Angel Daniel Galdames - Trauma emocional

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Trauma emocional muestra una historia tan simple como la vida misma, donde Rocío junto con su amiga Romina transitan por varias etapas. En ella van a detectar que todo tiene sentido en el mundo del amor, desde la alegría hasta la tristeza. En ese largo camino, a Rocío le sucede algo inexplicable.
Romina y Antonio intentan saber qué le ocurrió; la incertidumbre los conduce a la desesperación sin encontrar otra respuesta médica que esperar. En ese largo trayecto temporal todo vale, todo surge con gran perplejidad.
En su nuevo despertar y lejos de su hogar, Rocío comienza el largo recorrido a casa con el objetivo de recobrar el sueño que a mitad de camino perdió. Es una historia donde uno no deja de asombrarse qué tan duro es el camino por el cual debe transitar.

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—Perdón Romi, no pude avisarte que tardaría en volver. Es que estando con mis padres, el laboratorio me envió a Edimburgo a traer un estudio y estuve muy ocupada.

—¿Edimburgo? Aquí no existe ese lugar. Te recuerdo que la peluquería queda en la calle O'Higgins y tiene un cartel que dice “Peluquería Romi” . ¿Te olvidaste?

La forma en que hablaba le dio a entender que se encontraba bastante molesta con ella sin entender el motivo real; nunca le había contestado de esa manera y presentía que algo raro le estaba pasando para llegar hasta ese punto.

—Romi, nunca me has hablado así. ¿Qué te sucede? Sabés que podés contar conmigo para lo que sea. No creo que tantos años de amistad lo tires a la basura por el hecho de ausentarme más de la cuenta y no haberte avisado.

El silencio del otro lado del tubo a Rocío la preocupó aún más.

—Perdón, Roci —respondió con la voz quebrada—, te pido perdón por haberte hablado así. Es que estoy mal y no sé con quién hablar.

—Romi, sabés que podés hablar conmigo. Si no querés decirlo por teléfono tomate un taxi y venite a casa ya, es una orden, de una amiga a otra amiga.

—Bueno, voy para allá.

Romina, presa de un temor inusual tomó un taxi, llegó a la calle Patricias Mendocinas y luego de abonar la tarifa se encontró con Rocío que la estaba esperando en la vereda.

Allí, las dos se abrazaron con fuerza como lo hacían siempre que alguna se encontraba mal por alguna circunstancia. Rocío percibió en su cara que algo no andaba bien. Cuando entraron al edificio y subieron por el ascensor al tercer piso notó que se encontraba asustada; tenía los ojos nublados por las lágrimas.

Al salir del ascensor ella abrió la puerta del departamento y entraron. Mientras Romina se acomodaba en uno de los sillones del living fue a la cocina a buscar un vaso de agua fresca que de inmediato le acercó.

En ese momento se dio cuenta que había cambiado bastante, no era la que siempre se encontraba alegre. Por eso, luego de acercarle el vaso con sus manos tomó una de ella, la notó húmeda y mirándola a los ojos le preguntó:

—Romi, me duele mucho verte así y eso me aterra.

—Lo sé —respondió luego de haber bebido un sorbo de agua.

—Romi, no puedo dejar de hacerte una pregunta y espero que la respuesta sea sincera —había notado su cara más redonda—, ¿estás embarazada?

—No lo sé —y se largó a llorar.

Allí entendió el enfado que tenía con ella. Mientras la contenía con sus brazos pensaba en lo aterrorizada que estaba. Siempre la había visto feliz y ahora con un hijo en su vientre la necesitaba más que nunca.

La volvió a mirar y con una sonrisa en sus labios le preguntó.

—¿Te enamoraste y te embarazaste Romi?

—Creo que sí. Te juro que no sé lo que pasó —agregó lloriqueando.

—¡Oh...! ¡Qué hermosa noticia Romi! Estás enamorada y vas a tener un gatito siamés, ¿o es otro animalito?

—¡No te burles! —contestó ruborizada.

—¿Burlarme? ¡Es lo que necesitabas Romi! Estás pasando por el momento más hermoso de tu vida y qué feliz me hace saberlo —agregó abrazándola de nuevo —. Esto sí que hay que festejarlo amiga mía.

—No estoy para festejo.

—Sí, lo estás y sabés que estoy para ayudarte Romi. Ahora dime ¿quién es el padre?

¿De quién te enamoraste?

—Se llama Jorge.

—¿Es uno de los gatitos siameses?

—Sí, pero no le digas gatito.

