–Compromiso, bonita palabra. –Miguel permanecía pensativo; se había desplazado a otro tiempo y lugar–. Durante toda mi juventud mi mayor motivación consistió en no decepcionar a mis padres. Mis hermanos y yo les vimos trabajar tan duro solo para darnos una educación que no podíamos fallarles. Los jóvenes de hoy viven en un mundo rico en matices, una sociedad diversa, distinta por los cambios sociales de los últimos años que pone a su alcance demasiadas opciones. Es difícil engañarlos; buscan autenticidad, no respetan a las empresas y organizaciones no comprometidas con los valores que defienden. Valores, algunos, que nuestra generación no conoció o no impulsó: la conciliación en el trabajo, el respeto por el medioambiente, la conciencia social, la igualdad de la mujer, los derechos de colectivos minoritarios… Sin duda cimas solidarias por las que merece la pena luchar. Pero descuidan otras de vital importancia: el compromiso, el sentido de pertenencia, la ambición por el desarrollo profesional, las ganas de crecer, de cambiar el statu quo. La empresa, a mi parecer, es el lugar idóneo para cultivar y recuperar costumbres que jamás debieron cuestionarse.
Miguel parecía bucear en sus recuerdos. Pertenecía a una generación que despuntaba a finales de los ochenta que tenía hambre por aprender, en un entorno incierto, con la crisis del petróleo en ciernes y en los albores de la globalización. Querían cambiar el mundo. Había heredado la cultura del esfuerzo, de la lealtad, del trabajo duro y sentía –aunque no entendía muy bien por qué– que actualmente la sociedad no recompensaba la transcendencia que tenía forjar un carácter que aportase valores tan fundamentales.
–La crisis del 2008 enterró las esperanzas de toda una generación. Hizo un daño incalculable a los jóvenes de nuestro país –de nuevo se había acercado a la ventana y volvía la espalda a Marta–, pesimistas respecto de su futuro, reticentes a formar parte de un mercado laboral competitivo y cada vez más cambiante y global. Perdieron la esperanza, dejaron de confiar en el sistema político, económico y social que tanto progreso generó desde mediados del siglo XX. Desilusionados, en gran parte a causa de la falta de honestidad y propósito de los dirigentes del país, la corrupción y el ascenso de los populismos y los nacionalismos, comenzaron a salir del país en busca de mejores oportunidades. A su vez, el acelerado desarrollo tecnológico de la última década ha mermado su capacidad de análisis y de comunicación, más allá de una protesta y reivindicación constantes.
»Cultivar y entrenar las «habilidades blandas» de los jóvenes será sin duda lo que marcará la diferencia entre unos profesionales y otros en el futuro. –De repente despertó del trance, algo que le ocurría en no pocas ocasiones. Miguel presumía de ser un soñador; perseguía una utopía a la que quería contribuir con su humilde aportación.
–Mañana comenzamos. Buena suerte, Marta. –Se despidió de ella y salió del despacho.
***
4. COMUNICACIÓN INTERPERSONAL
A las diez de la mañana del primer jueves del mes de marzo, Álvaro ya había terminado los trámites necesarios para su incorporación a TEKNOFAN®. Al cruzar la recepción le llamaron por su nombre, le entregaron una carta de bienvenida y lo acompañaron al departamento de personal para la firma de su contrato de formación. Según la agenda comenzarían a las diez y media en la sala principal de reuniones situada en el centro de la oficina. La llamaban «La Península» porque estaba rodeada de cristales por todas partes menos por una. El resto de salas, cinco en total, conocidas como las peceras, tenían los nombres de las islas Baleares: Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera y Cabrera. Álvaro buscó un lugar donde ubicar su mochila y su ordenador y se dirigió a la sala.
