Freud es taxativo: afirma que esta idea de Rank de economizar el camino es congruente con la época y está bajo la influencia de la posguerra europea y la prosperity norteamericana, ambas pertenecientes al pasado. Para Freud es ineludible en un análisis pagar el precio, y Rank no lo paga porque nunca se analizó, se aparta del movimiento psicoanalítico.
Respecto de Rank, es interesante lo que Jacques-Alain Miller señala en “Marginalia de Milán”, artículo en el que comenta el texto freudiano. Dice que Freud cita a Rank a raíz de su particular salida del análisis, y lo define como alguien que no quiere saber nada del psicoanálisis, que pasó de una pasión de saber a un desinterés, como si el psicoanálisis le hubiera hecho desaparecer ese deseo. Afirma irónicamente que, según Lacan, a Rank sólo le faltó el pase. (4)
Volviendo a Freud, él se pregunta cómo salen sus analizantes del análisis con él, de su práctica. En “Inhibición, síntoma y angustia” se refiere a que el análisis concluye cuando el sujeto ya no sufre de sus síntomas, y supera sus angustias e inhibiciones. (5) Sabemos que para Freud la represión primaria no tiene un contenido y no es la última palabra como lo es para Rank, pero eso no impide que haya un final. Freud también tuvo su intento de abreviar las curas; lo hizo con el Hombre de los Lobos: precipitó el final fijando un plazo por anticipado para resolver así el impasse en el que se encontraba, ya que el paciente no quería concluir, lo que daba cuenta de una autoinhibición de la cura. Con esta medida se produjo la resolución de la neurosis. En 1914 Freud lo consideró radicalmente curado, pero en 1923 admitió haber incurrido en un error y tuvo que ayudarlo a dominar una “pieza no tramitada de transferencia”.
Este caso fue analizado en los años posteriores por Ruth Mack Brunswick, una de sus discípulas. Mientras Freud destaca un “cambio de vía” cuando las cosas quedan sin tramitar, ella en cambio enfatiza los restos de la vieja neurosis, fragmentos de su historia infantil que no habían salido a la luz y “que ahora eran repelidos con efecto retardado como unos hilos tras una operación”, y “restos transferenciales” que se presentan en el pasaje de un análisis a otro. (6)
Finalmente, Freud le resta potencia a esta medida coercitiva de fijar un plazo anticipado para el fin de la cura, y recuerda que la interpretación analítica está más bien ligada al tacto y que “el león salta una sola vez”, en un instante, en el momento oportuno. Tampoco les da crédito a la prevención, ni al saber como causa inmediata de una mutación subjetiva. Se puede entender de qué se trata, pero eso no necesariamente lleva a un cambio rápido en el sujeto; es decir, la pedagogía es inoperante en el análisis. No es posible cortocircuitar las curas, sin embargo Freud se pregunta: ¿cómo terminar con ese stuck? (‘resto’ en alemán). Sobre este punto Miller refiere que Lacan hablará del “resto fecundo”, y que en la historia humana lo más fecundo son los restos. ¡Lacan mismo fue un resto de la operación IPA!
2. ¿Cuánto tiempo dura el éxito terapéutico? La pulsión y el yo
Freud también se interroga respecto de la duración de lo obtenido en el final, es decir, por cuánto tiempo podremos beneficiarnos del éxito terapéutico. Si existe una conclusión natural para cada análisis, ¿a qué llamamos final de un análisis? ¿Se puede ir hasta el final sin que algo retorne más tarde? No se trata sólo de ir más rápido, sino de a dónde vamos.
Como ya he mencionado, Freud argumenta en 1926 que el análisis termina cuando el paciente ya no sufre a causa de sus síntomas y ha superado sus angustias e inhibiciones. Define así un final práctico y terapéutico cuando el analista juzga haber hecho consciente lo reprimido en el paciente, esclarecido lo incomprensible, eliminado sus resistencias. Y si por algún motivo externo, por ejemplo una mudanza o falta de dinero, el paciente no alcanza estas metas, habla de análisis imperfecto más que de uno no terminado.
