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Los herodianos eran una coalición política de judíos que apoyaban a la familia y dinastía de Herodes, e incluía a muchos líderes romanos que gobernaban varias áreas de Palestina en diversas épocas. En el Nuevo Testamento dice que colaboraron con los fariseos para hacer tropezar a Jesús políticamente y para establecer las bases para hacer que lo desterraran o destruyeran (véase Mr. 3:6; 12:13).
Cuadro 2.4
Cita de la Misná
Sobre tres cosas se sostiene el universo:
sobre la Torá,
sobre el culto,
y sobre la caridad.
—Misná, Padres ( Abot ) 1:2
Carlos del Valle, La Misna, Edición preparada por Carlos del Valle, (Editora Nacional: Madrid, 1981 ).
Los samaritanos vivían principalmente en Samaria, la región situada entre Judea (donde estaba Jerusalén) y Galilea (donde Jesús vivió y llevó a cabo la mayor parte de su ministerio; véase el mapa 1.2). Ellos afirmaban que eran el verdadero Israel (los descendientes de las tribus «perdidas» que fueron llevadas al cautiverio asirio alrededor de 722 a. e. c.) y que los judíos representaban a un grupo de disidentes que había iniciado cuando Elí estableció un santuario rival en Silo (véase 1 S. 1:3). Los samaritanos tenían su propio templo en el monte Gerizim y afirmaban que era el santuario original; consideraban el templo de Jerusalén como un santuario secundario, construido por los heréticos (véase Jn. 4:19-22). No aceptaban nada como Escritura aparte del Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia), y tenían su propia versión del Pentateuco, que difería en puntos clave del de los judíos (p. ej., uno de los Diez Mandamientos afirma que se debe adorar al Señor solamente en el monte Gerizim). Los samaritanos afirmaban que su versión del Pentateuco era la original y que los judíos habían falsificado el texto producido por Esdras durante el exilio babilonio.
Según los judíos, los samaritanos no eran hijos de Israel en absoluto; más bien, eran descendientes de colonos extranjeros que los asirios habían llevado a la tierra después de la conquista en 722 a. e. c., en el mejor de los casos, la descendencia de Israel que habían abandonado sus tradiciones y se habían casado con extranjeros. Los líderes religiosos tanto judíos como samaritanos enseñaban que era incorrecto tener cualquier contacto con el grupo opuesto. Idealmente, los judíos y los samaritanos no debían ingresar al territorio de los otros, ni siquiera hablarse los unos a los otros. Sin embargo, durante el período del Nuevo Testamento, Samaria estuvo bajo el gobierno romano y los romanos no reconocieron a Samaria ni a Judea como países separados; simplemente los agruparon (junto con Idumea) como un reino con un solo gobernante. El historiador judío romano Josefo narra numerosas confrontaciones violentas entre los judíos y los samaritanos a lo largo de la primera mitad del siglo I.
En el Nuevo Testamento, a Jesús frecuentemente se le representa con una actitud compasiva, por no decir amistosa, hacia los samaritanos: sorprende a una mujer samaritana al tener una conversación con ella (Jn. 4:3-26), e incluso señala a samaritanos individuales como buenos ejemplos para que sus seguidores los sigan (Lc. 10:30-37; 17:11-19). El libro de Hechos indica que algunos samaritanos llegaron a ser cristianos (Hch. 8:5-17).
Los gentiles también eran prominentes en Palestina en esta época. Grandes cantidades de romanos, griegos y persas se habían trasladado al área y establecido allí, contribuyendo a la urbanización de áreas que tradicionalmente eran rurales. En efecto, las dos ciudades más grandes de Galilea en la época de Jesús eran Tiberias y Séforis, pero no se dice que Jesús alguna vez hubiera visitado alguna de ellas. A medida que viaja por la zona rural, demuestra una preferencia obvia por las aldeas, y evita completamente los grandes centros urbanos, donde vivía la mayoría de los gentiles. Las actitudes judías hacia los gentiles variaban: entre los fariseos, se narra que el rabí Shammai había adoptado una intolerancia hacia los gentiles, en tanto que se dice que el rabí Hillel había sido más conciliador. La evidencia en cuanto a Jesús es mixta (para una actitud negativa hacia los gentiles, véase Mt. 6:7; 10:5; 18:17; 20:25-26; para una actitud positiva, véase Mt. 8:5-13). Incluso Pablo, que dedicó la última parte de su vida a llevar la salvación a los gentiles, parece que no siempre pensó muy bien de ellos (véase, p. ej., Ro. 1:18-32).
gentil:persona que no es judía.
Figura 2.2. El templo de Jerusalén.El templo era el centro de adoración y vida religiosa del pueblo judío. Este modelo exhibe el edificio y sus patios externos como se veían en la época de Jesús. La plaza externa estaba abierta para toda la gente, pero al complejo amurallado en el centro de la plaza solamente los judíos podían entrar. El edificio alto en el centro es la parte interior del santuario, o «lugar santísimo», al que podían entrar solamente los sacerdotes designados en ocasiones concretas. (Craig Koester)
La actitud de los gentiles hacia los judíos también fue un poco variada. El antisemitismo era alto, con muchos gentiles (incluso los que vivían en Palestina) que abiertamente odiaban a los judíos y despreciaban su cultura, costumbres y religión. Pero también hubo una buena cantidad de gentiles que se sentían atraídos hacia la religión judía. De particular interés para el estudio del Nuevo Testamento son aquellos gentiles que se les llamaba «temerosos de Dios». Los temerosos de Dios eran medio convertidos: gentiles que adoptaban la teología, adoración y moral judía, pero no seguían las leyes rituales de pureza, que consideraban como específicas para los judíos étnicos. Se les permitía asistir a las sinagogas, pero típicamente no eran circuncidados (lo cual habría constituido una conversión completa y los habría hecho «judíos»). Con el tiempo, estos temerosos de Dios llegaron a ser candidatos de primera clase para la conversión al cristianismo (véase Hch. 10:1-2).
temerosos de Dios:gentiles que simpatizaban con la teología y moral judía.
Los efectos del helenismo en el mundo del Nuevo Testamento
El «helenismo» se refiere ampliamente a la influencia de la cultura griega, que era prominente en el Imperio romano (o en lo que a veces se llama el mundo grecorromano). Durante el período del Nuevo Testamento, se decía que la gente judía en todo el mundo estaba «helenizada» porque habían sido influenciados en mayor o menor grado por la cultura de Grecia y Roma.
Las influencias helenistas incluían asuntos culturales sencillos. Por ejemplo, mucha gente judía de la época, incluso Jesús y sus discípulos, habían adoptado la práctica griega de reclinarse en una mesa para comer (es decir, comían recostados, sobre cojines en el suelo). Por supuesto, el grado de helenismo variaba; en algunos casos se había adoptado, en tanto que en otros casos se había rechazado. Josefo, el historiador judío romano, narra un ejemplo extremo de la influencia helenista que dice que, en algunas ciudades, los jóvenes judíos pagaban para que les hicieran operaciones quirúrgicas en sus penes, para que cuando los vieran desnudos haciendo ejercicios en el gimnasio, pareciera que eran incircuncisos; aparentemente, la circuncisión estaba pasada de moda, y los varones judíos no querían que los gentiles los ridiculizaran. En el otro extremo, algunos judíos rechazaban hostilmente cualquier cosa que pareciera venir del helenismo, buscaban aislarse del mundo secular y denunciaban prácticas sociales aparentemente inocentes como ejemplos de infección pagana.
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