Eladi Romero García - Regreso al planeta de los simios

Здесь есть возможность читать онлайн «Eladi Romero García - Regreso al planeta de los simios» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Regreso al planeta de los simios: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Regreso al planeta de los simios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un personaje afiliado a VOX aparece asesinado con el clásico garrote empleado en España para ejecutar a los condenados a muerte. Un caso que llevará de cabeza a la policía madrileña, y en cuya resolución participará un curioso personaje de nombre Adrián, viejo profesor retirado en un pequeño pueblecito de Asturias. Este, a la vez, verá cómo su vida se complica cuando descubre que entre sus vecinos puede ocultarse un asesino.

Regreso al planeta de los simios — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Regreso al planeta de los simios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

«Bueno, ya se le pasará...», supuso mientras intentaba concentrarse en el concierto.

Durante el tiempo de las dos canciones siguientes, Adrián prácticamente ni pestañeó por no provocar más alteraciones en la mujer. Sin embargo, cuando Pablo iba a iniciar el siguiente tema, sintió la mandarina mucho más próxima a su cogote.

—Es bueno..., este Pablo und Destruktion, muy bueno.

No sin cierta prevención, el pensionista ladeó lentamente la cabeza hacia su derecha, para encontrarse con la cara de la rubia prácticamente adherida a su hombro.

—¿Cómo..., dice usted? —preguntó nervioso.

—Que toca muy bien, este Pablo.

—Sí, lo hace bien, sí.

—¿Lo conocías ya?

—Sí..., bueno, es que es asturiano —se le ocurrió decir a Adrián como única explicación.

—Ya... Pues a mí me habían hablado muy bien de él, pero no lo había escuchado nunca. Y no me arrepiento en absoluto de haber venido. Me lo estoy pasando en grande.

—Vaya, me alegro —manifestó el viejo profesor, como si se sintiera responsable de que la mujer disfrutara con aquella música. Mientras hablaba, intentaba hacerlo sin apenas abrir la boca, no se le fuera a escapar algún regüeldo con sabor a morcilla—. Y si pone más atención, aún le gustará más, ya verá usted.

—Captada la indirecta... Vamos a escucharlo con atención. Aunque..., digo yo, los conciertos están para comentarlos... Y como he venido sola, y tú tampoco tienes compañía... Pero no es mi intención molestar...

—No, mujer, si no es molestia...

—Vale, vamos a ver qué nos canta ahora nuestro Pablo el asturiano.

El concierto se prolongó durante una hora más, tiempo en el que Adrián no dejó de escuchar sonoros aplausos y gritos exaltados, con los que la rubia parecía animarse como una colegiala en una actuación de Justin Bieber. Y cuando el cantante dio por finalizado el concierto, levantada ya de su silla y agitando los brazos, no dudó en exigir algún bis que calmara su excitación. Los jóvenes de alrededor, al contemplarla, no dudaron en corear sus exigencias como si estuvieran poseídos. Adrián se rehundió en su asiento, suplicando que, de haber algún mago en la sala, lo hiciera desaparecer de inmediato para evitar la vergüenza ajena que sentía.

Al final hubo bises. Pablo regaló a su enfervorizado público dos canciones más, y al retirarse fue despedido con un dilatado aplauso general, con toda la gente en pie y gritando consignas como puxa Asturies o «vuelve, Pablo, vuelve». Aprovechando el bullicio, Adrián se dispuso a salir por un pasillo lateral para no verse obligado a hacerlo en medio de aquella exultante marea. Andaba ya por la mitad de la sala cuando le agarraron del hombro.

—Chico, ¿te ha gustado el concierto? Yo he disfrutado una barbaridad...

Como si se conocieran de toda la vida, la rubia acababa de sujetarlo con su mano izquierda para dirigirse a él con el cariñoso apelativo de «chico». El pensionista pensó si el principal problema de aquella mujer no radicaría en la vista, porque a su edad, llamarle de aquella manera sin antes haber comido juntos al menos en una ocasión, solo podía explicarse por un asunto de oftalmólogo. ¿Acaso no lo estaría confundiendo con otra persona?

—Perdone, seño...ra... rita. ¿Nos conocemos de algo?

—No creo..., ¿por qué lo preguntas?

—No, por nada, como la noto tan... familiar.

—Es que como hemos compartido juntos este maravilloso concierto, y al haber asistido los dos sin compañía alguna, no he podido evitar el comentarlo contigo. No tenía a nadie más con quien hacerlo, perdona si te he molestado...

—No, no me ha molestado..., solo me ha resultado..., chocante.

