Con el paso de los años me di cuenta de que mis emociones se fueron agudizando (la tristeza, la culpa, los miedos y los sentimientos de soledad), lo que precisamente caracteriza a las depresiones, y que afectaban a mi rutina y mis actividades diarias. Fue entonces cuando pude deducir que estaba sufriendo depresión.
Con 33 años, un año después de la separación, y a la que se sumó la muerte de mi padre, empecé a experimentar sentimientos muy intensos de depresión y no entendía muy bien a qué se debían. Solo sabía que aquello era algo que no me había pasado nunca y que era tan inmensamente doloroso que no sabía si sería capaz de soportarlo mucho tiempo (de hecho, en el fondo sabía que no). Pues bien, mi depresión se hizo visible unos días en los que no tenía que trabajar porque la empresa me cambiaba de proyecto. Comencé a sentir mucho dolor en el pecho y no encontraba explicación alguna. Mi conclusión fue que este dolor debía estar causado por mi soledad. ¡Claro! Tener a la familia en otro país, no tener pareja ni hijos, no ver casi a mis amigos, no ver a los compañeros del trabajo… «Claro, estoy sola, ¿cómo no voy a deprimirme? ¿Y en algún momento dejaré de estar sola? Pues probablemente no; es tan difícil encontrar a alguien a quien poder amar y que al mismo tiempo te ame... Y si voy a estar sola el resto de mi vida, si cualquier esfuerzo que haga va a ser en vano, ¿realmente vale la pena seguir viviendo? ¿Qué sentido tiene vivir? Si la vida solo trae sufrimiento… El mundo es tan peligroso, tan amenazante… No aguanto más este dolor, no puedo seguir así; si termino con mi vida ya no tendré que sentir este dolor, todo habrá acabado».
Al día siguiente por la mañana, al despertar mi mente había dejado de dar vueltas y comenzó a recordarme que nunca antes había tenido pensamientos tan negativos. «¡Hey! Estos pensamientos no eres tú; tú eres mucho más que eso… solo necesitas creer en ti misma».
Fue en ese instante cuando me di cuenta de que había algo que no estaba viendo, o no quería ver, algo externo e importante que había desencadenado mi depresión que se había originado muchos años antes.
Fui detectando cada patrón mental que había desarrollado desde la niñez, no solo por la relación con mi padre, sino por un modelo que siento que nos impone la sociedad y que a las mujeres nos pide sacrificio, dependencia y pasividad, dejando a un lado un objetivo básico de toda vida, que es la autonomía personal. En definitiva, aprendemos a sufrir y no desarrollamos nuestras capacidades para el disfrute. Este modelo limita y empobrece todo desarrollo intelectual y corporal y nos impide decidir, disentir, ser dueñas de nuestro cuerpo y de nuestra sexualidad. Interiorizamos múltiples miedos por todo lo que ocurre en un mundo que a menudo sentimos ajeno, desconocido y amenazador.
Por fin había tomado la decisión de poner fin a mi relación, por fin pude ver con claridad que aquello no era amor, que me estaba destruyendo intensamente por dentro. Por fin había logrado tener una mirada hacia mí compasiva, por fin estaba decidida a luchar por mí, a empezar a valorarme y recuperar mi autoestima. En definitiva, a empezar una nueva vida, a volver a nacer.
Creo que el haberme dado cuenta de que mi situación podía cambiar si así lo quería fue el paso más importante que tomé para dejar atrás mi depresión. Sí, sin lugar a dudas, aquel momento en el que me di cuenta de que yo era dueña de mi destino, que yo era quien decidía, fue la clave del gran cambio.