Todo estaba preparado. En la pantalla gigante se proyectaba la agenda del programa. Alrededor de la mesa ya habían ocupado sus asientos los asistentes al mismo. Después de una ronda de presentaciones, Álvaro supo que en el programa participaban no solo nuevas incorporaciones, como le había dicho Miguel, sino también mandos intermedios que llevaban tiempo trabajando en TEKNOFAN® y necesitaban una capa de reciclaje.
El programa, denominado «CHAMP. Competences and Human Approach Management Program», pretendía incorporar técnicas de gestión clásicas referidas a procesos de planificación, estructuras de trabajo y «habilidades blandas» a los trabajadores de TEKNOFAN®. Resultaba evidente, a la vista de la evolución de los resultados, que la combinación de un estilo de management clásico liderado por Miguel con la aplicación de las tecnologías más punteras suponía una ventaja competitiva diferencial: la empresa mejoraba la eficiencia en la gestión de los proyectos de sus clientes con tiempos de entrega más cortos y una mayor calidad del trabajo.
Casi todas las contrataciones que se realizaban incorporaban perfiles altamente cualificados en cuanto a conocimientos de programación, diseño, ciberseguridad, Big Data, Business Intelligence, animación 3D, desarrollo de páginas web, etc. pero que desconocían el enorme poder de las relaciones humanas y su impacto en los beneficios empresariales.
A Miguel le preocupaba que muchos de los técnicos apenas cruzasen unas palabras con sus compañeros. Trabajaban desconectados de lo que ocurría a su alrededor, centrados en su pantalla y sus programaciones. Consideraba que todo el equipo de TEKNOFAN® debía estar orientado al cliente, y no solo aquellos que tenían contacto directo con el mismo. Pretendía además estrechar el compromiso del trabajador con el proyecto futuro de TEKNOFAN® mostrándole su confianza a través de una mayor transparencia, delegación de responsabilidad y una formación continua. Para ello, entregó un briefing a Marta con el objetivo de poner en marcha un programa para que todos los empleados, nuevos o no, trabajasen las llamadas «habilidades blandas», o soft skills, como él prefería decir.
En caso de que CHAMP tuviera éxito, además contemplaba adentrarse en otros terrenos competenciales como el liderazgo, la gestión del cambio, las técnicas de negociación, y finalmente en los procesos de planificación: marketing, estrategia y finanzas. Pero preferían caminar paso a paso, y este era el primero de ellos.
El grupo piloto seleccionado para inaugurar la edición inicial del programa CHAMP constaba de seis personas:
Manuel Acosta, mando intermedio encargado del desarrollo y diseño web, y experiencia de usuario (UX), con tres personas a su cargo. Recordaba al Travolta de Grease, con un engominado tupé y una camisa slim fit que potenciaba sus tríceps bien trabajados en el gimnasio.
Gonzalo Ruiz, también con dos personas a su cargo, responsable del área de ciberseguridad, de la que decían que era un mago, tenía un perfil más técnico. Al contrario que Manu –como le gustaba que le llamasen–, Gonzalo no le dedicaba ni un minuto al espejo. Sus ojos cansados y su piel cetrina delataban el poco tiempo que pasaba al sol. Ambos mostraban un alto potencial de crecimiento según las últimas evaluaciones de rendimiento.
Paola Cattorini, una belleza italiana con un acento cantarín solo comparable al argentino, que encandilaba a sus compañeros con su musicalidad y su encanto.
Carlota Blanch, catalana, más callada e introvertida. Aparentaba no interesarse por lo que pasaba a su alrededor, pero en realidad se mostraba despierta y atenta a todo detalle. Ninguna de las dos llegaba al año de antigüedad en TEKNOFAN® y ambas se dedicaban a tareas de programación y diseño gráfico.
Julia Romero, becaria, ingeniera de Telecomunicaciones recién licenciada. Se había incorporado hacía tan solo dos semanas y todavía no le había tomado el pulso a la empresa. Se mostraba agradecida y muy interesada en causar una excelente impresión.
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