—Puede resultar aborrecible, Miss Psyche Zenobia, que la dirija a un ensayo o a una serie de ellos para que los use como modelos, no obstante, quisiera llamar su atención sobre algunos en especial. Vamos a ver. Un ejemplo es “El muerto vivo”, que es definitivamente extraordinario: una reseña de las impresiones de un señor que fue enterrado antes de emanar su último aliento. Allí posee usted un artículo lleno de sabor, horror, sentimiento, metafísica y sabiduría. Usted podría jurar que el escritor nació, creció y que fue educado en un ataúd. Luego, tenemos las “Confesiones de un consumidor de opio”. ¡Precioso, bellísimo! Una extraordinaria imaginación, una profunda filosofía, agudos análisis, muchísimo ardor y furia, y todo eso bien condimentado de elementos incoherentes. Le puedo asegurar que su publicación fue un auténtico manjar, que resbaló delicadamente por la garganta de los lectores. Todos decían que su autor era Coleridge, pero no era cierto. Lo escribió “Junípero”, mi mandril preferido con la ayuda de un gran vaso de ginebra holandesa con agua, “caliente y sin azúcar” (esto me hubiese sido imposible de creer si no me lo asegura el mismo Mr. Blackwood). Adicionalmente, tenemos “El experimentador involuntario”, relativo a un señor que quedó atrapado en un horno de pan, de donde salió sano y salvo, aunque tostado. Del mismo modo tenemos “El diario de un médico”, cuyo éxito radica en su lenguaje altisonante y el empleo de un griego mediocre, cosas que juntas apasionan al público. Por otro lado, estimadísima Miss Zenobia, recordemos “El hombre en la campana”, un texto que no puedo dejar de recomendarle afectuosamente. Se trata de un caballero que se queda dormido debajo de una campana y se despierta justo cuando esta comienza a tocar para difuntos. Los tañidos lo enloquecen a tal punto que extrayendo papel y lápiz, nos entrega un diario de sus sensaciones. Después de todo, estas sensaciones son lo que cuenta. Si en algún momento le sucede a usted ahogarse o ser ahorcada, no olvide escribir un relato de sus sensaciones. Podrá ganar diez guineas por página. Miss Zenobia, si usted desea escribir con carácter ponga toda su atención en las sensaciones.
—Claro que lo haré, Mr. Blackwood —contesté.
—¡Excelente! Ya veo que es usted una discípula como las que me gustan. Pero ahora debo informarle los detalles necesarios para elaborar lo que podríamos llamar un legítimo artículo al estilo del Blackwood, es decir, algo extraordinario. Y no le resultará extraño si le menciono que este tipo de escrito es el que me parece el mejor para cualquier finalidad.
El primer paso radica en meterse en un lío como nunca antes se haya visto algo semejante. Por ejemplo, el horno era un tema excelente. Pero si usted no posee ni horno ni campana a la mano, y si le es complicado caerse de un globo, ser devorada por un terremoto o quedar atascada dentro de una chimenea, tendrá que alegrarse con la estricta imaginación de similares adversidades. De igual manera, yo preferiría que los acontecimientos confirmaran su relato. No hay nada que ayude tanto a la fantasía como la noción empírica del tema que se trata. Como usted bien sabe, “la verdad es más extraña que la ficción”, aparte de que es lo que necesitamos.
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