Activó la luz del celular para no sentirse nervioso otra vez en la infinita negrura. El espacio en momentos se sentía demasiado condicionado a pesar de haberlo recorrido con anterioridad. Entonces se motivó a recorrerlo de nuevo.
De improviso la estructura comenzó a desestabilizarse, parecía a consecuencia de una falla terrestre. Alex debía apurarse a salir o sería aplastado. Así que trató de arrastrarse a toda prisa pese a que la polvareda le dificultaba el ver como el respirar.
Parecía estar destinado a la muerte porque atrás de él sentía como las enormes rocas comenzaban a resellar el secreto de los dioses. En cuanto sintió que alguien le tomó una de sus manos, Alex lanzó un grito de terror.
—¡Vamos, estás cerca!
Alex silenció ante la ayuda imprevista de aquel desconocido y optó por impulsarse lo más pronto posible hacia la salida. De cierta manera, quedaba mucho más cerca de lo que creía. En cuanto tocó el suelo con sus piernas, el desconocido le dio un tremendo jalón para sacarlo justo a tiempo de la inevitable emplastadura.
Desde el suelo, ambos exploradores fueron testigos de cómo la abertura hecha especialmente para el recorrido del robot, se había sellado de nueva cuenta.
—¡A la institución no le va a gustar nada de esto! —comentó Alex guardándose el celular.
—¿Estás bien?
—¡Quién diablos eres! —evitando que lo tocase.
—Caleb.
—¡Qué clase de nombre es Caleb! —resopló.
—Uno muy especial.
—Sabes, no deberías estar aquí.
—Tú tampoco, pero aun así estás y por tanto yo también.
Alex logró calmarse un poco.
—¿Me estás siguiendo?
—Protegiendo.
Primero le costaba respirar, ahora le costaba razonar.
—¿Encendiste las luces? —interrogó ante la claridad de la antesala.
—No, es una maniobra automática de emergencia por parte del sistema.
—Entonces trabajas con la institución.
—Podría decirse.
—Creí que eras un acosador —río de alivió— me llamó Alex.
—Lo sé, de hecho me comentaron de ti.
—Gracias por aquello de atrás.
—¿Encontraste lo que buscabas?
—No —reveló con confusión—, no lo sé para ser honesto.
—Descuida, todo a su tiempo.
—Siempre eres así de profundo.
—Es parte de mi naturaleza.
—Vaya —Alex observó la hora— ¡Demonios! ¡Debo irme!
Alex se lanzó a correr por el túnel ya no tenebroso gracias a su iluminación. Caleb lo siguió de cerca hasta abordar las escaleras. La oscuridad de la noche se encontraba en transición con el amanecer del nuevo día. Conforme subían, el despiadado frío de las profundidades comenzaba a chocar con la calidez del fuerte viento de las montañas.
—Bueno Caleb, espero no le cuentes a nadie de esto, podrían despedirme.
—No te preocupes, lo mismo me pasaría.
—Entonces nos entendemos.
—Sí.
—Bien —acordó esperando un poco más en su breve afirmación.
—Nos vemos hermano.
Caleb se echó a correr en dirección opuesta sin volver a regresar su mirada.
—¿Hermano?
Alex se mantuvo pensante al escuchar esa palabra, no porque no tuviese hermanos sino porque la última vez que le dijeron de ese modo era cuando asistía sin falta cada sábado a la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Al regresar la vista, ya no encontró a Caleb por ningún lado, había desaparecido en pleno terreno como por arte de magia. Esto lo dejó fascinado e intrigado pero no tenía tiempo de analizarlo con detenimiento, debía dirigirse a su sección y de inmediato.
La Ciudad de los
Dioses
En plena vista, Alex se apresuró hacia la Pirámide del Sol tratando de pasar desapercibido por la Ciudadela, pero para su sorpresa ya lo estaban esperando en su puesto de vigilancia.
Alex transformó su trote a una simple caminata en cuanto fue observado por sus compañeros de trabajo.
