Catalina Murillo - Tiembla, memoria
Здесь есть возможность читать онлайн «Catalina Murillo - Tiembla, memoria» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Tiembla, memoria
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Tiembla, memoria: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Tiembla, memoria»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Tiembla, memoria — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Tiembla, memoria», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Tiene novia, camaradas. ¿Ahora qué? ¿Qué, con nuestras hormonas, siempre esclavas de nuestras neuronas? (Esto es lo que peor llevo de ser mujer.) Samuel, sofocado, se abre –Cristo redentor– otro botón de su camisa y súbitamente salta, como si hubiera estado ahí preso, un ejército de pelitos dorados. Cata quisiera recogerlos uno a uno con su lengua. Por eso, aunque se desprecie por ello, entra en el juego pedestre de las amantes mártires y va y le pregunta: “¿Estás muy enamorado?”, dándole pie a que suelte la cantaleta de que no, amor nunca hubo, amor es lo que siento por ti, pero soy un caballero y no sé cómo dejar a mi novia sin herirla… Mentira que una vez aceptada, ya para qué. Pero Cata le preguntó ¿estás muy enamorado? y fue cuando Samuel se puso de verdad trágico, cuando bajó la cabeza para decir: Sí.
Que dios te bendiga, hija mía, este hombre celestial. Te lo devuelvo impoluto. Cómo, cuándo, lo enamoraste. Dime cómo se hace, novia de Samuel, que estás ahora mismo durmiendo en tu cama de algodón mientras yo intento con refinada mayéutica llevarme a tu novio al cafetal, o al huerto, o donde se lleve uno a los hombres en estas latitudes.
Me termino en dos sorbos mi copa, tomo a Samuel por la barbilla y con la mirada mendigo un beso. Un beso de despedida. Es una urgencia poética. Y a punto está de darme mi limosna, cuando se escucha quebrarse una copa y estallar un alboroto.
Lo siguiente sucedió muy de prisa, como dicen los escritores de best-sellers. Cata ve un disturbio al otro lado de la discoteca y distingue cómo dos gorilas de seguridad se acercan a Patiño, discuten con ella y terminan levantándola por los aires tomándola por los sobaquillos. Preparándose para la lucha, Cata se gira a pedirle otro whisky al camarero. La cosa tarda porque hay mucha gente y cuando se vuelve (aún sin su whisky, este dato será de extrema importancia dentro de poco) ¿Samuel?, ha desaparecido de su lado. Cata se gira y le dice al camarero que se dé prisa. Ha crecido la alharaca en torno a la copa rota y ahora, entre el teatrillo, Cata ve cómo otros dos matones de seguridad a quien se llevan es a su rubio. Por dios, camarero, que tengo que ir a rescatar a los míos.
Al fin me dan mi whisky y corro hacia mi amiga, que parece no darse cuenta de estar siendo arrastrada hacia la salida y sigue enfrascada en una discusión con alguien. Ese alguien es –lo prometido es deuda– Piroulette; Piroulette que intercede por ella ante los de seguridad, a pesar de que es por haberle lanzado un vaso a la cabeza que la echan del lugar.
Me abalanzo hacia los matones y pellizco a uno de ellos, o mejor decir que lo intento, pues es como un muñeco de caucho, el desgraciado. Les sigo lanzando amenazas por un pasadizo oscuro hacia fuera, pero aparece un tercer matón y me dice que no puedo abandonar el bar con el vaso de vidrio. Vuelvo pues por el túnel del tiempo hacia el interior y me topo a Piroulette. Nos miramos como lo que somos: dos extraños que se repelen. No sé por qué me repugna tanto, este tipo, pero es cierto que después de su fiasco de film me cae menos mal. La estocada moral habría sido que aquel figurín con chupachups hubiera parido una obra capaz de tañer nuestras empolvadas cuerdas. No estamos preparadas para que nos rompan así nuestros prejuicios.
Llego a la barra y pido un vaso de plástico, pero tardan una eternidad en dármelo. Cuando me lo dan, me quedan tres sorbos. Mi whisky se va vaciando mientras yo me voy llenando. De un furor festivo. Ya sin whisky, ni vaso, ni beso, ni nada, logro salir a la calle.
—¿Y Samuel? ¿Dónde está Samuel?
Ahí fuera únicamente están Patiño y Piroulette; aquella, en el bordillo de la acera, y este, explicándose con los dos matones de la puerta.
—Lo has perdido, Catalina. Has perdido al hombre de tu vida… por mi culpa –me dice Patiño, pendular.