Lo que a mi parecer Freud introduce como crucial, siguiendo este camino, es la pregunta de si existe la “normalidad” psíquica, y si es posible alcanzarla por medio del análisis. Antes se había referido al trauma, ahora introduce el factor pulsional. O sea, le agrega al trauma la pulsión. Cuando la pulsión es causa de la neurosis, no puede acelerarse la cura ni anticiparse un resultado duradero. Dice que hay acciones mixtas de factores constitucionales y accidentales para pensar la etiología de las neurosis, pero la etiología traumática ofrece oportunidades más favorables al análisis y permite considerar un análisis terminado definitivamente. Más aún: refiere que cuando hay un trauma el sujeto tomó en el pasado una decisión equivocada, y mediante el fortalecimiento del yo se sustituye la “decisión inadecuada que se remonta a la edad precoz por una tramitación correcta”; (7) no hay daño en el yo.
¿Cuáles son los obstáculos a la conclusión de la cura? Los factores desfavorables están del lado de la intensidad constitucional de las pulsiones y de la alteración del yo por la lucha defensiva, porque son causas internas. “El destino de la curación depende del destino de la pulsión”. (8) Cuando se trata de la pulsión, el yo no toma la decisión sino que se altera, se deforma. Pero cuando se trata del traumatismo el yo decide huir para defenderse. Son dos modos de defensa del yo, uno ante el trauma y otro ante la pulsión. Por lo tanto, la intensidad constitucional de las pulsiones y el grado de alteración del yo son causas internas que harían que un análisis no termine. De aquí se desprenderán la teoría kleiniana sobre el final de análisis, que se basa en limitar la intensidad pulsional; y la psicología del yo, que apunta al reforzamiento yoico, en el cual el final está planteado por la vía de una identificación con el yo no alterado del analista.
Podemos constatar que, si bien Freud propone al yo como un poder de dominio, hay para él un factor cuantitativo que no podemos dominar y del que siempre queda un resto.
Jacques-Alain Miller compara este resto freudiano con la división subjetiva que produce el objeto a para Lacan, ese resto de goce que no puede ser reabsorbido por lo simbólico.
También se abre en el texto de Freud el capítulo que podríamos llamar “Ferenczi”, respecto de la salida del análisis. Freud menciona su caso sin precisar de quién se trata, aludiendo a la aparición de la transferencia negativa que no fue analizada en su momento por él y que su discípulo, ex paciente, le reprocha. Por otra parte, está seguro de que no se puede analizar previendo un conflicto si este no es actual ni se exterioriza; como mencionamos anteriormente, no es posible hacer prevención. En la época en que analizó a Ferenczi no surgió la transferencia negativa. Llama optimistas tanto a los que creen en la posibilidad de tramitar de manera definitiva un conflicto pulsional como a los que sostienen la prevención y creen en las vacunas contra la angustia. Y llama escépticos a los que dicen que “ni siquiera un tratamiento exitoso protege a la persona por el momento curada de contraer luego otra neurosis… hasta con la misma raíz pulsional”, (9) o del retorno del antiguo padecimiento. Freud es categórico: no es posible acortar las curas por esos atajos, “no despertar a los perros dormidos es imposible porque los perros nunca duermen”, siempre habrá conflictos pulsionales.
Jacques-Alain Miller sugiere que la neurosis puramente traumática es una ficción ideal, queda sólo la neurosis de guerra. El resto incumbe al sujeto y a las alteraciones del yo. De hecho, Lacan formuló su concepto de sujeto a partir de la defensa del yo: el sujeto dividido es en sí mismo una defensa, por lo tanto podemos decir que la pulsión es en sí misma traumatismo; y eterniza en el sujeto el trauma del goce. Lacan también ubica el fantasma fundamental como defensa primordial del sujeto respecto de la pulsión, y retoma la lectura freudiana de la pulsión como una exigencia: hace de la pulsión una demanda silenciosa y escribe: $ ◊ a.
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