Ya no.
—¿Esa es tu excusa?
Vi la vena de su cuello hincharse.
—Eres un maldigo cobarde infiel hijo de puta. Ahora entiendo todo. Tus excusas y me doy cuenta de algo. ¿Y sabes qué es?
—¿Qué?—preguntó.
—Te faltan huevos para ser hombre. Siempre. En toda nuestra relación, demasiadas excusas para vivir juntos, demasiadas excusas para buscar un mejor trabajo que muchas veces tenía que darte hasta dinero para que pudieras pagar tu maldita renta. Y era porque no ibas a tener un lugar donde poder tirarte a tus zorras. Eres un maldito… ni tu propia familia…
Su mano quedó en el aire y yo esperé lo peor. Esperé ese golpe que venís directo a mi cara. Pero me percaté que no llegó a cumplirse su intención porque alguien lo detuvo.
—Como le pongas una mano encima, te mueres.
Me quedé absorta ante la presencia de ese hombre que no conocía, pero que agradezco que esté aquí.
Marcus iba a golpearme.
—¿Quién mierda eres?—le preguntó tomando dos pasos hacia atrás.
El hombre era más grande que él. Llevaba traje de tres piezas y olía como el infierno de bien. Sentí un respeto solamente de tenerlo de frente. Ignoró la pregunta de Marcus y me vio.
Sentí pinchazos en el estómago y nerviosa.
—¿Se encuentra bien?
Apenas y podía responder. Me quebré negando con la cabeza y mis piernas cobraron vida por sí solas. Solo quería largarme de ahí.
Marcus me había engañado e intentó golpearme en plena calle.
Caminé hacia atrás con la mente en blanco, negando lo sucedido, escuché el murmullo de la gente, ni siquiera sabía dónde estaban ahora Marcus y el extraño. Solo veía la punta de mis pies, hasta que el claxon de un coche y el derrape de este hizo eco en mis oídos, seguido de eso, el grito de la gente, cerré mis ojos y esperé lo peor, quería correr pero no podía, estaba en blanco, estaba en trance.
Un cuerpo grande cubrió el mío y fui disparada fuera de la carretera.
Mierda.
El golpe es grande, caí al suelo y todo se volvió negro.
D O S
Engel
Estaba cabreado.
Odiaba la violencia de género. Odiaba que un hombre se sintiera que tenía los huevos bien grandes como para ponerle una mano encima a una mujer.
Ese hijo de puta casi desnudo estuvo a punto de tocar a esa chica. Ella lloraba desconsolada.
Ni siquiera la lluvia había sido un impedimento para que dejase de correr. Los escuché a lo lejos, mientras me bajaba de mi auto cabreado después de recibir esa llamada donde había perdido quinientos millones de dólares por un maldito error de mi gente.
No había errores en mi imperio.
Mi abuelo me lo enseñó, no hay negociaciones. No hay errores. Solo aciertos y si la cagas, lo arreglas.
Ahora estaba tumbado en el suelo. La lluvia ahora era más fuerte. Un auto estuvo a punto de atropellarla, no pude ignorar el hecho de que se encontraba en peligro cuando la vi correr y pasó frente a mí, tampoco cuando me quedé a observarla discutir con el que ahora creo que era su ex.
Parecía que la había engañado y ella los había descubierto.
Menudo idiota.
Y no lo decía porque la chica me pareciera atractiva, las había visto mejores. Pero engañar a tu chica y que te descubran es de novatos o desesperados.
De todas maneras seguía ahí. Cuando la vi caminar hacia atrás como en una mierda de trance no pude no hacer nada.
Me comenzó a doler el estómago imaginarme que moriría frente a mis ojos.
Ya había perdido suficiente en la vida como para perder a una completa extraña frente a mí y que yo no pudiera hacer nada para evitarlo.
Parecía inocente. Y algo en ella me era familiar. Su mirada, la forma en cómo no me sostuvo la mirada y cómo no dejaba de ver todo a su alrededor por miedo a que la mirasen, bueno, ella ya estaba montando un numerito.
Imposible no verla.
Incluso para mí.
Tenía ese cabello pelirrojo como el atardecer, la piel blanca como porcelana y unos labios grandes y gruesos.