—¿Cómo? ¿Dónde está? –crece en mí la desesperación–. Quiero darle un beso. Únicamente uno en esta vida terrestre. No es tanto. ¡Samuel, Samuel! –empiezo a gritar.
—¡Silencio, coño! –muñeco guardián uno.
—¡Samuel!
—¡Shhh!
—Joder, qué tías –muñeco guardián dos. Su trabajo es velar por la higiene del sueño de los vecinos.
—¡Samuel!
—Oye, de verdad, por favor –Piroulette.
—Se ha ido, Cata. A Segovia.
—¡No! –Cata espantada–. Has dicho bien: lo he perdido. He perdido a un hombre por un whisky.
Nunca te tuve y nunca te tendré. Solo media hora, no más… los primeros versos de Konstantin vienen en mi auxilio. Si yo pudiera escribir semejantes frases, saldría menos de casa, alborotaría menos. Me siento al lado de Patiño en la orilla de la acera. Nunca te tuve y nunca te tendré…
—¡Samuel! –Patiño solidaria.
—¡Samuel! –Cata emocionada.
—¡Samuel, Samuel! –al unísono, es ya un grito de guerra.
—Joder –rezonga Piroulette y se dispone a volver a la fiesta. Pero el par de muñecones de seguridad le cierran las puertas del reino en las narices. Piroulette intenta explicarles quién es él. El director de la película, resume. Pero, ¡oh, sancta simplicitas!, los dos monigotes echan a reír, creyendo, con razón, que Piroulette les toma por tontos.
Piroulette, altivo, viene a pedirnos que atestigüemos a su favor. ¡Samuel!, le grito en la cara. Piroulette me mira con más desprecio del que yo jamás sentí por él, y se larga.
Patiño y Botellas también echan a andar, en dirección contraria. Cuando pasan frente a un cajero automático Botellas ve el cielo abierto, saca un fajo de billetes, detiene un taxi, empuja dentro a su amiga y exclama como siempre soñó:
—Taxi, ¡a Segovia!
Y el taxista obedece sin decir ni mu, que es una de las cosas que más me gusta de Europa, que los taxistas están a favor de la trama. Patiño no quiere ir a Segovia, pero no puede hablar, se lo impide un ataque de hipo. De todas formas, puesto que este taxista está dispuesto a tomarme en serio, a los trescientos metros soy yo quien le pide que nos deje en esa esquina, le pago lo que le debo más una propina daliniana y nos bajamos por propia voluntad. Como dos damas.
Dos damas otra vez por las callejuelas de la madrugada. Tengo ganas de que pase algo. Algo. No sé qué tiene esta endemoniada ciudad. Qué acelerón llevo en el pecho. Ay, dios, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos, dinos cómo. Dinos si algún día. Pero si no ahora, cuándo.
—Voglio un homme! Voglio un homme! Ayúdame, Patiño, hazme un estribo con las manos, voy a subir a esa farola a gritar en italiano.
Patiño me hace caso y mientras me encaramo en ella, me pregunta:
—Oye, Cata, ¿por qué siempre escribes dios con minúscula?
—Porque en el caso probable de que no exista, sería idólatra que yo…
No hay tiempo para explicaciones. Un auto se ha detenido frente a nosotras. Dentro van cinco machos en ciernes, cinco veinteañeros no de familia buena sino de buena familia (¡los factores, los factores!), con sus cutis sanos, sus cabellos brillantes, sus dientes ordenados y completos; chicos que nunca han conocido el hambre, ni la guerra, ni el exilio; chicos que no tienen huellas de sufrimiento; no tienen huellas en general, es lo primero que resalta en ellos, lo que reflejan sus ojos jóvenes: su envoltorio aún ajeno a la garra de la muerte. Van escuchando la música que escuchan sus homólogos del mundo entero. Se contorsionan un poco, fuman, el motor ronronea ante el aquí llamado paso de cebra. Uno de ellos, el copiloto, saca su carita de medio hombre medio niño por la ventana y nos suelta: “¿Qué pasa, chochos?”
Cata quiere zarandearlos e inquirirles: ¿Por qué no nos dicen “hola, guapas, queréis venir con nosotros a ver el amanecer en Cádiz”? Habríamos ido, ¿que no? Nos habríamos sentado en sus regazos, les habríamos contado chistes todo el trayecto y les habríamos enseñado cositas. Yo me habría entregado con gusto a ustedes cinco. Los habría invitado a un hotel con jacuzzi, sin pedirles nada a cambio, salvo un poco de ternura y sus diez tetillas sin mácula.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Tiembla, memoria»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Tiembla, memoria» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Tiembla, memoria» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.