—¿Nos tomamos algo juntos?

—¿Cómo dice?

—Que si nos tomamos algo juntos. La gente ya comienza a salir, y debemos darnos prisa si no queremos que nos pille el toro.

Adrián pensó que el toro le había pillado hacía ya un buen rato, aunque, más que dolor, lo que realmente sentía en aquellos momentos era excitación. ¿Qué demonios pretendía aquella atractiva mujer coqueteando con un jubilado cuyo círculo social se reducía a dos gatos y su vecino Ramón, cuando este tenía a bien salir de su casa?

—Venga, hombre, anímate —insistió la rubia—, vamos a tomarnos un pelotazo.

—¿Un pelotazo?

—Ay, chico, quiero decir una copa. Pareces llegado de otro mundo.

«La que pareces llegada de otro mundo eres tú... ¿Qué es lo que estás buscando? Porque si es dinero, has ido a pinchar en hueso. De todas formas, voy a seguirte la corriente, a ver hasta dónde alcanza este asunto... A nadie le amarga un dulce... Aunque no sé si debería fiarme demasiado...».

—De acuerdo —aceptó Adrián—, una bebida rápida en algún lugar cercano. Luego tengo que viajar.

Abandonaron el local casi en procesión, empujados por el público asistente. En la calle la temperatura debía de rondar los cuatro o cinco grados, por lo que ambos se colocaron sus piezas de abrigo. El atribulado pensionista no dejaba de observar disimuladamente a aquella extraña mujer que parecía haberse encaprichado de él, lo cual decía más bien poco en favor de su cordura.

—¿Es usted de Burgos? —le preguntó.

—No, madrileña, estoy visitando a unos amigos.

—¿Y dónde le apetece que vayamos? Yo tampoco vivo aquí, ni conozco demasiado el ambiente de la ciudad.

—Un poco más adelante hay una cafetería que está bien. Tú déjate guiar, chico.

La insistencia en el uso del término «chico» comenzó a mosquearlo, porque Adrián, con sesenta y dos años a cuestas, precisamente estaba bien lejos de parecer un chico. En su cráneo, allí donde había pelo, primaban las canas; el clásico diseño de sus gafas le confería un aire de anciano de residencia, y en su rostro podían apreciarse ya algunas arrugas bastante notables. En justicia, llamarle «chico» sonaba más bien a burla. O aquella mujer estaba como una cabra, o definitivamente era una prostituta en busca de cliente, aunque un auditorio no fuera precisamente el lugar más adecuado para hacerlo. Decidió andar con ojo por si las cosas se torcían.

Mientras cruzaban la plaza de la Libertad, la rubia no dejó de alabar las cualidades musicales de Pablo und Destruktion. Llegados ya a la calle del Condestable, de inmediato dieron con una cafetería bastante concurrida y aparente.

—Aquí podemos tomarnos un gin-tonic —señaló por la mujer.

—Bueno, no sé si me conviene tomar alcohol, luego tengo que conducir, ya se lo he dicho. Con este frío, un café con leche me vendrá mejor.

—Toma lo que quieras, chaval, a mí me apetece un gin-tonic.

«Chico», «chaval»... Decididamente, o estaba loca de remate, o necesitaba urgentemente una visita al oculista.

La cafetería resultaba elegante, con un diseño interior bastante moderno y funcional, en el que destacaban algunas reproducciones de pinturas que en su momento fueron vanguardistas. En aquellos momentos apenas acogía a media docena de clientes. La improvisada pareja se acomodó frente a frente ante una mesa, y al instante una joven de acento eslavo les preguntó qué deseaban.

—Un gin-tonic bien cargado, a poder ser de London.

—No sé si tenemos —dijo tímidamente la camarera—, ahora le digo.

—Si no es London, de cualquier otra marca, pero bien cargado —insistió la rubia, a quien parecía importarle más la cantidad que la calidad.

—Para mí un café descafeinado con leche.

La muchacha se retiró, y lo dos quedaron solos, Adrián se sentía ciertamente incómodo en una situación en la que no sabía a qué atenerse.

—¿Acostumbra usted a toma copas con extraños? —se le ocurrió preguntar.

—Ya lo sé, chico, ya lo sé que suena raro todo esto, pero es que el concierto me ha... emocionado, y necesitaba comentarlo con alguien. Y como tú también estás solo... —insistió la mujer recurriendo de nuevo al argumento de la soledad.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Regreso al planeta de los simios»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Regreso al planeta de los simios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Regreso al planeta de los simios»

Обсуждение, отзывы о книге «Regreso al planeta de los simios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x