Belén Boville Luca de Tena - Pitré no es verde

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Π3 es un joven humanoide que durante uno de sus viajes interestelares con su moto aeronáutica se pierde y acaba cayendo en la Tierra, concretamente en la Bahía de Cádiz, donde es rescatado por los marineros del mítico Vaporcito.A partir de ese momento, comienzan una serie de aventuras en las que «Pitré» (que es como sus nuevos amigos gaditanos acaban llamándole) conoce la idiosincrasia de la vida en la Tierra.

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−A ver, ¿qué te vas a tomar? −preguntó el camarero.

−Una tacita de caracoles y un fino −dijo Bocaboca. Mientras chuperreteaba los caracoles iría preguntando.

−¿Y qué te cuentas? −le preguntó un policía.

−No os enteráis de nada. Unos espontáneos han soltado al toro de Osborne que ha salido corriendo por las calles −apuntó el periodista.

−Anda, esa era la llamada de emergencia −comentó el otro policía−. Han ido hasta los bomberos.

−Ha sido todo un espectáculo. Unos gamberros que han montado la marimorena en las bodegas −añadió el periodista con habilidad, esperando que los otros soltaran algo.

−Sí, sí −afirmaba otro policía−, han empezado a rodar barricas de hace más de cien años; me lo ha contado por radio un municipal.

−Pues eso. Un muchacho un poco revoltoso que han rescatado de la bahía −continuó Bocaboca.

−¿Un muchacho?

−Sí, un chico de unos trece años. Se llama Pitré. ¿Sabéis algo de él?

−Que yo sepa, no −dijo el uniformado.

−Ni yo −dijo el otro uniformado.

−Pues yo me voy a enterar con mis informantes; los gorrillas lo saben todo −dijo uno de la Secreta.

Los gorrillas son los aparcacoches vagabundos que viven en la calle. Así quedo la cuestión. Bocaboca se terminó los caracoles y adiós muy buenas.

Él ya sabía que no había ninguna denuncia por chico extraviado. Y mucho menos por chico desaparecido. Desde la 13:oo horas de la tarde que habían encontrado al muchacho, los padres ya debían echarlo de menos...

Bocaboca no quería que se le fuese el chaval de las manos. Sabía que estaba bien con José; no le deseaba nada malo al chico, pero si la NASA comprobaba que su nave había cruzado el firmamento, la cuestión ya cambiaba. El muchacho había caído en terreno español, en aguas territoriales españolas. ¡Y tan españolas!, la bahía de Cádiz; entonces, aunque fuese un inmigrante intergaláctico, estaba bajo jurisdicción española y solo podía ser llevado a la base con la autorización de la autoridad competente, que en este caso no era la Policía sino un juez de menores.

Ya era tarde para ir al café de la Victoria. Allí se reunían cada mañana todas las fuerzas vivas de El Puerto. Si llegaba entre las diez y once de la mañana podría encontrar al juez y engatusarlo. Así que se fue a su casa a descansar y a mirar en Internet si encontraba algo interesante de otras galaxias.

8

Un calabozo con ordenador

La merienda en el bar Vicente se había prolongado. El toro había sido un reclamo para que muchísimos vecinos, curiosos y turistas se acercaran a las inmediaciones del mercado. El café estaba de bote en bote. Tanto que el dueño le dijo a José que podía torear una vez a la semana en la plazuela, así se animaría la gente a comprar en el mercado en vez de ir a los hipermercados y su bar también se llenaría de gente. Esto le pareció razonable a José y dijo que se lo comentaría al concejal de Fiestas, que era una buena idea.

Los chicos tomaron el chocolate con churros y se tuvieron que despedir. π3 estaba tan a gusto con sus nuevos amigos y su pandilla recién creada que le costó muchísimo separarse de ellos. José se levantó de la mesa. π3 siguió sentado.

−Vamos Pitré, que es para hoy.

Como no quería marcharse empezó a mover la cabeza de izquierda a derecha. Los demás chicos se iban levantando, pero π3, erre que erre, no se movía de su asiento.

La señorita Mariví levantaba los hombros; no podía hacer nada, hasta que se le ocurrió:

−Podéis seguir en contacto por el Facebook, el Whatsapp y hasta podrías visitar algún día nuestro pueblo.