La chica era realmente hermosa.
Su cuerpo. Nada mal.
No me gustaba su ropa, se veía gastada y de mal gusto, pero aunque le pusieras una bolsa de plástico encima me apostaba todo a que se vería igual de atractiva.
Dije que las había visto mejores, mentira.
Mi miembro saltó en respuesta a su gemido cuando la salvé de su dolorosa muerte.
Le había salvado la vida, algo que no había podido hacer en el pasado con quien realmente me importaba de verdad.
—Saskia—la voz de su ex novio me dio dolor de huevos cuando se acercaba.
Miré a Verdugo, mi mano derecha y fiel servidor, y le hago señal que solo él entiende.
Verdugo lo detuvo para que no se acercara, el auto ya estaba cerca, tomé a Saskia, como se llamaba la chica, y la llevé en brazos al interior del auto.
Mi auto.
«¿Pero qué mierda haces?» Me dije a mí mismo.
No lo sé, pero la metí al auto de todas maneras.
—A mi apartamento—le ordené. Él sabía que no tenía que hacer preguntas. Confiaba en mí y yo confiaba en él, sabía que si estaba cometiendo un error me lo diría. Así que no había dicho nada.
Saskia debía ir a mi apartamento esa noche.
Le había quitado la ropa mojada y la había metido en ropa interior a la cama. A pesar de que estaba desmayada podía sentir que aún seguía temblando.
No sé qué mierda le había pasado a esa chica, pero no creía que solamente era un problema con su novio.
Es como si algo en ella hubiese explotado.
Entonces recordé por qué llegué donde ellos. Él iba a golpearla. El maldito hijo de puta cobarde iba a golpearla frente a todo el mundo.
Fue eso. Eso la terminó de quebrar.
Me dio un poco de lástima. Pero no era de esos hombres que tienen lástima por cosas así.
Me enfadaba pensar y hacerme la pregunta de qué mierda hacía ella con un tipo como ese.
La dejé en la cama de huéspedes y me fui a mi despacho.
Debía arreglar otro tipo de mierdas más importantes.
T R E S
Saskia
Abrí los ojos y tenía frío. Mucho frío. En mi apartamento nunca sentía frío y era porque mi aire acondicionado estaba dañado. Me había dicho que lo reportaría, pero siempre me olvidaba de ello y continuaba el día a día.
Me quedé haciendo memoria de lo que había pasado.
Marcus.
Comencé a llorar y me asusté por no saber dónde estaba. Me incorporé con fuerza de la cama y me di cuenta que solamente estaba en mi ropa interior.
—La he puesto en la lavadora—dijo una voz ronca—bueno, yo no, tengo gente para eso.
Demasiado ronca. Varonil y penetrante.
Joder, no sabía que una voz podía hacer eso.
Busqué entre la oscuridad de dónde provenía esa voz y lo vi.
Al extraño que me defendió de Marcus. ¿Pero por qué estaba ahí?
Me cubrí rápidamente con la suave sábana que ya cubría mi cuerpo antes. Imaginarme que había sido él quien me desvistió me hacía sentir extraña.
—¿Qué estoy haciendo aquí?—pregunté asustada.
Estaba sentado en un sofá pequeño en la oscuridad frente a mí, tenía una pierna sobre la otra y se veía que había estado ahí observándome mientras dormía.
¿Pero qué mierda…?
—Agradéceme que te he salvado la vida.
¿A qué se refería?
—¿Disculpe?
Se levantó lentamente y caminó hacia mí, me sentí pequeña y no sabía por qué me sentía nerviosa también. No es ese tipo de nervios de cuando no conoces a alguien, es de otro modo, me intimidaba con su mirada acercándose lentamente como si quisiera comerme viva.
Aún lleva el mismo traje de tres piezas inmaculado. Sus rasgos eran duros y al mismo tiempo suaves cuando hablaba, pero destilaba seguridad y autoridad.
Daba miedo, pero sabías que no te haría daño, al contrario, se miraba protector, era hermoso pero al mismo tiempo, algo escondía esa mirada gélida llena de deseo, sí, él en verdad me iba a comer.
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