—¡Hola, cariño! Ten cuidado que no te moje, ve a la cama que ahora mamá se cambia y te lee un cuento.
Juliana, después de cambiarse y leerle un cuento a Mathew, se fue a cenar, Megan estaba frente a ella, mirando cómo comía.
—¿Qué? —dijo Juliana un poco molesta ante la incesante mirada de su hermana.
—Nada, solo que tengo curiosidad a dónde has estado en todo este tiempo.
—Pues me fui a visitar a Viviana, que necesitaba ayuda para colocar unas cortinas nuevas y, bueno, luego se nos pasó la tarde charlando.
—Muy bien.
Juliana estaba acabando de cenar, mientras su hermana no le quitaba ojo.
—¿Qué pasa?, ¿quieres dejar de mirarme así?
—¿Mirarte cómo? ¿Acaso no puedo mirar cómo come mi hermana?
—Sí, pero no es común en ti, hermana —Mientras recogía el plato de la mesa y lo dejaba en la pica.
—Es verdad. —Cuando se levantó de la silla.
—¿Qué te pasa? ¿O acaso quieres algo?
—Juliana, buenas noches. —Le dio un beso.
—Buenas noches, Megan, que descanses.
Juliana se quedó un tanto preocupada por el rostro de su hermana, no la veía así desde hace tiempo, creía que había visto… Prefería no pensar en nada, se acostó en su cama y cogió el libro para leer otro fragmento.
«A veces, cuando abrimos una puerta, no sabemos lo que hay detrás o tan solo... ¿Y si detrás de ella hay más de una? Sería como un laberinto ante todas nuestras dudas, pero la vida no es un camino recto y jamás sabremos todas las respuestas a nuestras dudas, por eso es importante mantener la llave bien guardada, para saber en qué momento dar cierta información cuando sabemos la respuesta. Y ahora te preguntas: ¿Por qué hay respuestas que se nos olvidan, cuando en realidad te las sabías?»
Cerró el libro de golpe. «Vaya tontería de libro, a lo mejor Viviana tiene razón, que no merece la pena leerlo», pensaba mientras lo guardaba en el cajón de la mesita de noche. Cerró la luz y se durmió al instante.
«¿Qué puerta?», escuchó con tan solo despertarse, ella abrió los ojos cuando vio junto a la puerta.
—¿K? —gritó y él fue a taparle la boca.
—¡Calla! Que los vas a despertar.
Se apartó de él y cogió el teléfono, tapándose con una de sus mantas.
—¡Fuera!, o llamo a la policía.
—Como quieras, yo no puedo irme hasta que me digas qué puerta.
—¡Está bien!
Su hermana entró de golpe.
—¡¿Qué pasa?!
—Él —señaló y no había nadie.
—Julie, no hay nadie. ¿Qué te pasa?
—Estaba K, un chico al que llevé anoche, estaba aquí.
—Julie, habrá sido una pesadilla, duérmete otra vez. ¿Y por dónde vive ese K, si se puede saber?
—Dos calles más abajo.
—No puede ser, yo no conozco a nadie que se llame K en este barrio, además, creo que ese libro que te dio papa te está afectando.
—Sí, puede ser...
Llamó enseguida a Viviana cuando su hermana se fue del cuarto.
—Buenos días, cariño, qué pronto te has levantado hoy.
—Oye, Viviana, cuando dijiste que este libro…
—Cuando dije que te puede atrapar bastante.
—¡Sí! ¿A qué te refieres?
—Bueno, es un libro con una filosofía bastante intensa, se utiliza en terapias con pasados fuertes, imposibles de explicar… Te hace cuestionar tantas preguntas que le planteas a la mente — respiró—, que la mente no tiene otra que empezar a sacar la verdad, por eso el título Lo que de verdad escondes.
—Gracias, Viviana, ¿y tú cómo sabes que se utilizan en terapias?
—Porque me lo dijo un amigo que es doctor y psicólogo, y bueno, te he desvelado un poco el misterio del libro —dijo entre risas nerviosas—. Te dejo, guapa, que tengo que hacer varias cosas.
Juliana se puso el chándal y salió a correr para que le diera un poco el aire. Lo que verdad escondes no solo trataba de lo comentado por Viviana, en verdad era otra mascarilla, disfraz ambiguo para ocultar el verdadero enigma.
