12 de enero - Autoestima
Un nuevo look
“Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”
(Efesios 4:24).
La voz original griega de la palabra “vestíos” es endúo, término que indica ‘meterse en un atavío’ y se ha traducido por ‘ponerse ropa’ o ‘vestirse’. La ropa comunica un sentimiento en el que la lleva: las prendas de trabajo o deporte predisponen a la acción y el atavío elegante invita a un movimiento despacioso y exquisito. Esto afecta no solo a quienes portan el tejido, sino también a los que lo ven desde el exterior. En efecto, la ropa conduce a prejuicios. Por ejemplo, hay estudios que muestran que es más probable sufrir de discriminación por el modo de vestir que por la raza u origen étnico.
En ocasiones la leyenda ha tomado este concepto para añadir propiedades mágicas a la ropa. El escritor ruso León Tolstói (1828–1910) relata el cuento de un zar que enfermó gravemente. Los mejores médicos le aplicaron los remedios más avanzados, pero su salud no mejoró. Desesperado, ofreció la mitad de sus posesiones a quien fuera capaz de curarlo. Muchos acudieron con procedimientos que no convencieron al soberano. Pero un trovador le infundió esperanza: “Señor, la única medicina para vuestros males es vestir la camisa del hombre más feliz que se encuentre”.
Los soldados del zar buscaron por todos los confines, pero ante tanta carencia, dolor y sufrimiento, les resultó difícil identificar a alguien que fuera feliz. Aun quienes tenían de todo se quejaban por algo. Finalmente encontraron a un hombre humilde que vivía en una choza. No tenía mucho, pero contaba con muy buena salud y gozaba del cariño de familiares y amigos. Concluyeron que era el hombre más feliz.
—Traed prestamente la camisa de ese hombre —fue la orden del palacio—. No importa lo que pida por ella.
Pero los emisarios regresaron con las manos vacías.
—¿Dónde está la camisa? —increparon los oficiales.
Apenados, respondieron:
—Aquel hombre no tenía camisa.
El apóstol Pablo usa esta figura de la ropa nueva para describir al hombre nuevo quien, después del nuevo nacimiento, goza de una condición diferente a la anterior. Según Efesios 4, la nueva condición transforma el carácter, desecha la mentira, el enojo y el robo, promueve el trabajo y el altruismo, aparte de favorecer la manera de hablar, que proporciona gracia y edifica a los oyentes. Además, el nuevo hombre no tiene amargura, ira, gritería, maledicencia, ni ninguna clase de malicia.
Prueba hoy a ponerte ropa nueva, ese atuendo espiritual que se traduce en frutos del carácter. Dios te lo ofrece gratuitamente.
13 de enero - Autoestima
Palabras que edifiquen
“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”
(Efesios 4:29).
Cecil era un joven de capacidad intelectual brillantísima. Conocía varias lenguas a la perfección y producía traducciones excelentes. Pero tenía serios problemas de relaciones interpersonales. No sabía iniciar una conversación; y si otros la iniciaban, él no sabía mantenerla; le resultaba difícil expresar aprecio y gratitud; se quedaba sin palabras ni gestos cuando se cruzaba con un amigo y no tenía noción de cuándo y cómo utilizar expresiones como “por favor”, “gracias”, “es un gusto hablar con usted”, entre otras. Y cuando hablaba, acababa expresando mensajes inadecuados y hasta hirientes. En suma, tenía una profunda carencia de las habilidades sociales más básicas. A pesar de su privilegiada inteligencia no era capaz de llevarse bien con las personas allegadas ni de entablar una relación íntima.
Daniel Goleman es quien relata el ejemplo de Cecil en su libro Inteligencia emocional para ejemplificar el fuerte componente social que tiene la falta de inteligencia emocional. Los psicólogos detectaron en Cecil un problema de autoestima y la inseguridad de ser capaz de decir algo que interesara a los demás. Para ayudarlo, tuvieron que enseñarle a emitir mensajes cálidos y acogedores y evitar los dichos fríos y repelentes.
En las ciencias de la conducta es bien sabido que la habilidad para iniciar y mantener relaciones sociales es de más valor para el éxito profesional y personal que cualquier otra destreza, incluida la intelectual. Pero su valor llega aún más lejos: el desarrollo del carácter y de la conducta cristiana. En el capítulo 4 de Efesios el apóstol Pablo explica lo que debe ser la nueva vida en Cristo. Prácticamente todas las cualidades morales que describe se refieren al buen convivir. Se nos insta a hablar verdad los unos a los otros (vers. 25), a no enojarnos (vers. 26), a no robar a los demás (vers. 28), a expresar palabras que edifiquen y den gracia al oyente (vers. 29), a no desplegar ira, gritería, ni maledicencia (vers. 31) y a ser misericordiosos y bondadosos los unos con los otros (vers. 32).
Nuestras palabras y nuestra actitud producen resultados muy diferentes. Escoge hoy hablar palabras que edifiquen a los demás, palabras que denoten bondad y misericordia y que den gracia al oyente. Palabras que serán un bálsamo para los demás y también una fuente de autoestima para ti. Palabras que, en última instancia, Dios utilice para beneficio de todos y le den gloria a él.
14 de enero - Autoestima
No ven lo bueno en sí mismos
“Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni desde que tú hablas con tu siervo, porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”
(Éxodo 4:10).
Artie Knapp es autor de cuentos infantiles con enseñanzas morales. En su libro El tartamudo Stan cuenta una historia de animales del bosque, donde Stan es una ardillita que tartamudea y los demás animales se ríen de él por su dificultad para expresar sus ideas. Esto le produce mucha pena y una autoestima débil. Un día, cuando se encuentra solo y desanimado, otra ardilla joven, Shelby, le pregunta la razón de su desconsuelo y Stan le explica el porqué de su padecimiento. La amiguita no se burla ni lo critica, sino todo lo contrario. Le asegura que lo importante es lo que se dice y, si se trata de un mensaje importante y valioso, tendrá mucha fuerza, lo diga o no tartamudeando.
En una conversación con Shelby, Stan se desahoga, expresando toda su frustración y su conflicto. Después de esta “sesión de psicoterapia”, Stan se encuentra mucho mejor. Un poco más tarde, Stan se halla en una reyerta en la que varios animales, incluido el abusón mapache, se disputan la comida. El mapache empieza a reírse de todos los demás por ser pequeños y débiles y amenaza con arrebatar todo el alimento disponible. Stan se levanta y le reprende por su egoísmo, asegurando que es mucho mejor repartir la comida equitativamente que imponer la fuerza. Al final, los animalitos aplauden la intervención de Stan y reparten por igual.
Con frecuencia encontramos personas de muy buenas cualidades pero que no pueden ver lo bueno en sí mismas. El texto de hoy nos muestra a un Moisés inseguro y temeroso que arguye ser torpe de lengua. Algunos comentaristas dicen que tal vez Moisés tartamudease o sufriese algún trastorno de foniatría. Sin embargo, su actitud bien podría ser una excusa porque “Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios, y era poderoso en sus palabras y obras” (Hech. 7:22, énfasis añadido). Dios le presenta un argumento mucho más convincente: “¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿O quién hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego?” (vers. 11).
Cuando te enfrentes a dudas personales referidas a tus cualidades o habilidades, clama a Aquel que puede crearlo y modificarlo todo y observa qué opciones van abriéndose en tu vida. Personajes tan capaces como Moisés también experimentaron dudas de sí mismos, pero el Señor tiene siempre una salida cuando nos ponemos en sus manos.
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