No cabe duda que esta geopolítica del conocimiento, promovida inicialmente por los europeos en el continente americano, ha descalificado y negado la riqueza epistémica de sus pueblos ancestrales. Es necesario entonces romper estructuras establecidas para empezar a abrir pequeñas brechas en las que, por medio de propuestas pedagógicas e investigativas, las personas puedan reconocerse en los otros, haciendo humanidad de manera correspondida, como ejercicio esencial para una vida social en tranquilidad. Por ello, se busca identificar y reconocer otros escenarios y alternativas de conocimiento que amplíen el panorama de aprendizajes, cada vez más significativos y particulares, como el que convocó al presente estudio, dentro de un marco de los saberes y tradiciones afrocolombianas. En ese orden de ideas, se reafirma la urgencia de formular, de acuerdo con Santos (2010):
[…] alternativas postcoloniales y post-imperiales, que incluya una crítica radical del imperialismo y cree una posibilidad de resistencia y alternativa contra hegemónicas, con un doble objetivo: establecer una nueva relación de equilibrio dinámico entre el principio de igualdad y el principio de reconocimiento de la diferencia; y mostrar el potencial de traducción intercultural para crear alianzas basadas en la idea de que la comprensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo y que la emancipación social debe ser repensada con la misma amplitud (pp. ٨-٩).
Sin lugar a equivocaciones, el colonialismo aún imperante en nuestras naciones sigue marginalizando los saberes de los pueblos indígenas, Rrom1 y afrocolombianos, los ha posicionado como saberes no modernos y locales frente a la universalidad del conocimiento occidental. Por esta razón resulta necesario proponer alternativas antiimperialistas que procuren la armonía entre las diferencias culturales y étnicas, que hoy conviven en condiciones de desigualdad e injusticia social. Al mismo tiempo que se establecen acuerdos para legitimar la multiplicidad de conocimientos que existen y que contribuirían a la consecución de una vasta comprensión del mundo.
Así las cosas, se apuesta en esta iniciativa pedagógica, sustentada en el reconocimiento a las diferencias, que busca avanzar en la construcción de una ideología intercultural, que acepte y valore la diversidad, la equidad, la democracia y los saberes ancestrales como conocimiento práctico y universal, que coexiste en igualdad de condiciones con el conocimiento occidental hegemónico, en un mundo cada vez más globalizado y dinámico, que exige nuevas formas de comprensión de las realidades existentes y que respondan a las actuales condiciones socioculturales de las territorialidades y las localidades.
Al respecto, De Sousa (2009) ofrece una explicación a dicha situación al poner en evidencia una de las posibles razones de la marginalización de los saberes ancestrales, cuando afirma: “que los intercambios e interpretaciones siempre han sido muy desiguales e inherentemente hostiles” (p. 81).
Y es que, a partir de la colonización de lo que actualmente se conoce como América, las comunidades originarias, raizales y palenques han recibido un trato desigual y hostil por parte de una sociedad hegemónica monocultural. Lamentablemente, hoy cuando se podría suponer que se han superado muchas de esas barreras étnicas, todavía se observan miramientos y reparos por su condición de indígenas, Rrom y/o afrocolombianos. Por tanto, la escuela en su papel de agente social ha de proponer escenarios de reconciliación que acerquen esas brechas que la misma sociedad ha puesto entre sus miembros solo por un color de piel, y que en este caso, se quiere amainar con la implementación de un currículo intercultural.
Por consiguiente, este currículo no se circunscribe únicamente a la escuela, es necesario que trascienda a todos los espacios comunitarios y sociales. Por ello, se involucró a toda la sociedad “sanjuanera”2 en la construcción de identidad afrocolombiana, en el afán de reproducir el legado ancestral que poseen, sin claudicar, en una postura de reivindicación, proyectándolo como instrumento de autorreconocimiento y autoaceptación. Consistió en un ejercicio de repontenciación de su memoria histórica-cultural, que permitió su empoderamiento como grupo poblacional. Así lo describe Villoro (1998):
La preservación de la propia identidad es un elemento indispensable de la resistencia a ser absorbidos por la cultura dominante. Tiene que presentarse bajo la forma de una reafirmación… de la propia tradición cultural, de la lengua, de las costumbres y símbolos heredados. En la persistencia de un pasado propio pretende un pueblo verse a sí mismo (p. ٥٦).
De esta manera, al proponer la elaboración de un currículo intercultural, en la comunidad educativa, esta hace aportes generosos referidos a su cosmovisión, simbologías, tradiciones y costumbres, conlleva revalidar un etnos propio, y a evitar una subalternización ante otras culturas. La probabilidad de que la esencia identitaria de los pueblos originarios, afro y Rrom desaparezca, invita a la comunidad científica latinoamericana a desarrollar trabajos investigativos que promuevan la conservación y preservación de la memoria colectiva de estos pueblos, a través de proyectos educativos que reflejen la naturaleza de estas comunidades mal llamadas “minoritarias” e incorpore aspectos de sus propias culturas.
Siguiendo esta línea, el estudio hace un reconocimiento a la cultura y saberes afrocolombianos, pueblos que a lo largo de la historia del Nuevo Mundo se han resistido a desaparecer, siendo perseverantes en mantener vivo su pasado. Conocedores de manera consciente de ser poseedores de una inconmensurable riqueza y sabiduría ancestral, digna de ser tomada en cuenta para incorporarla como elemento dinamizador en los procesos formativos dentro y fuera del aula, que activen y redireccionen el quehacer pedagógico en cualquier escenario educativo, en el afán de consolidar en las personas in situ sentido de arraigo y oportunidad hacia el terruño donde se ha nacido y se pretende fallecer.
El diálogo reflexivo, respetuoso e incluyente, tomado como instrumento heurístico, propició un encuentro de intercambio intercultural, y puso al descubierto los sentimientos más íntimos y profundos de los actores de este escenario investigativo sobre el tema en cuestión. Este ejercicio se convirtió en la puerta que abrió la posibilidad de crear colectivamente acuerdos de convivencia, solidaridad, equidad y justicia social, que favorecieron las interrelaciones equilibradas entre culturas diversas y plurales. Al mismo tiempo, se suprimieron actitudes de subvaloración, estigmatización, discriminación e invisibilización.
Con la construcción de este currículo intercultural —afianzador de saberes ancestrales afrocolombianos— se pretenden garantizar los conocimientos y prácticas culturales propias de esta comunidad, que han sido subvaloradas e invisibilizadas por una sociedad dominante, asimétrica e injusta. Así mismo, se quiere hacer un aporte a las ciencias de la educación en la medida en que se fundamenten procesos de comprensión y producción de conocimientos que puedan ser tenidos en cuenta en contextos con características similares al abordado en el presente estudio.
Dado todo lo expuesto, el estudio se abordó desde las categorías: educación intercultural, currículo, currículo intercultural, comunidad afrocolombiana, saberes ancestrales, oralidad, diálogo de saberes y procesos lectoescriturales. A partir de estas categorías se realizó una indagación bibliográfica y contextual que permitió hacer interpretaciones y comprensiones de la realidad vivida y sentida por la comunidad de San Juan de Palos Prieto, Magdalena, en lo que se refiere a su significación y papel que han de desempeñar en las dinámicas escolares y en todos los aspectos de su vida como grupo poblacional.
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