«En qué momentos te has preguntado: ¿Quién soy o qué hago aquí? Nacemos en un mundo completamente desconocido para nosotros, aprendemos de la vida, y nos enseñan en la sociedad que vivimos. Anhelamos y luchamos por sobrellevar la mejor vida que podemos, siempre encontrando, alrededor del mundo que nos rodea, una diversidad de millones de estrellas, que contiene un planeta y un universo completamente diferente al nuestro. Diferentes y únicos somos cada uno de nosotros, los héroes existen, aquellos que nos cuidan, nos quieren, esos empáticos, esos humanos y seres que ayudan, salvan vidas, protegen. Y un infinito de estrellas que nos abrazan con luz cada día, al levantar cada amanecer, una oportunidad por disfrutar, conocerte, saber que te gusta. Nunca sabrás qué te puede aportar este maravilloso planeta que nos brinda de la naturaleza más sublime, con el océano más inmenso, que nos sigue regalando si no te abres a ella. ¿Y tú? ¿Quién eres? Seas quien seas, este es tu momento, por descubrir, aventurarte... A todo esto, ¿por cuál puerta vas de tu vida?».
Giró la página y en ella había escrita solo una frase en el centro:
«Los valores es una parte de tu esencia de luz, lo que disfrutas, es tu potencia de luz que te hará brillar junto a otras estrellas».
Juliana cerró el libro y lo dejó encima de su mesita de noche.
La familia estaba preocupada por Juliana, llevaba demasiado tiempo enganchada a ese libro, como si esperase una respuesta, que ella nunca llegaba a descifrar. Una tarde cualquiera estaban en el salón, su hermana Megan se sentó frente a ella.
—¿Qué? —preguntó Juliana.
—¿Cómo que qué? Juliana, llevas semanas absorbida por este libro. ¿Crees que vas hallar alguna respuesta? —le contestó Megan.
—¿Respecto a qué? —Cuando dejó el libro a un lado.
—¡No sé, tú sabrás! —Se levantó dándose la vuelta a ella.
—¡Respecto al padre de Mathew! ¿O me vas a decir que no tienes ni idea de quién es?
—¡Y no sé quien es!
—¡¿Cómo que no?! Alguien me dijo que sí.
—¿Quién? Si se puede saber.
—No importa. —Recordando aquella vez que sus padres mencionaron algo a escondidas de una tal doctora—. ¡Ocultarme las cosas no va a mejorar a que yo recuerde, Megan!
—¡No es cuestión de ti, Juliana! Ya veo que no lo entiendes... Ni tú ni nadie recuerda... Solo hay una persona que sí...
—¿Quién?
—No puedo decírtelo eso, te distraería aún más.
—Por mí no me importa, Megan. —Se acercó a ella—. Pero es por Mathew.
—Vale, no te enfades.
—¿Por qué?
—Si te dijera que Mathew... ¿Sabes?, da igual, quedaremos que las únicas personas que lo saben son dos.
—¡¡Megan!! ¿Qué sabes?
—¡No te lo puedo decir!
—¿Por qué? ¿Tú no quieres o porque alguien te ha dicho que no sería conveniente?
—Porque no quiero.
—¡Anda ya, Megan! Tu siempre has sido mi confidente, hermana, y no te creo... —Hubo una pequeña pausa—. Excepto que creas que me estás protegiendo de algo.
—Sí, será eso. —Miró el reloj—. Uyy, ¿no has visto la hora que es? Deberías ir a recoger a Mathew del colegio.
—Es verdad, pero esto no se queda aquí. —Cogió las llaves del coche y salió de casa.
Recogió a Mathew del colegio, Juliana estaba más callada que de costumbre, aunque siempre le brindaba una bonita sonrisa a su hijo.
Seguía pensando en lo mencionado por su hermana, «si dos lo saben tienen que ser mamá y papa», pensó... Pero ella sospechaba en por qué menciono a su hijo: ¿A caso sabía él algo que ella no supiera? Es verdad que llevaba un tiempo Mathew sin preguntar dónde está su padre, pero no quería decir nada, por si acaso.
Читать дальше