¡Nueva información! Hace poco he recibido un correo electrónico fascinante de uno de mis lectores que incluye algunos datos novedosos para mí. He aquí un extracto:
«Creo que su dosis de D3 podría ser todavía demasiado baja. Las empresas farmacéuticas y la American Medical Association [Asociación Médica Estadounidense] han exagerado enormemente sobre la toxicidad de D3. Como usted bien sabe, esta sustancia ha sido investigada y probada con gran exactitud durante mucho tiempo. Prueba de ello es la introducción de las “unidades internacionales” (UI), con las que únicamente se buscaba confundir a las personas. Tampoco es casualidad que los medicamentos con prescripción obligatoria para combatir el cáncer Dalsol, Deltalin y Drisdol [preparados de vitamina D2] se lanzaran justo en el momento en que se descubrieron los efectos positivos de la vitamina D…; de hecho, los tres consisten simple y llanamente en dosis de 50 000 UI diarias de vitamina D. Allí donde pueda ganarse dinero, como es el caso de la industria del cáncer, aparecen inmediatamente los sospechosos habituales y toman el control.
A finales de los años 20 se discutía acaloradamente sobre la vitamina D, y el Gobierno estadounidense encargó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Illinois, en Chicago, realizar un estudio de nueve años sobre la toxicidad de la vitamina D. Publicado en 1937 bajo el nombre Steck Report, se sometió a prueba a 63 perros y 773 personas. En él se dice: “Entre los 773 sujetos de ensayo, a los que se suministraron rutinariamente dosis diarias de 200 000 UI durante períodos comprendidos entre siete días y cinco años, no se produjo ninguna muerte”. Y continúa: “Uno de los autores del presente estudio consumió personalmente 3 000 000 UI diarias durante 15 días sin que se pudiera detectar ningún tipo de efecto secundario pernicioso”.
Fuente: Steck, I. E., Deutsch, H. y Reed, C.I. College of Medicine, University of Illinois, Chicago: “Further Studies on Intoxication With Vitamin D”, en Annuals of Internal Medicine, 1937, vol. 10, n.°. 7».
(Piense que en estos experimentos se utilizaba vitamina D2, que solo tiene entre 1/4 y 1/16 de la efectividad de la vitamina D3).
3http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed.
Mi «peligroso» experimento
Muy bien, acabamos de ver la historia de la vitamina D y sus supuestos «peligros»; pasemos, por fin, al tema que le interesaba realmente: ¿qué milagros se produjeron en mi experimento personal con dosis extremadamente altas de vitamina D3? Espero que los siguientes párrafos le animen a «devorar» el resto de este libro.
En el momento en que escribo estas líneas tengo 51 años. Aproximadamente, desde mi 27.º cumpleaños he ido acumulando lesiones y otros achaques que nunca han sanado o desaparecido completamente. Ninguna de estas dolencias era realmente grave, sino más bien de ese tipo de cosas molestas que los médicos no se toman en serio y no tratan adecuadamente (quizá porque no saben qué hacer para remediarlas), a pesar de que a uno le encantaría librarse de ellas. Naturalmente, a los 27 años todavía no era consciente de que estos fastidiosos problemas de salud que estaba acumulando —y que después seguiría acumulando—, probablemente, estaban relacionados entre sí. (Por cierto, más adelante le hablaré de todos los demás problemas que tuve de pequeño, como asma, trastorno por déficit de atención e hiperactividad [TDAH] y esclerodermia y que también están relacionados con las dolencias posteriores. También hablaré de los problemas de salud de mi madre —como artritis reumatoide, depresión, varices, síndrome de fatiga crónica, prótesis de rodilla y abortos—, todos ellos causados, seguramente, por un déficit de vitamina D3, o al menos favorecidos por él, como explicaré después).
Si esto no ha captado su atención, quizá le interese la posibilidad de prevenir un sinfín de enfermedades: obesidad, enfermedad de Crohn, síndrome de intestino irritable, colitis ulcerosa, diabetes tipo 1 y 2, psoriasis, descamación de la piel, artritis, autismo (y, muy probablemente, TDAH), esclerosis múltiple, esclerosis lateral amiotrófica (ELA), muchos tipos de cáncer (entre ellos, la leucemia), trastornos y fallos cardíacos, miocardiopatía hipertrófica, ataques de apoplejía, bronquitis, tuberculosis y otros problemas pulmonares, esquizofrenia infantil (que más tarde evoluciona hacia la forma extendida entre los adultos), enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y la bronquitis o el enfisema centrolobulillar asociados a ella, herpes zóster, lupus y todas las demás enfermedades autoinmunes, resfriado, alcoholismo, úlcera gástrica, gastritis, probablemente también el acné, complicaciones en el embarazo, alergias, caries en niños y adultos, y muchas otras; por ejemplo, el espolón calcáneo o la osteopenia, que impide la correcta curación de las fracturas óseas. Aunque mis experiencias personales no le resulten interesantes, a continuación encontrará muchas otras que sí despertarán su interés. Y cuando haya terminado de leer este pequeño volumen, espero haberle convencido de que prácticamente todas las enfermedades comunes de la humanidad no están causadas por mutaciones genéticas de nacimiento o son consecuencias habituales del envejecimiento, sino que detrás de todas ellas se encuentra un nivel de vitamina D3 demasiado bajo.
Resultados sorprendentes
Pero basta ya de teoría. Seguramente lleva un rato deseando ver hechos. Así que siga leyendo, espero que quede tan asombrado como yo lo estoy todavía.
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