Recorrer y explorar un paisaje siempre es lo más gratificante para mí, y el descubrir nuevos rincones y plasmarlos en una fotografía con una visión personal es algo que estas aplicaciones no pueden hacer. La fotografía no es algo matemático ni analítico sino emocional. Así que estas APP deben considerarse como herramientas para conseguir mejorar la técnica, pero no para sustituir nuestra visión fotográfica.
EL FOTOPERIODISMO
Hay muchas maneras de acercarse a la fotografía, en este caso de naturaleza. Hay gente que la practica como una actividad lúdica, algo en lo que invertir tiempo aprendiendo y disfrutando de un proceso creativo en el que sentirse bien; a veces el resultado final es una recompensa y en otras ocasiones, lo que importa es el proceso de creación en sí mismo. A algunos fotógrafos aficionados no les importa excesivamente las fotografías conseguidas, sino la experiencia vivida y el proceso de creación durante la toma de la imagen.
Considero que la fotografía es un canal perfecto para contar historias y expresar ideas. Al inicio de mi carrera profesional priorizaba por completo los aspectos estéticos de la fotografía. Ahora, sin embargo, trato de dar importancia al mensaje, sin que eso signifique renunciar a la belleza visual. La técnica es solo un vehículo, una herramienta para construir un mensaje, pero no es el objetivo final. Desde mi punto de vista la fotografía no consiste en la realización de fotografías perfectas, sino en comunicar mensajes coherentes, influyentes y emotivos.
La paciencia y el conocimiento de lo que fotografiamos aumentan las probabilidades de conseguir buenas instantáneas.
Por ese motivo, mi lenguaje visual tiene que ser fiel con la realidad. Casi siempre renuncio a procesos creativos y artísticos que podrían generar fotografías impactantes pero desviadas de la realidad. Puedo decir que en mi trabajo es mucho más importante el qué que el cómo . Doy más importancia al significado del mensaje que a su envoltorio.
Estas premisas, muy ligadas a la corriente fotoperiodística, hacen que determinadas técnicas o prácticas no sean lícitas en el tipo de fotografía que hago. La manipulación o el retoque digital —sin que la palabra manipulación quiera tener connotaciones despectivas— o la fotografía de fauna en cautividad, desvirtúan por completo el mensaje y provocan una pérdida de credibilidad entre el público y hacia el fotógrafo, pero también hacia su mensaje. Estas discusiones no son nuevas y llevan varias décadas en tela de juicio por parte de los círculos implicados, desde los mismos fotógrafos hasta los espectadores, que en ocasiones se han sentido engañados.
La fotografía como método artístico de expresión no tiene esos límites, ya que su principal objetivo no es el de narrar una historia coherente o mostrar un sujeto. La fotografía más artística —que se contrapone a la periodística— admite cualquier técnica o recurso que permita enfatizar la expresividad del fotógrafo y de su obra sin necesidad de narrar ni describir algo real.
LOS LÍMITES DEL PROCESADO
Al hilo de lo escrito hasta ahora, se hace necesario —aunque casi imposible— definir unas líneas rojas que no conviene cruzar si queremos que nuestro trabajo sea periodístico y que conserve intacta toda su credibilidad. Estos límites suelen ser difusos y dependen del criterio de cada fotógrafo y de cada espectador.
Cerezos en el Valle del Jerte.
La misma imagen en crudo y sin procesar (arriba), cambia por completo de aspecto cuando durante el revelado se ajustan parámetros como el contraste o la saturación (abajo).
Una vez revelada (derecha), esta fotografía muestra los espléndidos colores de esta pareja de abejarucos. La fotografía sin procesar (izquierda) es plana, sin contraste y sin sus colores reales.
Ya en el momento de fotografiar, durante el manejo de la cámara, tomamos decisiones que pueden comprometer nuestras imágenes por hacer que no sean del todo reales. En este momento de la reflexión se presenta una gran contradicción, ya que mientras parece que durante el procesado con el ordenador todo sea ilícito, en la cámara todo sea permisible. Bajo mi punto de vista, el criterio para diferenciar entre lo que es lícito y lo que no lo es, no debería ser si determinadas decisiones se toman durante la captura o en el procesado de la fotografía, porque al fin y al cabo, esa es la diferencia entre utilizar un filtro de cristal o un filtro digital durante el procesado (por poner un ejemplo): ambas técnicas alteran —para bien o para mal— la imagen de igual manera, y solamente se diferencian en que mientras los primeros se usan en la cámara, los segundos se añaden durante el procesado.
Hay imágenes típicas que no se cuestionan y que, sin embargo, no expresan la realidad del mismo modo que el ojo humano la ve: el agua con un tiempo de exposición muy lento o la Vía Láctea fotografiada con ISOS muy altos son ejemplos de escenas plasmadas en una fotografía que el ojo humano es incapaz de ver. Sin embargo, la Vía Láctea está ahí, aunque no la veamos a simple vista. Sin querer caer en discusiones filosóficas, me viene a la mente una pregunta crucial: ¿debemos fotografiar lo que existe o sólo lo que vemos?
Sea como fuere, conviene mucho diferenciar entre procesado o revelado y manipulación o retoque; la agencia fotográfica con la que trabajo desde hace años, Nature Picture Library da libertad a sus fotógrafos en la elección de las técnicas utilizadas durante la edición mientras la imagen final siga representando la esencia de la escena original. Es una sentencia muy relativa, pero resume muy bien todo lo que he escrito.
En este libro he querido seguir un criterio unificado y coherente con lo expuesto en cuanto a lo que se refiere al procesado de las fotografías. Todas las imágenes que lo ilustran han sido reveladas con un editor RAW, el Adobe Lightroom, pero ninguna de ellas ha sido sometida a otros procesos con programas externos, como pudiera ser el Adobe Photoshop, renunciando a trabajar por capas o con máscaras de luminosidad —que nunca suelo utilizar—. Mis imágenes pretenden mostrar mi visión personal de la realidad que contienen.
FOTOGRAFÍA Y CONSERVACIÓN
Hace un par de décadas nació una corriente dentro del fotoperiodismo de naturaleza con la que me siento plenamente identificado y realizado como fotógrafo. La fotografía conservacionista tiene como finalidad contribuir a la conservación de los espacios naturales y las especies en peligro de extinción mediante la comunicación visual, en este caso las fotografías.
La fotografía conservacionista tiene como objetivo final despertar la reacción de los espectadores para cambiar la realidad del mundo en el que vivimos. Ya sea mediante la seducción con imágenes positivas o la denuncia con imágenes negativas, los fotoperiodistas de la naturaleza tenemos la responsabilidad de dar a conocer historias y realidades que ponen en peligro la salud y la biodiversidad del planeta y, en la medida de lo posible, cambiarlas. Por supuesto es una tarea titánica en la que solo somos un granito de arena, pero es una responsabilidad que debemos asumir.
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