Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.” (Juan 21:15–17)
Pastores espirituales prometidos en el Antiguo Testamento
Es instructivo darse cuenta que de este papel de pastoreo también se habló en los tiempos del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el maravillosos Salmo 23, David habla sobre lo que Dios hizo por él como su Pastor.
Jehová es mi pastor; nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma;
Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. (Salmo 23:1–4)
También encontramos que cuando Dios se quejó del fracaso de las diversas clases de maestros en Israel – sacerdotes, profetas, escribas, etc. – en dar su Palabra fielmente a su pueblo, Él se refirió a ellos como pastores que habían transgredido contra Él y causado que Su rebaño fuera dispersado (Jeremías 2:8; 10:21; 23:1–2; Ezequiel 34:1–6). Mas tarde, cuando Dios estaba prometiendo dar a Su pueblo verdaderos maestros, Él otra vez utilizó la metáfora del pastor, diciendo, “Y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia” (Jeremías 3:15). O como Él lo dice más delante, “Y pondré sobre ellas pastores que las apacienten; y no temerán más, ni se amedrentarán, ni serán menoscabadas, dice Jehová” (Jeremías 23:4).
El primero de estos pastores es Jesús, quien se refirió a Sí mismo como el Buen Pastor en Juan 10. Él es el cumplimiento de la promesa del Antiguo Testamento que Dios mismos vendría y pastorearía a Su pueblo (Ezequiel 34:11–24). Jesús también aplicó la metáfora del pastor a Sí mismo cuando citó la profecía, “Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas” (Mateo 26:31; citando Zacarías 13:7).
Como hemos visto, Jesús mandó a Pedro que alimentara Sus ovejas, y Pedro retoma esta idea cuando describe a Jesús como “el Príncipe de los pastores” quien hace su trabajo de pastorear a través de Sus pastores súbditos (1 Pedro 5:1–4, especialmente versículo 4). Estos sub-pastores son los ancianos de la iglesia, específicamente aquellos cuyo trabajo es predicar y enseñar. Como sub-pastores, se espera de ellos que imiten al Pastor principal, es decir, ellos han de seguir el ejemplo de Cristo Jesús. Sus deberes pastorales se describen en Ezequiel 34:11-24 como involucrarse en la búsqueda de sus ovejas perdidas y rescatarlas, alimentarlas con buenos y ricos pastos, vendando a la lastimada y fortaleciendo la débil. Lo que los pastores hacen en términos físicos es lo que los pastores deben hacer en términos espirituales.
Pastoreando a través de la predicación pastoral
Es primordialmente pero no exclusivamente a través de la predicación pastoral que los pastores restauran creyentes descarriados, alimentan al pueblo de Dios y fortalecen a aquellos que son débiles. En resumen, es primordialmente mediante el uso de la Palabra que ellos cumplen su papel de pastorear. El Apóstol Pablo, haciendo referencia a los dones que Jesús dio a Su iglesia escribió, “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:11–13).
Observa en este pasaje que la predicación continua en la iglesia está destinada a producir creyentes equipados, edificados, unidos, con conocimiento, maduros – personas que han alcanzado “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Pablo no se refirió a los hacedores de milagros o los que hablaban en lenguas o aquellos con dones administrativos sino a aquellos con dones de predicación, y entre ellos él menciona a “los pastores”. Sus palabras subrayan el hecho de que es a través de lo que llamamos la predicación pastoral que la iglesia ha de ser pastoreada. Es vital recordar esto, especialmente en África hoy, ya que las sesiones de liberación están rápidamente tomando el centro del escenario en los servicios de adoración en la iglesia. Un nuevo pastor se ha quejado de que los miembros de su iglesia ya ni siquiera están escuchando la predicación. Ellos están interesados en las sesiones de liberación que vienen después en donde él ora para que sus matrimonios sean restaurados y sus negocios bendecidos.
No estoy diciendo esto para menospreciar otros dones y necesidades en la iglesia. Todos ellos tienen su lugar. Después de todo, un cuerpo no es solamente una boca; también tiene pies y manos. Para el propósito de alimentar, la boca es la más importante. Para el propósito de escuchar, el oído es el más importante. Para el propósito de ver, los ojos son los más importantes. Y para el propósito de caminar los pies son los más importantes. De forma similar, para el propósito de pastorear el pueblo de Dios a la madurez, el don de la predicación pastoral que Jesús ha dado a Su iglesia es el más importante.
Es muy apropiado entonces, que las instrucciones sobre cómo pastorear el pueblo de Dios se encuentran en lo que llamamos las Epístolas Pastorales (1 y 2 Timoteo, Tito). Antes de que el Apóstol Pablo muriera, él instruyo a Timoteo que llevara a cabo fielmente su trabajo de pastorear: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:1–2). Así es como Timoteo iba a cumplir su llamado como pastor del pueblo de Dios.
La predicación pastoral juega un papel único y debe tomar el centro del escenario en la vida de la iglesia, especialmente durante los servicios de adoración. Así que es de gran preocupación que hoy en muchas iglesias por toda África, el entretenimiento ha tomado el lugar de la predicación pastoral. Los pastores se ven a sí mismos más como animadores que como pastores. Como resultado, muchos Cristianos son espiritualmente débiles y vulnerables a falsos maestros. El error es obvio. Las ovejas le están diciendo a los pastores lo que quieren y, para que sigan viniendo, los pastores las están obedeciendo. Esto es precisamente sobre lo que el Apóstol Pablo advirtió a Timoteo cuando escribió, “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Timoteo 4:3–5). Pablo esperaba que Timoteo cumpliera el trabajo de un pastor fiel y verdadero. Debemos hacer lo mismos hoy a través de la predicación pastoral fiel.
Preguntas de discusión
1. ¿De qué maneras has encontrado el concepto bíblico de pastorear útil para enfocar tu mente en lo que deberías estar haciendo en tu trabajo pastoral?
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