José dijo que si se quedaba en El Puerto lo diera por seguro, él la acompañaría; pero primero tenían que arreglar su situación. Entonces Carmen se acercó y le dio una hoja con todos sus nombres y sus emails. π3 reconoció inmediatamente el símbolo de la arroba y arrancó un trocito de papel donde garrapateó el suyo:

π3Mun2@glx10M

Se levantó, besó delante de todos a Carmen, que se puso coloradísima, y se colocó con decisión al lado de José. Tenía que seguir su camino. Aunque le daba pena irse no podía hacer otra cosa. Sabía que José le ayudaría a encontrar a su gente y a lo mejor en unos días podría volver a visitar el pueblo de sus amigos.

José se despidió de la señorita Mariví y finalmente le dijo a π3:

−Vamos, chiquillo, que en la comisaría deben estar contentos con lo del toro y el chico rubio; hay que aclarar todo esto.

Se encaminaron hacia la comisaría callejeando por El Puerto. José era un hombre cabal. Había tenido la muerte a un palmo de sus narices y sabía cuándo existía peligro. Sin querer echarle una bronca, le dijo:

−Pitré, si quieres quedarte más tiempo por aquí, no puedes llamar tanto la atención. Menuda habéis montado con el toro.

π3 lo miró y supo que tenía razón. Si seguía haciendo todo lo que se le ocurriera tendría problemas, antes o después:

−Caracoles −contestó, intentando suscitar una sonrisa del torero.

−Caracoles, tagarninas y espárragos, que no está el horno para bollos −contestó José malhumorado−. Si tenemos suerte te dejan conmigo. Si no, eres un indocumentado y te meten en un calabozo como a los chicos de las pateras, así que menos guasa.

π3 agachó la cabeza; estaba realmente arrepentido. Sabía que se había pasado.

−Bueno, bueno, eres un chico listo; espero que seas más prudente −dijo el torero y sin más lo apretujó entre sus brazos y lo besó en la cabeza.

Fue entonces cuando José sintió una vibración en el cráneo del muchacho. Los besos, las caricias, los achuchones, le hacían estremecerse, pero sobre todo los besos tenían un efecto inmediato sobre su piel, que vibraba agradecida.

−Chico, pareces un vibrador −dijo y lo volvió a besar. Al contacto de sus labios con el pelo y la piel a π3 le entraron cosquillas y empezó a reír.

Cuando llegaron a la Policía les hicieron rellenar un montón de papeles, cosa que aburría mortalmente a José y más a π3, que ya estaba un poco cansado. Aunque todos sabían la peripecia del toro de Osborne y como lo había atrapado José, sin embargo en la misma Comisaría nadie conocía la existencia de π3 ni el salvamento del Vaporcito. Dedujeron entonces que el periodista no había pasado por allí fisgoneando ni denunciando la presencia de un menor sin papeles. Parecía que Bocaboca se hubiera esfumado.

Tras rellenar los formularios los pasaron a una sala más grande con sillas de colores donde un policía interrogó al muchacho:

−A ver chaval, ¿cómo te llamas?

−π3.

−Pero Pi-trés, ¿qué?

π3 miró a José y luego al policía; tras él había una caja con etiquetas de la mensajería TNT y se le ocurrió decir:

−Pi-trés TNT −y el policía rellenó la ficha repitiendo:

−Pi-tré Teneté. Parece francés. ¿Nacionalidad?

−Es sueco −contestó inmediatamente José. Si decía que era americano, lo llevarían a la base y los militares de allí podrían identificarlo como un ET y hacerle todo tipo de perrerías.

−Bien, Suecia. ¿Ciudad?

−Pues Estocolmo −dijo José, que había estado en la capital de Suecia−; ha venido de turista en el barco este de los guiris que para en Cádiz. Y se extravió con la moto de agua.

−Muy bien jovencito. Te vamos a hacer un pequeño reconocimiento médico y luego te quedarás aquí hasta que vengan los de la Cruz Roja, o tus padres.

−Pero, agente, el chico está conmigo; yo me hago responsable −añadió José, temeroso de que se lo llevaran con los menores inmigrantes.

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