Luis Diego Guillén - La alquimia de la Bestia

Здесь есть возможность читать онлайн «Luis Diego Guillén - La alquimia de la Bestia» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La alquimia de la Bestia: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La alquimia de la Bestia»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A la espera de su ejecución en una celda de la fortaleza de El Morro en La Habana, Cuba, un mercenario naval hispanocostarricense narra a sus verdugos las horribles atrocidades de las cuales fue autor y testigo durante la sangrienta revuelta indígena en las montañas del sur de Costa Rica a inicios del siglo XVIII.Por medio de sus palabras, asistimos al cruel y descarnado testimonio de un lóbrego encantador de serpientes que hechiza maligno a su audiencia, guiándola desde una infancia oscura y la artera huida de la tierra natal hasta su cruento retorno para convertirse en alma de la expedición de castigo. Designio que lo llevará por los tortuosos senderos del reino de Ará a través de la locura, las llamas y la enajenación, hasta consumar en la bruma olvidada de las cordilleras paganas de Talamanca, su «blasfema conversión en lo Absoluto».

La alquimia de la Bestia — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La alquimia de la Bestia», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

VI

Ánima en sequía

Había encontrado la tierra prometida. Muerto mi preceptor en todas las artes imaginables, huérfano de la poderosa aureola de mi abuelo, no vivía ya con miedo. Sabía cómo infundirlo, eso sí, y depurar el don me llevaría años de reiterada práctica, hasta este momento en que ante ustedes, lacras de presidio, hago derroche de virtuosismo en la destreza para la cual nací. Imposible hacerme volver al sendero de la sacristía. Mi madre escamoteaba el peculio de la herencia, consolándose de que lo mío era solo un extravío temporal. El Gobernador logró que pese a mi edad, doce años contantes y sonantes, fuese incluido en el cuerpo de arcabuceros que solía dirigir mi abuelo, así como en la famélica guardia que velaba por un conato de orden en el pueblo. Mi seguridad para blandir el sable, aunque carente de técnica, y mi puntería con las armas de fuego, honrarían la decisión de don Juan López de la Flor.

En mis ratos de soledad, que mucho abundaban, continué con la tendencia a lastimar mi piel y mi carne. Sentí que así expiaba la nauseabunda sensación de ser yo, sensación que iba conmigo a donde fuese que mis piernas me llevasen. Pero todo en vano. La náusea no cedía. En mis pesadillas nocturnas, al abrirme la piel no era sangre lo que brotaba, sino una inmunda excrecencia purulenta.

La ventaja es que ya no tenía que buscarme excusas. El ejercicio precoz de las armas y mi temprano desplante de autoridad, me brindaron el pretexto y la oportunidad de blandir mis cicatrices como condecoraciones de batalla. Mi obsesiva propensión al riesgo, a las cabalgaduras cerriles y encrespadas, a las pendencias con chusma de baja ralea, suplía inagotablemente el arsenal de mis pretextos para las incursiones al filo sobre mi piel. Únicamente Antonio, mi leal primo, despertaba en mí una chispa de compasión humana. Solo él no había crecido y seguía siendo la misma flácida sombra deambulante sobre la que se cebaban todas las burlas y los improperios de la aldea. Aterrorizado aún más desde el día en que rubriqué mi rostro con la cicatriz que ahora ustedes ven, lo tomé a mi cuido y protección, en pago por su ciega y perruna lealtad de la infancia. Un par de dientes desperdigados violentamente por el suelo convencieron a los mozalbetes cartagineses de que era imposible meterse con él y escapar con impunidad a mi saña. Pero después de todo, era la nuestra una provincia pacificada a punta de aburrimiento siglo y medio atrás, sin indígenas belicosos a los cuales combatir, sin oro del cual despojarlos y con piratas condescendientes que preferían llegar en son de contrabando, salvo cuando sus jefes europeos les ordenaban lo contrario. No había muchos enemigos dignos a quienes batir. Solo quedaban las reyertas constantes de campesinos insumisos y embriagados, reyertas que no estaba de más provocar subrepticiamente.

Cuidé mucho eso sí de que mis desmanes privados nunca colisionaran con mi servicio activo. En ello, la disciplina imbuida por mi abuelo dio sus frutos. Mientras la mayoría de los hombres suelen alardear de su primera experiencia sexual, yo –que ya había tenido mi primer y desagradable encuentro con la intimidad– atesoré en mi alma la ocasión en que le disparé a un hombre por primera vez, a los trece años de edad y en una de las tantas y desordenadas fiestas patronales que pululaban en los arrabales del villorrio. Mi atacante, indígena alcohólico y mendigo sin hogar, confiado en mi poca edad se abalanzó con su herrumbroso puñal en mano, sin poder dar más de tres pasos antes de que mi trabuco obediente lo tumbase en el suelo.

