«Sensacional e iluminadora colección de vidas de extraordinarios soldados contadas con sus luces y muchas sombras por un maestro de la historia militar. Un placer y una revelación cada una de sus páginas. Imprescindible. ¡Tres hurras por Max Hastings!».
Jacinto Antón, El País
«Hastings combina su consumada habilidad como escritor con pasajes de brillantez descriptiva para proporcionar un libro para cualquier lector. Sus guerreros son una mezcla de improbables supervivientes de combate, con sus hazañas retratadas de manera muy gráfica y con sus defectos de carácter descritos con gran viveza. Capta el compromiso de los hombres y mujeres al servicio del combate que ejecutaron fielmente la política de cada gobierno de la época, con un lenguaje poderoso pero eminentemente comprensible. Es un libro escrito para entretener».
Sunday Times
«Un libro maravilloso. Irónico, perspicaz y atractivo, deja al descubierto la curiosa mezcla de rasgos del carácter, buenos y malos, que un guerrero de éxito requiere».
Sunday Telegraph
«Hastings ha destilado más de cuarenta años de estudio y observación personal en quince ilustrativos retratos. Es un “relato entretenido más que académico”; el objetivo es “tanto divertir como informar” y, como siempre, Hastings logra ambas cosas».
The Guardian
Guerreros
Hastings, Max
Guerreros / Hastings, Max [traducción de Antonio Carrasco Álvarez].
Madrid: Desperta Ferro Ediciones, 2020 – 432 p. ; 23,5 cm – (Otros títulos) – 1.ª ed.
D.L: M-9020-2020
ISBN: 978-84-121053-3-9
94 355.48
929 (092)
GUERREROS
Retratos desde el campo de batalla
Max Hastings
Título original:
Warriors. Portraits from the battlefield
All rights reserved
Todos los derechos reservados
© 2005, Max Hastings
ISBN: 978-0-00-719885-6
© de esta edición:
Guerreros
Desperta Ferro Ediciones SLNE
Paseo del Prado, 12 - 1.º derecha
28014 Madrid
www.despertaferro-ediciones.com
ISBN: 978-84-121053-3-9
Traducción: Antonio Carrasco Álvarez
Diseño y maquetación: Raúl Clavijo Hernández
Coordinación editorial: Mónica Santos del Hierro y Antonio Muñoz Lorente
Revisión técnica: Javier Gómez Valero
Producción del ePub: booqlab
Todas las imágenes son de dominio público
Primera edición: octubre 2020
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Para el profesor sir Michael Howard, CH., MC., 1 1 Abreviaturas de Order of the Companions of Honour (Orden de los Compañeros de Honor) y Military Cross (Cruz Militar), respectivamente.
guerrero ocasional, maestro perenne. Con cariño y admiración, como siempre.
1 Para el profesor sir Michael Howard, CH., MC., 1 1 Abreviaturas de Order of the Companions of Honour (Orden de los Compañeros de Honor) y Military Cross (Cruz Militar), respectivamente. guerrero ocasional, maestro perenne. Con cariño y admiración, como siempre. 1 Abreviaturas de Order of the Companions of Honour (Orden de los Compañeros de Honor) y Military Cross (Cruz Militar), respectivamente.
Abreviaturas de Order of the Companions of Honour (Orden de los Compañeros de Honor) y Military Cross (Cruz Militar), respectivamente.
Introducción
1 El fervoroso prosélito de Bonaparte
2 Harry y Juana
3 Maestro de armas
4 El ingeniero perezoso
5 El coronel Fred
6 El hidalgo de los mares
7 El soldado más raso
8 El cazador
9 Una odisea india
10 El «Dam Buster»
11 Un héroe de Hollywood
12 «Slim Jim»
13 El ratón blanco
14 El joven apóstol de la libertad
15 Épica en el Golán
Epílogo
Fuentes y referencias bibliográficas
Imágenes
Esta es una obra de la vieja escuela o, como poco, un libro que trata de la guerra en un estilo que está pasado de moda, porque su objeto de estudio son las personas en vez de las «plataformas de armamento», ese horrible neologismo que se usa como sinónimo de carros de combate, navíos y aviones. Pone el foco en las experiencias de algunos individuos notables que dejaron su impronta en los conflictos de los últimos doscientos años. Es probable que los modernos señores de la guerra, como el exsecretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld, no lo encontrasen interesante, ya que está centrada en aquellos aspectos de la experiencia bélica que les son ajenos, esto es, en personas de carne y hueso en vez de en máquinas hechas de cables y metal. En la vida civil, las personas con una cierta afinidad por la violencia resultan incómodas en el mejor de los casos y, en el peor, amenazadoras. En tiempos de paz, los guerreros están mal vistos en las sociedades democráticas, como solía recordar Kipling; a Nelson le gustaba citar el epigrama del poeta y panfletista del siglo XVII, Thomas Jordan:
Our God and sailor we adore,
In time of danger, not before;
The danger past, both are alike requited,
God is forgotten, and the sailor slighted.
[Adoramos a nuestro Dios y al marino,
solo en tiempos de peligro,
pero cuando aquel ya ha pasado
de Dios nos olvidamos, y al marinero ignoramos].
Ahora bien, todos los países tienen la necesidad de que haya guerreros que defiendan sus intereses nacionales, que sirvan para aplicar la violencia de forma controlada conforme a unas reglas preestablecidas. En tiempo de guerra, los militares pasan de pronto a ser valorados y se convierten en celebridades –o, al menos, así fue hasta hace relativamente poco tiempo–. Apenas un puñado de los que entran en combate se convierte en héroes, mientras que la mayoría descubre, incluso aquellos que se han presentado voluntarios para el servicio, que al verse en peligro de muerte prefieren optar por comportamientos que optimicen sus posibilidades de sobrevivir en vez de por los que les harían ganar una medalla. Esto no significa que sean cobardes y, de hecho, la mayoría cumplen escrupulosamente con su deber. Sin embargo, son reticentes a dar un paso al frente, a hacer ese esfuerzo extraordinario que sí se puede observar en los soldados que ganan las guerras para sus países. Una de mis historias favoritas de la Segunda Guerra Mundial es la de Stan Hollis, sargento mayor de los Green Howards 1 . El Día D, el 6 de junio de 1944, y en los combates posteriores, Hollis atacó en tres ocasiones distintas posiciones alemanas que habían detenido el avance de su batallón. Armado con su subfusil Sten y granadas de mano, las asaltó en solitario y mató o hizo prisioneros a los defensores. Años más tarde, el coronel que entonces mandaba el batallón me contó acerca del sargento mayor, que milagrosamente había sobrevivido para recibir su Cruz Victoria y regentar un pub en Yorkshire hasta su jubilación: «Creo que Hollis era el único hombre entre todos aquellos que conocí en 1939-1945 que pensaba que ganar la guerra era su responsabilidad personal. Todos los demás, cuando sabían que se estaba preparando alguna puñetera misión, solían mascullar: “Por favor, Dios, ¡que sea a otro pobre pringado a quien le toque!”».
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