El esfuerzo de escribir este libro me ha regalado la compañía de cuatro «personas» con las cuales me he relacionado con el gusto que da la lectura, aunque alguno de ellos quizá me hubiera desagradado en la vida real. Al mismo tiempo me ha servido de entrada en mundos que al principio creí absolutamente distintos del mío, pero luego me parecieron bastante semejantes. Esto también fue un disfrute, mayormente cognitivo, frente a la sentimentalidad del otro. Ojalá quienes se aventuren a leer los resultados de este esfuerzo compartan mi deleite en ambas experiencias, la cognitiva y la sentimental. Si consiguiera tan sólo estimular al lector a disentir cognitiva y sentimentalmente me daría por satisfecha. De todos modos estoy segura de que en ambos casos habríamos entrado todos en contacto con algunas de las mejores novelas de todos los tiempos. Aunque pueda parecer absurdo, me parece que estas cuatro novelas nos ayudan a entender la situación mundial en que nos encontramos hoy. Cada una, desde su perspectiva, describe los comienzos del capitalismo industrial. Flaubert identifica el enorme poder que tienen los medios de masas en la forma en que pensamos y soñamos. Stendhal prueba que nada en la vida humana es ajeno a la política, tampoco el amor. Balzac describe la desorientación de aquellos que viven en un mundo que sienten en decadencia y el pavor que suscita la mortalidad en tiempos oscuros. Y la novela de Zolá, aunque ciertamente no es un clásico, aborda el consumo y la idea de crecimiento permanente, dos temas de la mayor importancia en la actualidad.
No recuerdo quién dijo que escribía para saber lo que pensaba. A mí me pasa algo parecido. Me gusta lo que dice Anne Carson en Eros de Bittersweet : que el deleite de escribir se encuentra en estar pensando, entendiendo, sabiendo que no se sabe y no en el producto de todo este esfuerzo 3. Es evidente que parte importante del placer reside en el esfuerzo, aunque muchas veces pudiera parecer lo contrario. Habitualmente se entiende la voluntad de poder nietzscheana como acumulativa; querer más, tener más, acumular más. Hay eso en Nietzsche, pero la marca que lleva ese deseo material insaciable nunca es positiva. La estimación positiva se encuentra en estar pudiendo, en estar conociendo, en estar sabiendo, en estar gozando, en estar creando. En ese caso la palabra poder no identifica una adquisición, no describe la consecución del deseo, sino el movimiento hacia. Desde allí se entiende que no da lo mismo desear un objeto material que desear la belleza como tal, el bien como tal, la verdad como tal.
1Esta mediación ha sido ampliamente examinada por el brillante ensayista René Girard y no tengo nada que agregar a sus conclusiones, que comparto plenamente.
2Para no salirme del tema central, mucho de lo que en un principio fue parte del texto lo puse finalmente en notas bibliográficas. Es verdad que de esta manera también nos vemos obligados a abandonar el texto, pero somos libres de hacerlo. En estas notas hay mucho material interesante, debo grandes alegrías a los críticos y me gustaría compartirlas con ustedes. No todo lo que leí lo cité, a veces porque no venía al caso, otras porque la metodología era muy diferente.
3Anne Carson, Eros the Bittersweet . New Jersey: Princeton University Press, 1986.
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