La inaudita osadía de un mocoso de trece años en uniforme, junto a mi porte altanero y la temprana ferocidad de mi cicatriz, hizo que el pelele de otros tiempos fuera rápidamente olvidado. Caudillo e íntimo de desaforados, amigo de contrabandistas audaces y buscapleitos, lo tenía todo. Mi halo de joven precoz en uniforme desvencijado me precedía y nunca necesité la fuerza para tomar lo que mi capricho de previo hacía mío; antes bien, todo me era ofrecido. En los desmanes y orgías de la casa de la Cofradía supe saciar mi sed de riña y de cuerpo de mujer. Conocí a madre e hija y pude darme el lujo de comparar. Pero nunca abordé a ningún hombre: veía en todos ellos al novicio.

Mi mulata me había enseñado las artes que según ella, agradaban a las mujeres, pero pobre ánima en sequía de afecto nunca pudo instruirme, porque no lo comprendía, en la pureza de un sentimiento sin tener que invadir el cuerpo ajeno. Yo creía a pies juntillas que la fuerza bastaba para satisfacer a las mujeres. Mis compañeros de cuartel y de juerga por lo visto también creían lo mismo. Y esa certeza sería nuestra perdición.

VII

El espectro más vaporoso

Meses antes de cumplir mis catorce años, el obispo de Nicaragua y Costa Rica, Monseñor Bravo de Laguna, anunció su visita pastoral a mi desarrapada tierra. Su llegada fue precedida en meses por su oidor personal e íntimo amigo, poderoso hacendado dedicado al cultivo del añil en Nicaragua y que venía no solo para ofrecer soporte administrativo a la visita pastoral, sino también para colaborar con el juicio de residencia del Gobernador, quien ya finalizaba su cargo. Colocados en una de las mejores casas posibles, en las cuadras más alejadas pero dignas del centro, fueron el recién llegado y su esposa toda actividad para preparar el arribo de Su Ilustrísima, en cuyos preparativos participó mi madre asiduamente, a pesar de la desmejora en su temperamento por culpa de mis deslices y el abandono de mi carrera religiosa.

Los visitantes y sus dos únicos sirvientes se instalaron lo mejor posible en la casa puesta a su disposición. Pero lo que desde el inicio obsesionó el corazón de la jauría masculina de Cartago fue su hermosa hija, de mi misma edad y ahijada dilecta del Obispo, belleza singular que desde ya había sido ofrecida en matrimonio al hijo de otro poderoso prebendado del norte. Pasaba la doncella la mayor parte de su tiempo acompañada de su anciana nodriza, practicando sus devociones, bordando, leyendo o colaborando en las labores de la casa. Yo conocía con todo mis límites, sabedor que ella estaría fuera de mi alcance, pues temí en mi fuero interno contrariar aún más a mi madre. Pero mis compañeros de escuadra llegaron al tácito acuerdo de que se trataba de la presa perfecta, fruta propicia de un huerto al cual solo bastaba estirar la mano.

En mi desconocimiento –a pesar de todo desconfiaban de mi edad– vandalizaron clandestinamente la residencia de los visitantes. Ante el temor que el extraño acto reportaba y en vistas de la relativa soledad de la residencia, el padre de la niña solicitó ayuda al Gobernador, quien no deseando contratiempos ni en su juicio de residencia ni en la visita de Su Ilustrísima, no tuvo reparos en aceptar el consejo y la oferta de mis compañeros de armas y coordinar con ellos guardia permanente ante la casa en cuestión.

Era ya vísperas de partir una numerosa comitiva, que incluía al Gobernador, los padres de la muchacha, lo más selecto de la sociedad cartaginesa y lo menos rudimentario de la compañía de arcabuceros. Su objetivo sería esperar la caravana de Su Excelencia en la ciudad del Espíritu Santo de Esparza y acompañarle hasta la capital de nuestra provincia. La permanente escolta de los fieles agentes del orden era la mejor garantía de seguridad para una mujer joven y su vulnerable cuidadora, en una ciudad que se despoblaba entre semana.

A pesar de mis enfervorizadas súplicas, el Gobernador no me llevó consigo. Lo bien que hubiera hecho. A fuerza de ruegos, mi madre le convenció de que no le acompañase, por lo cual me había ausentado a disgusto de casa por una semana, pernoctando en las caballerizas del Cabildo. Fui asignado al relevo nocturno de la guardia en la casa de los visitantes. Todo lo demás fue en apariencia fácil para mis compañeros, caterva de idiotas nada acostumbrados, al igual que yo, a que una mujer tuviera muy buenas razones para decirles que no. Transcurrió una estudiada semana de monótonos y constantes relevos de centinela, lo cual terminó de persuadir a las residentes de que la normalidad había vuelto y no había nada de qué preocuparse.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La alquimia de la Bestia»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La alquimia de la Bestia» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La alquimia de la Bestia»

Обсуждение, отзывы о книге «La alquimia de la Bestia» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x