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Prólogo a la colección comentarios sobre la colección #Breves: En la búsqueda de icebergs Sabemos que el cuento debe ser como una esfera, es decir, que desde los más extensos hasta los hiperbreves, postulan un universo cerrado en el que cada elemento mantiene una relación con el resto del texto. En cambio, la materia narrativa del microrrelato no se encierra en sí misma, sino que se abre a las múltiples interpretaciones de los lectores. Por esta razón muchos estudiosos del género postulan que, además de la extrema brevedad, la característica más destacada del microrrelato es la de narrar con el silencio. Pero ¿Qué quiere decir narrar con el silencio? En los microrrelatos no es tan importante lo que se narra, sino lo ausente, lo que está implícito. Imaginá un iceberg: en estos enormes témpanos de hielo hay una sección que sobresale de la superficie del océano y la otra parte, la más extensa, es la que se encuentra sumergida. Así, lo que está escrito es solo la punta del iceberg y nosotros como lectores, debemos sumergirnos en las profundidades de los silencios, para descubrir todo lo que el texto quiere decirnos.
Introito: Pesca de dinosaurios por Luisa Valenzuela microprólogo Introito Pesca de dinosaurios ¿Puede el pez chico comerse al grande? ¿Puede el más joven y más restringido de los géneros fagocitar –mejor aún encapsular– a los más altisonantes, clásicos y opulentos de ellos? Puede. Siempre que la pluma la esgrima alguien llamado Juan Manuel Montes, pescador de aciertos y sutilezas. Digo pluma y digo pescador y asocio con la idea de la pesca con mosca. Al voleo, puede decirse así si bien se necesita gran arte. En tal caso el anzuelo, ese elemento al final de la línea, no es insecto alguno sino un gancho emplumado. Y bello. Como los que Juan Manuel lanza con profundo conocimiento, sabiduría y la dosis absolutamente necesaria de precisión para pescar, en el caudalosísimo río del lenguaje, la trucha de un hallazgo. ¡Y cuántas variedades de truchas pesca Juan Manuel! De peces deslumbrantes, muchos más que los que abundan en los río torrentosos de su Mendoza querida. Con paciencia y dedicación gira la manivela de su carrete y extrae ejemplares de exquisita brevedad, renovada frescura y ecos de las profundidades ancestrales. Al contemplar su destreza, el lector también termina atrapado en sus redes. Se pierde en historias dulces, picantes, ácidas, agrias. Al recorrerlas, redescubre los modos narrativos porque las especies reunidas en este libro se presentan en variedad de ingeniosos cardúmenes, deslizándose con gracia y naturalidad a través de sus páginas. Su brillo permite vislumbrar también el carácter lúdico de toda pesca deportiva. En este nuevo hábitat, ciertamente, el pez no muere por la boca. Juan Manuel devuelve sus creaciones al río, enriqueciendo para siempre sus aguas. Embarcarse junto a él en esta maravillosa aventura es realmente como pescar en río revuelto. ¡Sí que hay pique en su imaginación! Y a todos deja con ganas de volver a morder el anzuelo. Luisa Valenzuela
Dedicatoria Para Greta, Natalia, mi familia y para los grandes amigos del microrrelato. A todos ellos les debo lo que soy. “Del dinosaurio surgen las demás especies del microrrelato.”
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comentarios sobre la colección
#Breves:
En la búsqueda de icebergs
Sabemos que el cuento debe ser como una esfera, es decir, que desde los más extensos hasta los hiperbreves, postulan un universo cerrado en el que cada elemento mantiene una relación con el resto del texto. En cambio, la materia narrativa del microrrelato no se encierra en sí misma, sino que se abre a las múltiples interpretaciones de los lectores. Por esta razón muchos estudiosos del género postulan que, además de la extrema brevedad, la característica más destacada del microrrelato es la de narrar con el silencio. Pero ¿Qué quiere decir narrar con el silencio?
En los microrrelatos no es tan importante lo que se narra, sino lo ausente, lo que está implícito. Imaginá un iceberg: en estos enormes témpanos de hielo hay una sección que sobresale de la superficie del océano y la otra parte, la más extensa, es la que se encuentra sumergida. Así, lo que está escrito es solo la punta del iceberg y nosotros como lectores, debemos sumergirnos en las profundidades de los silencios, para descubrir todo lo que el texto quiere decirnos.
microprólogo
Introito
Pesca de dinosaurios
¿Puede el pez chico comerse al grande? ¿Puede el más joven y más restringido de los géneros fagocitar –mejor aún encapsular– a los más altisonantes, clásicos y opulentos de ellos?
Puede. Siempre que la pluma la esgrima alguien llamado Juan Manuel Montes, pescador de aciertos y sutilezas.
Digo pluma y digo pescador y asocio con la idea de la pesca con mosca. Al voleo, puede decirse así si bien se necesita gran arte. En tal caso el anzuelo, ese elemento al final de la línea, no es insecto alguno sino un gancho emplumado. Y bello. Como los que Juan Manuel lanza con profundo conocimiento, sabiduría y la dosis absolutamente necesaria de precisión para pescar, en el caudalosísimo río del lenguaje, la trucha de un hallazgo.
¡Y cuántas variedades de truchas pesca Juan Manuel! De peces deslumbrantes, muchos más que los que abundan en los río torrentosos de su Mendoza querida.
Con paciencia y dedicación gira la manivela de su carrete y extrae ejemplares de exquisita brevedad, renovada frescura y ecos de las profundidades ancestrales.
Al contemplar su destreza, el lector también termina atrapado en sus redes. Se pierde en historias dulces, picantes, ácidas, agrias. Al recorrerlas, redescubre los modos narrativos porque las especies reunidas en este libro se presentan en variedad de ingeniosos cardúmenes, deslizándose con gracia y naturalidad a través de sus páginas. Su brillo permite vislumbrar también el carácter lúdico de toda pesca deportiva. En este nuevo hábitat, ciertamente, el pez no muere por la boca. Juan Manuel devuelve sus creaciones al río, enriqueciendo para siempre sus aguas.
Embarcarse junto a él en esta maravillosa aventura es realmente como pescar en río revuelto. ¡Sí que hay pique en su imaginación! Y a todos deja con ganas de volver a morder el anzuelo.
Luisa Valenzuela
Para Greta,
Natalia,
mi familia
y para los grandes amigos
del microrrelato.
A todos ellos les debo lo que soy.
“Del dinosaurio surgen las demás especies
del microrrelato.”
El beso
Hay un cuadro que se llama El beso, fue pintado por Gustav Klimt hace muchos años y la verdad no sabía muy bien qué me gustaba de ese cuadro, hasta hoy.
En el centro de la imagen hay un hombre, su cuerpo está formado por rectángulos negros y dorados. Con sus enormes manos sostiene delicadamente la cara encendida de una mujer. Ella está acurrucada en él como un canario florecido, mientras él le besa la mejilla, muy suave, como si soplara espuma.
Y la verdad es que nunca entendí por qué el cuadro tenía tanto dorado y tantos círculos y formas abstractas hasta hoy. Hoy me besaste, vos estabas arriba de un escalón y yo me sostuve de tu cuello. Te sentí cerca y lo entendí todo. Un aroma a primavera húmeda fueron tus labios. Abrí los ojos y tu cara estaba desenfocada, casi geométrica, y en tu contorno, el sol de la tarde iluminaba círculos de oro como luciérnagas radiantes con manchas de colores.
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