La meditación fue para mí el principio del camino a seguir para salir de la depresión, o al menos para comenzar a hacerme consciente de que este estado podía aliviarse momentáneamente. Así fue mi primer paso, que en definitiva era similar a una terapia psicológica que no requería de un profesional y podía practicar de manera individual. Consistía básicamente en meditar quince minutos cada mañana, nada más despertarme, y quince minutos por la noche, justo antes de irme a dormir. En mi caso estas meditaciones eran guiadas a través de los ejercicios de un libro (Un curso de milagros). Desde el primer día pude sentir un cambio: lo primero que notas es que la depresión no es real; solo es algo que está en tu mente, y que solo va a mantenerse en el tiempo si no haces nada al respecto. Seguidamente se puede sentir en el cuerpo una sensación de alivio muy grande. Y a los tres meses de repetir estos ejercicios se puede apreciar que la mente está más limpia de toda la negatividad que produce la depresión.
Seguidamente, además de meditar a diario, tomé la decisión de acudir a un terapeuta, ya que tuve la necesidad de profundizar más en mí a nivel psicológico; necesitaba aclarar cuáles eran exactamente las causas que habían causado mi depresión, por qué había llegado a tocar fondo como nunca antes. Tenía una idea de lo que podía estar ocurriéndome pero necesitaba que un profesional me lo confirmara y me guiara en mi proceso de sanación con herramientas y conocimiento.
De todas formas, es normal sufrir altibajos porque no es fácil cambiar la parte inconsciente de nuestra mente; requiere mucho trabajo y tiempo. A mí me resulta útil compararlo con un virus, ya que aunque hayas sufrido una gripe muy fuerte esta puede volver a afectarte más adelante; de hecho es muy probable que vuelvas a tener gripe.
En la actualidad hago terapia con una psicóloga y después de un año de intensas sesiones voy notando que mis comportamientos sumisos van desapareciendo lentamente. La terapia me ha ayudado también a detectar dónde se formó aquel patrón, por qué y con quién se dispara. Es fundamental trabajar sobre el carácter para fortalecerlo y mejorar la autoestima. Y más que nada para que la situación no se vuelva a repetir, o en el caso de repetirse, poder detectarla mucho más rápido. El estado de depresión, aunque en algunas situaciones vuelve, se produce por períodos más cortos cuando la autoestima se refuerza. Así que desde mi experiencia recomiendo la terapia individual a manos de un buen profesional.
Por supuesto, hago todo lo que contribuya al crecimiento personal, como actividades físicas o intelectuales que beneficien la integridad de la persona; también ha sido muy positivo para mí leer libros de autoayuda, practicar yoga, etc. Sin dejar de mencionar que las relaciones con la familia y los amigos también son súper enriquecedoras y esenciales para superar una depresión de este tipo.
Hoy en día me siento feliz por ser una persona que lleva las riendas de su vida. Ahora soy independiente y asumo mis responsabilidades. Y algo muy reconfortante de todo esto y que me realimenta y fortalece es el hecho de ser yo misma quien trabaja cada día para cambiar esa situación. Finalmente puedo ver que soy yo quien dirijo mi vida y quien ha conseguido por mérito propio un trabajo donde se me reconoce y una pareja que me respeta y me ama de verdad. El cambio está en uno mismo, y eso es lo más maravilloso que he podido descubrir en estos últimos años.
«Mi felicidad contribuye a la felicidad de los demás»
La historia de Marcos
No podría decir cuáles fueron las causas de mi depresión. Sí recuerdo la primera vez que fui consciente de que era muy infeliz, que tendía a la melancolía y que no me gustaba mi entorno.
Fue entre los once y los doce años. Acababa de instalarme en Madrid porque mis padres decidieron que nos íbamos a vivir allí. Supongo que pensarían que en los años setenta sus seis hijos tendrían más oportunidades de conseguir un futuro en la capital que en el sur de Andalucía.
Nos instalamos en el centro de Madrid. Allí descubrí muchas fachadas feas, grises, en un Madrid insolidario, solitario y en el que los niños no salían a jugar como en mi ciudad natal. Era el «Madrid de los Austrias» abandonado por la juventud y a finales del franquismo. Solo había personas mayores y polvo en las fachadas.
Читать дальше