© Plutón Ediciones X, s. l., 2020
Traducción: Benjamin Briggent
Diseño de cubierta: Alejandro Díaz
Maquetación: Saul Rojas
Edita: Plutón Ediciones X, s. l.,
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I.S.B.N: 978-84-18211-17-1
Estudio Preliminar
Edgar Allan Poe nació en Boston, Massachusetts, en 1809. Su padre le abandonó con un año y su madre murió al año siguiente. Edgar quedó bajo el cargo de la familia Allan, radicada en Richmond, Virginia, y aunque nunca fue formalmente adoptado recibió el apellido de sus guardianes. Su crianza fue complicada por su relación con su padre adoptivo, John Allan, que era un hombre intransigente. Sin embargo, Edgar recibió la mejor educación que el dinero pudo comprar en escuelas privadas de Estados Unidos y el Reino Unido. Años después de su regreso a casa, empezó sus estudios en la Universidad de Virginia en 1826, pero por sus graves problemas de conducta y deudas contraídas como estudiante se retiró al año siguiente. Ya Edgar había empezado a escribir en periódicos y otras publicaciones para hacer algo de dinero, pero sus malas decisiones económicas lo llevaron a alistarse en el ejército, falsificando su identidad.
Durante 1827 publicó su primer libro de poemas, cuarenta páginas de versos que pasarían sin pena ni gloria por el entorno literario que lo rodeaba. Continuó con su servicio militar y dos años después, buscando acabar con su obligación marcial, le revela sus circunstancias a su comandante para obtener la baja. La condición impuesta por su superior era su reconciliación con su padre adoptivo, que logró en 1829, después de la muerte de su madre adoptiva, Frances Allan. Ese mismo año pasó unos meses en Baltimore, con su abuela Elizabeth Cairnes Poe, su tía María Clemm, su hermano Henry y su prima Virginia Clemm, que eventualmente se convertiría en su esposa. Publicó otro volumen de poemas y en 1830 ingresó en la Academia Militar de West Point para continuar con su carrera.
Pero su vida personal probaría de nuevo ser su mayor obs-
táculo para el éxito. Menos de un año después rompe relaciones con John Allan y es expulsado de West Point por su conducta. Sin embargo, logra publicar en Nueva York otro libro de poemas, con la ayuda económica de sus amigos de la academia militar. Para 1831 vuelve a Baltimore por la muerte de su hermano, Henry. A partir de ese momento, Edgar se dedicó más profundamente a la prosa, logrando publicar algunos relatos y hasta ganando un modesto premio literario. En 1835 comenzó a trabajar en el Southern Literary Messenger, de Richmond, Virginia, donde publicó varias historias, poemas y críticas.
Disfrutando finalmente de cierta estabilidad personal, Allan Poe contrae matrimonio con su prima Virginia, de apenas 13 años, en 1836 y dos años después publica su primera novela La Narrativa de Arthur Gordon Pym, que fue bien recibida. Ocupó varios cargos en diferentes periódicos literarios de Philadelphia y Nueva York, donde continuó publicando y cultivando su reputación como un férreo y polémico crítico literario. En 1839 publicó una recopilación de algunos de sus relatos y recibió críticas relativamente favorables. En 1845 publicó el poema El Cuervo, en Nueva York, obra que le otorgó una fama instantánea y lo encaminó a inclinarse aún más en la producción literaria, pero su esposa Virginia moriría de tuberculosis dos años después, sumiendo a Edgar en un espiral de autodestrucción del que no saldría hasta su muerte en Baltimore, en 1849, en circunstancias un poco misteriosas.
El legado de Edgar Allan Poe es inmortal y ha influenciado a incontables autores y géneros literarios. El lirismo de sus relatos de terror le dio valor literario a un género que era ignorado por muchos críticos, el humor de sus parodias inyectó un poco de levedad en un ámbito extremadamente serio y rígido, sus poemas exploraron la tragedia desde el existencialismo y la metafísica. Fue pionero del relato corto como forma valorada por la crítica y el género detectivesco existe por la creación de su personaje C. Aguste Dupin. Su fascinación por la muerte y lo inexplicable se hizo presente en casi toda su obra, influenciando su imagen de autor maldito, de hombre desesperado y al borde del abismo, pero aunque hay mucho de leyenda sobre la imagen de Allan Poe y su comportamiento, indudablemente su vida estuvo marcada por la tragedia y eso se siente en su legado literario.
El presente volumen contiene más de sesenta cuentos, reuniendo todos los relatos publicados durante su corta y accidentada vida.
El cuervo
Una vez, al filo de una lúgubre medianoche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oí de repente un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
llamasen a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”
¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.
Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
me llenaba de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”
Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.
Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.
Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!
De un golpe abrí la puerta,
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