijo DeMarco, rodando cada vez más despacio el auto y haciendo un gesto con la cabeza hacia la derecha—. Llegamos.
***
Había un solo policía esperándolas cuando ingresaron a la vía de acceso en forma de U. Estaba sentado en su patrulla, bebiendo una taza de café. Inclinó la cabeza educadamente ante Kate y DeMarco mientras estas se aproximaban a su auto. Llevaba uniforme, y la placa en forma de estrella indicaba que era el sheriff. Si Kate tuviera que especular diría que no le quedaba mucho tiempo en el cargo. Estaría cerca de los sesenta; era patente en la frente llena de arrugas y en el tono gris de sus cabellos.
Читать дальше