—¡No me digas que pasó la misma noche que me llamaste!

—No exactamente, sucedió después. Estoy de ocho semanas.

Romina comenzó a contarle cómo fue que se enamoró de él y cómo continuaron viéndose. Nunca había pensado que el amor la iba a invadir de golpe y mucho menos que continuarían juntos, y ahora esperando un hijo.

Rocío preparó el mate y junto con ella, un poco más tranquila, continuaron la conversación en la cocina.

Para ellas esa tarde fue un reencuentro que jamás olvidarían. El entusiasmo de Rocío por conocer a Jorge las llevó a concretar una cita el día posterior en un restaurante.

Allí, junto a su amiga conoció a Jorge. Lo veía feliz y con una responsabilidad enorme sobre lo que juntos habían encaminado con la buena noticia que a partir del siguiente mes vivirían juntos en la casa que él tenía en Guaymallén.

Desde entonces decidió acompañarla a los controles médicos sin desatender las obligaciones que tenía con el hospital y con el laboratorio donde trabajaba.

Con el tiempo, observaba que la panza de Romina crecía y que la felicidad de ambos se hacía cada vez más grande hasta que llegó el momento del parto.

Veía a los padres de Romina orgullosos, al igual que los consuegros al tener frente a sus ojos a la pequeña Lucía. Era el regalo más hermoso que Dios le había provisto y para sorpresa, la eligieron madrina de la criatura. Estaba tan feliz que al aceptar esa propuesta afianzó aún más la amistad que habían construido durante años.

Capítulo III

El tiempo había pasado demasiado rápido y ella otra vez tenía que salir del país. Romina, Jorge y Lucía con ocho meses de vida, la fueron a despedir al aeropuerto.

Romina observó en la mirada de su amiga un dejo de nostalgia y en ese abrazo de despedida le dijo al oído:

—No te quedes sola Roci, por favor.

—Los tengo a ustedes.

—No es suficiente. Sabés a qué me refiero.

—Ya llegará el momento Romi. No te apresures.

—Aunque no lo digas sé que vos siempre pensaste en esto y me llegó a mí primero, igual estaré a tu lado —continuó sin dejar de abrazarla—. Sólo necesito que me hagas un favor, cuídate y no dudes en llamarme.

—Te juro que lo haré Romi. Tengo un motivo más para hacerlo.

Rocío, en el salón y ante las perdidas miradas de mucha gente abordó el avión y viajó rumbo a la Costa Azul. En esta oportunidad su papá le había pedido que viniera a ver a su mamá que estaba muy enferma y la necesitaba.

Estando en Europa, cumplía con lo solicitado por su amiga llamando una vez por semana. Hasta recordó el día en que Lucía cumplía un añito de vida y llamó.

—Hola Romi, ¿cómo estás vos y mi ahijada Lucía?

—Yo bien. Lucía creciendo, ya quiere caminar y me está volviendo loca.

—¿Y los demás cómo andan?

—Jorge baboso, como siempre, y la peluquería ya no es más peluquería, se llama “Romi, Nuevas tendencias estilísticas”.

—¡Qué bueno...! ¡Te felicito Romi!

—Gracias querida, pero necesito saber, ¿cómo está tu mamá y cuándo volvés?

Llevás mucho tiempo afuera y aquí te extrañamos demasiado.

—Mi mamá llena de caprichos y mi papá dice que ya no la soporta. Se recuperó de una pequeña neumonía, pero ese no fue el motivo principal por el que mi padre quiso que viniera a cuidarla.

—¿Y cuál fue entonces? Yo pensé que tu mamá estaba muy mal.

—En principio sí, pero después todo cambió. Me di cuenta de que quiere que envejezca con ella. Esto siempre lo hemos discutido y vos lo sabés mejor que yo Romi.

—Sí, es cierto. ¿Y tu papá qué dice a todo esto?

—Se cubre diciendo que mi mamá nunca quiso tener otro hijo y que ahora se la aguante, y ella insiste en que me quede a trabajar aquí. Más de mil veces lo hemos hablado y aún no entienden que necesito continuar con mi vida.

Romina la notaba afligida. Su voz carecía de bienestar pese a que sus palabras le trasmitían cierta calma. La sentía distante y muy enojada con sus padres.

—Lamento por lo que estás pasando, Roci. Cómo quisiera estar allí para ayudarte.

—Lo sé Romi. No estoy cómoda aquí, extraño el trabajo, a todos ustedes y estoy empezando a volverme loca. No sé cuánto tiempo más podré soportar todo esto.

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