Características del libro
Desde que comencé a enseñar este curso me di cuenta de la conveniencia de evitar, en cuanto fuera posible, el vocabulario teológico técnico ya consagrado por el uso. La ventaja de este procedimiento es que no se gasta tiempo ni energía en aprender vocabulario técnico no estrictamente necesario y, en cambio, se favorece la posibilidad de concentrarse en el contenido. De pasada, aviso cuáles son los nombres clásicos, pues al estudiante les pueden ser de importancia alguna vez, pero no los uso regularmente porque me parece que, en un curso inicial como este, no son indispensables.
El propósito de la exposición es práctico: es facilitar el diálogo reflexivo sobre la materia. Este se ejerce ya en las mismas clases, sobre cuyos temas aviso previamente por el correo electrónico junto con alguna lectura que resulta conveniente antes de la sesión (se trata de una lectura que generalmente está en los Anexos). Además, hay dos sesiones del curso —al medio y al final—dedicadas a un diálogo formal y organizado entre ellos, que se desarrolla en la sala de clases.
Un lector suficientemente formado en teología muy probablemente no terminará de leer este texto, porque no encontrará novedad en él. En efecto, sus contenidos son parte de los contenidos comunes de la teología y lo novedoso, si lo tiene, es el intento por explicarlos claramente a alumnos de los primeros años de universidad.
El papel de los alumnos que han seguido este curso
Aunque es un curso con bastante abandono de parte de los estudiantes, si suponemos un promedio de 40 alumnos semestrales durante 14 semestres, ellos alcanzarán a un total de 560. El programa que al comienzo aprobó la comisión ha sufrido algunos cambios por el camino, los que tienen mucha relación con la experiencia de los estudiantes que han seguido el curso. A medida que observaba qué les interesaba, qué les costaba más entender, qué preguntas se repetían con frecuencia, etc., yo adaptaba las explicaciones y buscaba nuevos anexos que ilustraran lo que quería decir en mis clases. El texto, en su estado actual, debe mucho a las conversaciones tenidas en ellas. Las preguntas y objeciones modelaron en parte la exposición, en el sentido de que responden a esas inquietudes, aunque no lo digan expresamente.
El propósito de publicar el libro es continuar el diálogo que constituyó este curso en su versión de aula. Un diálogo tiene mucho de imprevisible, especialmente en su decurso, debido a que cada intervención depende de la recepción del interlocutor. El texto escrito, a diferencia del diálogo presencial, es más rígido, pues ya está fijado. Al lector esto le pide flexibilidad para hacer vivo a un interlocutor cuyo discurso está fijado.
Este texto se publica gracias al aporte efectuado el año 2018 por la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile, que ha instituido el Premio Padre Hurtado en favor de la Facultad de Teología. Este reconocimiento a la mejor monografía presentada durante el año para la formación de los estudiantes de la Universidad incluye el costo de publicación de la obra, una contribución a la Biblioteca de Teología para compra de libros y un aporte para el autor.
INTRODUCCIÓN GENERAL
Los contenidos del libro
El libro, como el curso en su estado actual, tiene tres capítulos y no cuatro, como era el proyecto inicial. La experiencia mostró que lo que se logra estudiar bien en un semestre corresponde a solo tres capítulos. El primero es de teología general y se titula “Los planteamientos de la cuestión de Dios”. Este no es todavía un tema de la teología fundamental, como son los dos que siguen, pero es una preparación necesaria para mostrar las posiciones generales desde las que se dialoga sobre el tema. Los dos siguientes son una materia que tradicionalmente ha pertenecido a la teología fundamental. El segundo se titula “Los accesos del hombre a Dios” y trata sobre las formas de la revelación, y el tercero se titula “La recepción de Dios” y se refiere a la teología del acto de fe.
Detalle de los capítulos
El capítulo inicial se detiene sobre cinco planteamientos y espera dar una visión panorámica del tema. Se empieza con el planteamiento filosófico por su universalidad y lo sigue el religioso, pues importa que se observe pronto la diferencia entre ellos. Es verdad que los que continúan —el ateo, el agnóstico y el deísta, respectivamente— son filosóficos y debieran, en consecuencia, preceder al religioso en la exposición. Pero esto alejaría demasiado al planteamiento religioso del filosófico y se perdería claridad sobre la diferencia y la relación que hay entre ellos. Es oportuno, por tanto, presentarlos de manera sucesiva.
Los planteamientos se expresan en singular
Puede ser engañoso que los planteamientos se expresen en singular, siendo que tienen variantes internas que, sin descalificar la unidad, justifican el plural. Por ejemplo, el planteamiento ateo, que, lejos de ser unitario, está conformado en realidad por muchos que poseen diversos motivos para fundar la negación de Dios. Distintos ateos no coinciden en su ateísmo, aunque coincidan en negar que haya Dios. Lo mismo debe decirse de las variantes del agnosticismo. El uso del singular no desconoce, por lo tanto, que las razones para ser ateo o agnóstico pueden ser muy distintas, y no pretende homogeneizarlos.
En el pensamiento común suelen acercarse más de lo justo y hasta confundirse el ateísmo con el agnosticismo, pese a que su diferencia filosófica es sustancial, como se explica oportunamente. Por esta razón están aquí separados en secciones distintas.
A la exposición del planteamiento religioso sigue un apéndice titulado “Dios y la religión”.
Parece el momento oportuno para hacer esa aclaración porque en la consideración común —la no técnica— suelen mezclarse hasta la confusión Dios y la religión, como si fuesen del mismo género de realidad. La religión se justifica por razón de la experiencia de Dios, pero son dos realidades muy diferentes. Como esta necesaria aclaración no es parte del planteamiento, va como Apéndice. Los capítulos segundo y tercero desarrollan aspectos del planteamiento religioso, el que en el primer capítulo queda solo planteado en su especificidad y diferencia con los otros.
Estructura del capítulo primero
El primer capítulo comienza con una introducción que justifica el título del capítulo y explica el modo como se presenta Dios ante la conciencia cognoscitiva humana. Luego presenta el modo filosófico de plantear la cuestión de Dios, seguido inmediatamente del religioso. El propósito de estas dos presentaciones sintéticas es notar la diferencia y relación entre ellas. A la presentación religiosa sigue un apéndice que pretende mostrar la diferencia y relación entre la religión y Dios, ya que la justa relación y la clara diferencia no son normalmente reconocidas en el discurso popular. El cuerpo del capítulo, una vez terminada la introducción, se dedica a explicar tres planteamientos de la cuestión de Dios: el ateo, el agnóstico y el deísta.
Estructura del capítulo segundo
El segundo, bajo el título “Accesos”, desarrolla los modos en que Dios se le hace presente al hombre en distintas experiencias humanas. Primero se explica la forma mítica de acceso por ser la más frecuente, y en ella Dios aparece mezclado con la experiencia de lo más inmediato al hombre: el mundo. Esta forma de experiencia de Dios es no solo probablemente la más antigua, sino que es permanente y la delata el vocabulario con que se expresa sobre él.
Se presentan a continuación tres planteamientos filosóficos: el de Anselmo de Canterbury, el de Tomás de Aquino y el de Karl Rahner, respectivamente. Es claro que esta elección es parcial, porque el planteamiento de la cuestión de lo absoluto es más amplio, y se ha dejado fuera —por ejemplo— el acceso por medio de la experiencia ética y por la experiencia estética. Pero la limitación de tiempo del curso obliga a seleccionar algunas presentaciones del tema.
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