Vestido con unas toilettes (31) que ríete tú de la Gala drag de Las Palmas, podemos imaginarnos a Edmond enloqueciendo al respetable castizo con sus fastuosas joyas y femenina figura cantando picaronamente aquello de japonesita ven que quiero yo libar los dulces ósculos de miel que tu boquita sabe dar y otros greatest hits compuestos para él por Álvaro Retana (32) mientras su famosa capa de armiño blanco de 17.000 pesetas dejaba entrever una clavícula sensual (33).
Al caer la noche del fascismo, Edmond hace mutis por el foro y de él no se vuelve a saber jamás. La leyenda lo sitúa como discreto propietario de la mercería madrileña El Botón de Oro (34), pero aunque nos gustaría imaginarle llevando una plácida existencia rodeado de encajes y pasamanería al corte, si hacemos caso a lo que el propio Retana dejó escrito en su Historia del Arte Frívolo (1964), Edmond murió solo y arruinado en Barcelona en torno a los años cincuenta soñando con reaparecer victorioso (35).
En 1982, muchos años después de la muerte de Edmond, Retana y casi todos los que recordaban las canciones de La Fornarina, Antonio Burgos recuperaba una anécdota sobre una actuación del transformista con la que quiero cerrar el capítulo con un buen sabor de boca:
“...la orquestilla ataca ese pasodoble, siempre el mismo, y ya está allí Edmond de Bries, envuelto en un maravilloso mantón de Manila de aquellos grandes, con rosas rojas... Se pega las dos o tres vueltas de rigor, va a romper a cantar pero no le deja un admirador que, dirigiéndose a la platea donde está Juan con Rogelio, el de la empresa, le espeta “Juan, ¡aprende ahí! Eso es un maricón y no tú con la cara de tigre que tienes!” (36).
¡Arte!
MADAME ARTHUR Y OCAÑA, TRAVESTISMO EN TRANSICIÓN
En el paisito de Francisca Franca donde tener un poco de pluma podía suponerte unas vacaciones forzosas en el campo de concentración para homosexuales de Tefía (Fuerteventura) (36) o una temporadita en el infierno de las prisiones de Huelva o Badajoz (37) según se fuera top o bottom respectivamente, es fácil comprender que el contexto no invitaba a subirse a un escenario para hacer un playback de Marisol precisamente y, sin embargo…¡el travestismo se abrió camino!
Autoproclamada y generalmente reconocida como el primer travesti que tuvo los collons de subirse a un escenario durante el franquismo, Madame Arthur (nacido Modesto Mangas en un pueblo de Salamanca, como el hornazo) fue la reina del Paralelo barcelonés a base de tacón, lentejuela y mala leche, dotada de una belleza que él mismo describía como una mezcla entre “el cuerpo de Cleopatra y la cara de una jaca cortijana de Álvaro Domecq”.
Lenguaraz y socarrona, Madame Arthur lo mismo afirmaba haber estrenado Las Leandras con Celia Gámez (38), que haber sido condecorada por Franco con la Medalla al Mérito del Trabajo, que se declaraba católica no practicante porque no iba a “mariconear de noche e ir a misa de día” o detractora de las primeras manifestaciones del orgullo gay porque no le parecían bien esos “gritos y desnudeces” (39).
Si el salmantino reinaba subido en los escenarios del Gambrinus o el Barcelona de Noche escandalizando a toda la gauche divine (40) barceloní, las Ramblas y el barrio chino eran el dominio de Jose Luis Pérez Ocaña, conocido simplemente como La Ocaña.
Antes de morir por las quemaduras provocadas por un disfraz que se le prendió fuego, el andaluz Ocaña tuvo tiempo de mezclar performance , pintura, religión y travestismo en una personalidad artística única. Se podía encontrar a La Ocaña vestida de ángel frente al Palau del Liceu o visitando cementerios vestido a lo Carmen de Merimée junto a sus inseparable Camilo y Nazario, el dibujante de comics que recientemente ha recuperado sus vivencias junto al travesti en su biografía La Vida cotidiana del dibujante underground .
Con la muerte de Ocaña en el verano de 1983 finaliza esta primera etapa del viaje que nos ha llevado del teatro griego a los ochenta del siglo pasado, con una España que se quiere librar de cuarenta años de caspa franquista a base de hombreras y cardados, un Madrid en plena movida bendecido por la visita de Andy Warhol y una Barcelona donde las Olimpiadas todavía suenan a futurible. A partir de aquí, serán las ilustres artistas invitadas a este libro las que ejercerán de impagables guías en este viaje al corazón del travestismo español.
Yo soy Psicosis Gonsales, pero en realidad soy Norberto Di Giorno, actor, y para conocer cómo llegué a ser la Diva Roja hay que entender todo lo que ocurrió antes.
Comencé a hacer teatro con 12 años. Con la intención de viajar, previa preparación, a los 18 años me pase al baile. En 1975 llegué a París desde Argentina con el grupo de cabaret de la gran vedette Moria Casánpara actuar en el restaurante-espectáculo de la Tour Eiffeldurante un mes a función diaria. Mi sueño de viajar se había cumplido... el baile me daba esa oportunidad y con él no hacía falta aprender otros idiomas.
La gira debía continuar por Europa, llegando a Valencia dos meses antes de la muerte de Franco, pero Moria pensaba que éramos demasiados chicos para aquel tipo de público –un ambiente de señores... de puterío, pero elegante y burgués, ¡nada de antros– y tenía que librarse de alguno. Como yo era el más joven y ya había audicionado con éxito en el Folies Bergérey el Moulin Rouge, lo más fácil era que lo dejara yo. Así que en ese momento dejé la compañía en Valencia y no volví a París...
...sino a Madrid.
Mi amigo Ángel Pavlosky – ¡ Ah! ¡ Ángel es tan especial!– al que conocía desde los catorce años, averigua que estoy en la ciudad y me invita a una cena donde, entre otras personas, estaba uno de los bailarines que tenía que actuar en el espectáculo de Norma Duvaly que nos llevó aquella misma noche a conocer al coreógrafo del show a un local cuyo nombre ya no recuerdo.
Total... ¡que al coreógrafo le gusté yo más que el otro chico! ¡y a los quince días estoy ya en el espectáculo de la Duvaly Fernando Esteso! La gira con Norma pasa por Valencia – ¡Ah ! ¡ Valencia! ¡ Otra vez Valencia!– y en esa ciudad me enamoré.
Con la complicidad del coreógrafo, Nacho Arrieta, me libero del contrato al cabo del tiempo y me escapo con ese amor... el abogado ..., pero a los cinco días estoy harto de no trabajar y el reencuentro con mi amiga, la vedette argentina Mirta Amat, me motiva para crear una pareja artística que llamamos Mirta Amat and Norbert, un show sexy . Al poco tiempo el representante de Raphaelnos contrata para actuar en Valencia, en Vigo ¡y luego hasta en Nigeria...! ¡No sabes lo que era aquello! ¡el calor! ¡los bichos! Y además la dificultad para comunicarse desde aquel cottage donde estábamos en la selva, tipo hotelito Sheraton , que había que esperar horas para llamar por conferencia vía Londres, ¡tercermundista todo! Al mes volvemos a Valencia y decido dejar los escenarios un tiempo para estar con mi pareja, y para sobrevivir retomo la escultura en gres que había estudiado en el Instituto Beato Angélico de Buenos Aires.
Pero todo cambia en 1979...
...termina mi relación sentimental...
...muere mi madre...
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