“El gran poder del reino de los cielos es el amor”[1]
Isaac de Nínive, siglo VII
“Cuanto más reflexiono en ello,
tanto más siento que lo supremamente
artístico es amar a la gente.”[2]
(Vincent van Gogh)
[1] “El gran poder del reino de los cielos es el amor”[1] Isaac de Nínive, siglo VII “Cuanto más reflexiono en ello, tanto más siento que lo supremamente artístico es amar a la gente.”[2] (Vincent van Gogh) [1] Isaac de Nínive: El don de la humildad. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2014. Pg. 31. [2] Vincent van Gogh: Cartas a Theo. Barcelona: Paidós, 2004. Pg. 295.
Isaac de Nínive: El don de la humildad. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2014. Pg. 31.
[2] artístico es amar a la gente.”[2] (Vincent van Gogh) [1] “El gran poder del reino de los cielos es el amor”[1] Isaac de Nínive, siglo VII “Cuanto más reflexiono en ello, tanto más siento que lo supremamente artístico es amar a la gente.”[2] (Vincent van Gogh) [1] Isaac de Nínive: El don de la humildad. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2014. Pg. 31. [2] Vincent van Gogh: Cartas a Theo. Barcelona: Paidós, 2004. Pg. 295. Isaac de Nínive: El don de la humildad. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2014. Pg. 31. [2] Vincent van Gogh: Cartas a Theo. Barcelona: Paidós, 2004. Pg. 295.
Vincent van Gogh: Cartas a Theo. Barcelona: Paidós, 2004. Pg. 295.
Para Bengin y su querida esposa, kurdos;
para Wali, Mina y la pequeña Shabnam,
afganos; y con ellos, los miles de refugiados
varados y olvidados en los infames
campamentos de esta Europa infame.
¡Cómo no pediros perdón!
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Cita “El gran poder del reino de los cielos es el amor”[1] Isaac de Nínive, siglo VII “Cuanto más reflexiono en ello, tanto más siento que lo supremamente artístico es amar a la gente.”[2] (Vincent van Gogh) [1] “El gran poder del reino de los cielos es el amor”[1] Isaac de Nínive, siglo VII “Cuanto más reflexiono en ello, tanto más siento que lo supremamente artístico es amar a la gente.”[2] (Vincent van Gogh) [1] Isaac de Nínive: El don de la humildad. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2014. Pg. 31. [2] Vincent van Gogh: Cartas a Theo. Barcelona: Paidós, 2004. Pg. 295. Isaac de Nínive: El don de la humildad. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2014. Pg. 31. [2] artístico es amar a la gente.”[2] (Vincent van Gogh) [1] “El gran poder del reino de los cielos es el amor”[1] Isaac de Nínive, siglo VII “Cuanto más reflexiono en ello, tanto más siento que lo supremamente artístico es amar a la gente.”[2] (Vincent van Gogh) [1] Isaac de Nínive: El don de la humildad. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2014. Pg. 31. [2] Vincent van Gogh: Cartas a Theo. Barcelona: Paidós, 2004. Pg. 295. Isaac de Nínive: El don de la humildad. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2014. Pg. 31. [2] Vincent van Gogh: Cartas a Theo. Barcelona: Paidós, 2004. Pg. 295. Vincent van Gogh: Cartas a Theo. Barcelona: Paidós, 2004. Pg. 295.
Dedicatoria Para Bengin y su querida esposa, kurdos; para Wali, Mina y la pequeña Shabnam, afganos; y con ellos, los miles de refugiados varados y olvidados en los infames campamentos de esta Europa infame. ¡Cómo no pediros perdón!
Prólogo Como Aristóteles decía del ser, también el amor se nombra de muchas maneras, se da a conocer con muchos rostros que lo hacen visible, tangible, evidente. El amor se declina como respeto o como responsabilidad, por ejemplo. Amor que tiene su raíz en el Dios de Jesucristo, el Hijo del Hombre, por quien el amor se nos ha hecho próximo para ser vivido y para ser compartido. Lejos de un supuesto amor metafísico, tan elevado que resulta inalcanzable, e igualmente distante de un amor de celuloide, genital pero no entrañable, el universo del amor iluminado por Dios abre a hombres y mujeres un amplio abanico de posibilidades reales, cotidianas, no por ello menos sublimes. De ese amor y de algunos de sus rostros escribimos. Más por anhelo que por experiencia, más como esperanza futura que como realidad cumplida; siempre en deuda de afecto con las personas, no pocas, que nos han mostrado la fecundidad del amor que les habita, que lo han derramado generosa y gratuitamente sobre nuestra alma para hacerla menos árida.
1. Dios es Amor
2. “Ordo amoris”: Un camino más excelente
3. Amor como respeto
Apéndice: Violencia psicológica.
4. Amor como responsabilidad
Apéndice: Responsabilidad en el personalismo comunitario
5. Amor como (re)misión
Apéndice 1: Pacto de Lausana (Suiza), julio de 1974.
Apéndice 2: Manifiesto de Manila (Filipinas), julio de 1989.
Apéndice 3: El compromiso de Ciudad del Cabo (Sudáfrica), 2010.
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Como Aristóteles decía del ser, también el amor se nombra de muchas maneras, se da a conocer con muchos rostros que lo hacen visible, tangible, evidente. El amor se declina como respeto o como responsabilidad, por ejemplo. Amor que tiene su raíz en el Dios de Jesucristo, el Hijo del Hombre, por quien el amor se nos ha hecho próximo para ser vivido y para ser compartido.
Lejos de un supuesto amor metafísico, tan elevado que resulta inalcanzable, e igualmente distante de un amor de celuloide, genital pero no entrañable, el universo del amor iluminado por Dios abre a hombres y mujeres un amplio abanico de posibilidades reales, cotidianas, no por ello menos sublimes.
De ese amor y de algunos de sus rostros escribimos. Más por anhelo que por experiencia, más como esperanza futura que como realidad cumplida; siempre en deuda de afecto con las personas, no pocas, que nos han mostrado la fecundidad del amor que les habita, que lo han derramado generosa y gratuitamente sobre nuestra alma para hacerla menos árida.
1ªJuan 4,8
1. AMOR DIVINO. ¿De qué hablamos cuando hablamos del amor de Dios? Hablamos de amor-dádiva, bien distinto de los amores-necesidad como el afecto (storgé), la amistad (philía) o el erotismo (éros), propios de la condición humana dado que nos necesitamos unos a otros. Las relaciones humanas no ignoran cierta medida de amor-dádiva, expresado por ejemplo en la capacidad de generosidad y sacrificio de una madre hacia su hijo. Pero cuando hablamos propiamente de amor-dádiva sólo podemos referirlo al amor que Dios ha manifestado a la humanidad en su Hijo Jesucristo, amor enteramente desinteresado o, si quiere decirse así, un amor cuya única necesidad es dar y darse.[1]
¿De qué hablamos cuando hablamos del amor de Dios? Hablamos de “agápe”, un término que en el Nuevo Testamento aparece casi siempre referido a las relaciones entre Dios y el ser humano. El apóstol Pablo ofrece en 1ª Corintios 13, no una mera exhortación ética dirigida a los cristianos, sino una descripción del “agápe”: el modo divino de amar. Del mismo modo, el apóstol Juan muestra el carácter y la voluntad de Dios en torno a la palabra “agápe”: amor sacrificial, compasivo y capaz de perdonar, siempre y pese a todo. Este amor “nunca deja de ser” (1ªCor.13,8).
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