El origen, de acuerdo con algunos de sus habitantes, se remonta a hace más de 200 años. La pesca ha sido la principal fuente económica de estos pueblos, así que, por no contar con servicio eléctrico, el pescado conseguido en su faena era ahumado o salado para después comercializarlo en las poblaciones o ciudades cercanas. Tal faena se desarrollaba en las orillas de la ciénaga, aunque en muchas ocasiones se perdía parte de lo producido por acciones de animales o aves que los hurtaban para su consumo. Por esto, los habitantes decidieron construir unos refugios en medio de la ciénaga para evitar el saqueo y la perdida de sus productos. De esta forma fue que nacieron los pueblos palafitos de la Ciénaga Grande. De otro lado, también puede decirse que estos nacieron de la necesidad de crear rutas comerciales para salir al río Magdalena.
Sus habitantes tienen una singular destreza de las canoas desde pequeños.
Pese a las adversidades como los terribles ataques paramilitares que acabaron con la vida de muchos de sus habitantes, el desplazamiento forzoso por las amenazas, la continua mortandad de peces por problemas de contaminación y la falta de servicios públicos eficientes, los habitantes se han sabido sobreponer y hoy están tratando de establecer unas organizaciones comunales con la ayuda del gobierno para apoyarse en el turismo como otra fuente de ingreso.
Los habitantes de estas comunidades son gente amable, tranquila, donde no se ve la violencia o el hurto. Cuando hay eventos importantes como fiestas, matrimonios o cumpleaños, no es raro que los lugareños inviten a los visitantes para compartir con ellos, dado su carácter jovial.
El medio principal de transporte es la canoa o chalupa, y desde muy jóvenes los habitantes aprenden el uso de estas embarcaciones. Después de las 5 p.m., la mayoría de sus habitantes regresan de sus faenas de pesca y salen a la puerta de sus casas a estar en familia o socializar con los vecinos. Un recorrido en bote a estas horas por los diferentes lugares del pueblo, con sus coloridas casas y las familias afuera compartiendo, es una experiencia única que no se debería perder.
Niño del pueblo llegando a la cancha de futbol.
Para llegar a estos lugares es necesario hacer un recorrido en lancha de entre una hora y hora y 45 minutos. La embarcación sale de alguno de los muelles ubicados al lado de la carretera que va de Ciénaga a Barranquilla. El recorrido es en lancha con chalecos salvavidas. En algunas casas de los pueblos a visitar, se presta el servicio de alojamiento con alimentación lo cual es ideal para una experiencia vivencial.
Escuela en Nueva Venecia.
Nueva Venecia es el mayor de estos pueblos. Cuenta con aproximadamente 560 casas y 3.000 habitantes. Tiene un puesto de salud con una lancha a disposición para trasladar a los enfermos a tierra firme, puesto de policía, escuelas, iglesia, salón comunal y hasta una cancha de futbol recientemente donada por el futbolista Radamel Falcao García. Desde hace poco, la población cuenta con servicio eléctrico y se están haciendo estudios para llevar agua potable, alcantarillado y hacer un centro de acopio para los desechos sólidos.
Buenavista es el segundo en tamaño con aproximadamente 300 casas y 2.000 habitantes. También cuenta con servicio de electricidad, puesto de salud y escuelas. Es la más cercana a la población de Ciénaga, aproximadamente 50 minutos en lancha.
Las Trojas de Cataca es el menor de los tres pueblos, con 160 casas y aproximadamente 1.900 personas. Trojas de Cataca tuvo una gran época como despensa piscícola de la región, pero hoy el número de habitantes ha decrecido por la falta de peces y otros problemas ambientales y de infraestructura. A diferencia de las dos anteriores, la acumulación de sedimentos traídos por el río Aracataca ha hecho que este lugar cuente cada día con más terreno seco, por lo que está perdiendo su atractivo como pueblo palafito.
Vista aérea de las maravillosas playas de la franja oriental del Magdalena.
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