—Oh Alex —lo miraron con desagrado— el Jefe te está esperando en la cima.
—¿Qué tan grave es?
—Si fuera yo, me quedaría callado.
—Empezaré con un chiste.
El custodio sólo movió la cabeza en señal de que mejor no lo hiciese, ya que eso sólo empeoraría la situación.
Alex comenzó a subir por los escalones, pero se tardaría varios minutos en llegar a la cima considerando que la pirámide tenía una altura superior a los sesenta y seis metros. Conforme trepaba, podía percibir la majestuosidad del paisaje a su alrededor.
—¿Realmente? —Expresó el jefe boquiabierto— ¡Qué son estas fachas de venir como un vagabundo! ¡Podría tolerarte la barba y el cabello largo desaliñado, ¿pero el maldito uniforme despedazado?!
—¿Para eso me hizo subir la maldita pirámide? ¿Para sugerirme un cambio de imagen? ¿Quién nos patrocinará ahora?
El Jefe del Departamento de Conservación Arqueológica río sarcásticamente ante la ignorancia de Alex y le señaló que viniese hacia su posición. Alex procedió hacia el sitio indicado y se encontró con que varias piedras de la explanada residían grafiteadas con frases como:
“Kike y Gavy se quelen muchito”, “Aquí es tubo Pepito”, “Viva mejíco cablones”, “Pashen la cantinafora”, etc.
—Si me preguntas, yo diría que les urge unas buenas clases de redacción y ortografía.
— ¿Algo más?
—Ahora que lo mencionas como que hizo falta un “Aquí se fumó una buena Maussan”
—¡No es gracioso Alex!
—¿Por qué me culpas? ¡Eso fue durante el día!
—No Alex, después de cada cierre de vigilancia, el área del custodio es supervisado por su reemplazo y cualquier anomalía es reportada. En tu caso, no hubo reporte alguno, sólo una firma.
—Olvidé revisar, ok, vamos Gera hazme el paro.
—Realmente me consideras como cualquier burócrata, para llegar a este puesto no se requiere de una cabeza hueca. Crees que no sé qué te la pasas metido en las tumbas mientras descuidas estos lugares, compartes el mismo espíritu de tu padre, te doy eso.
—¡Yo no tengo padre!
—¿Por qué crees que te contraté?
—Por mi bello rostro —fingió una sonrisa.
—Te contraté porque al igual que él tienes ese instinto, sólo te hace falta creer.
—¡Me vas a suspender o qué!
El jefe se dobló de brazos.
—El Director de Operaciones desea eso, después de todo no está satisfecho con este numerito que te aventaste. Sin embargo, se le ocurrió algo mejor gracias a mí por supuesto.
—Te escucho —expresó con un poco de nerviosidad.
—En un par de horas, vendrán unos inversionistas importantes y necesito que te encargues del recorrido.
—¡Esa es tu gran jugada!
—Y una muy buena, debes admitirlo.
—No, no lo haré.
—Cada tres meses un trío de restauradores en compañía de una cuadrilla de colaboradores vienen a darle el cuidado adecuado a esta pirámide. Cosas como quitar la hierba, ubicar las piedras flojas porque luego los visitantes se las roban y además el daño causado por el grafiti especialmente si lo hacen con el filo de las llaves como parece ser el caso de aquella piedra ¿Tienes alguna idea de cuánto se gasta en repararlo?
Alex se puso a pensar en una buena respuesta para responderle y en cuanto se le ocurrió fue brutalmente interrumpido por otra preocupación aún más relevante.
—Déjate eso, imagínate si alguien hubiese salido herido sólo porque estabas jugando a los exploradores. Ahora la realidad es que el Gobierno nos redujo el presupuesto por cuestiones financieras, y a eso añadámosle que se perdió dinero por los boletos fraudulentos que vendieron algunos de tus estimados compañeros. Como podrás darte cuenta, no tienes alternativa.
—Yo no sé dirigir turistas y bien lo sabes Gerardo.
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