Todo pecado está unido a una tormenta. La imagen es poderosa porque, incluso en nuestra sociedad de grandes avances tecnológicos, no somos capaces de controlar el clima. No podemos sobornar a una tormenta o confundirla con la lógica y la retórica. “Pero, si os negáis, estaréis pecando contra el Señor. Y podéis estar seguros de que no escaparéis de vuestro pecado” (Números 32:23).
Las tormentas unidas a pecadores
Las noticias desoladoras son que el pecado siempre está unido a una tormenta, pero también hay noticias reconfortantes. Para Jonás, la tormenta era la consecuencia de su pecado; sin embargo, los marineros se vieron también envueltos en ella. La mayoría de las veces las tormentas de la vida llegan no como una consecuencia de un pecado particular, sino como la consecuencia inevitable de vivir en un mundo caído, lleno de problemas. Se ha dicho que “con todo, el hombre nace para sufrir, tan cierto como que las chispas vuelan” (Job 5:7) y, por lo tanto, el mundo está lleno de tormentas destructoras. No obstante, como veremos, esta tormenta provoca que los marineros tengan una fe genuina en el Dios verdadero incluso aunque la tormenta no era culpa de ellos. El propio Jonás emprende el viaje de comprender la gracia de Dios de una manera nueva. Cuando las tormentas llegan a nuestras vidas, ya sean consecuencia de algo que hemos hecho mal o no, los cristianos tienen la promesa de que Dios las utilizará para su bien (Romanos 8:28).
Cuando Dios quería convertir a Abraham en un hombre de fe que pudiese ser el padre de todos los fieles en la tierra, le hizo pasar por años en los que vagó sin que aparentemente se cumpliera ninguna promesa. Cuando Dios quiso que José pasase de adolescente arrogante y mimado a ser un hombre íntegro, le hizo pasar por años duros. Tuvo que experimentar la esclavitud y estar en prisión antes de salvar a su pueblo. Moisés tuvo que convertirse en un fugitivo y pasar cuarenta años solo en el desierto antes de poder liderar.
La Biblia no nos dice que toda situación difícil sea resultado de nuestro pecado, pero sí enseña que, para los cristianos, cada dificultad puede ayudar a reducir el poder del pecado en nuestros corazones. Las tormentas nos hacen conscientes de verdades que de otra manera no veríamos. Las tormentas pueden desarrollar en nosotros fe, esperanza, amor, paciencia, humildad y dominio propio de una manera que nada más lo hará. Un gran número de personas afirma haber encontrado la fe en Cristo y la vida eterna solo porque una tormenta los empujó hacia Dios.
De nuevo, debemos andarnos con cuidado. Los primeros capítulos de Génesis enseñan que Dios no creó el mundo ni la raza humana para sufrir, tener enfermedades, desastres na turales, envejecer o para la muerte. El mal entró en el mundo cuando nos alejamos de Dios. Y él está tan unido a nosotros que, cuando ve el pecado y sufrimiento en el mundo, se le parte el corazón (Génesis 6:6) y “Cuando ellos sufrían, él también sufrió” (Isaías 63:9). 2Dios no es como un jugador de ajedrez que mueve los peones de forma aleatoria. Ni siquiera está claro hasta años después, si es que lo descubrimos en esta vida, lo que Dios estaba logrando a través de las dificultades que sufrimos.
Cómo Dios obra a través de las tormentas
No obstante, por muy complicado que sea discernir cuáles son los propósitos de amor y sabiduría de Dios detrás de nuestras pruebas y dificultes, sería aún más desesperanzado imaginar que no tiene control alguno sobre estas situaciones o que nuestro sufrimiento es aleatorio o sin sentido.
Jonás no podía ver que en lo profundo del terror de la tormenta la misericordia de Dios se había puesto en marcha, trayéndole de vuelta para cambiar su corazón. No nos sorprende que Jonás no se enterase al principio. No sabía cómo Dios vendría al mundo a salvarnos. Sin embargo, nosotros que vivimos a este lado de la cruz sabemos que Dios puede salvar a través de la debilidad, del sufrimiento y de la aparente derrota. Quienes vieron cómo Jesús moría no vieron más que pérdida y tragedia. Sin embargo, en medio de toda esa oscuridad la misericordia divina estaba trabajando con poder, proveyendo nuestro indulto y perdón. La salvación de Dios vino al mundo a través del sufrimiento, de modo que su gracia que salva y su poder puedan trabajar más y más en nuestras vidas a medida que pasamos por dificultades y tiempos de dolor. Hay misericordia en lo más profundo de nuestras tormentas.
¿Quién es mi prójimo?
 
Los marineros, aterrados y a fin de aliviar la situación, comenzaron a clamar cada uno a su dios y a lanzar al mar lo que había en el barco. Jonás, en cambio, había bajado al fondo de la nave para acostarse y dormía profundamente. El capitán del barco se le acercó y le dijo: “¿Cómo puedes estar durmiendo? ¡Levántate! ¡Clama a tu dios! Quizá se fije en nosotros, y no perezcamos”. Jonás 1:5-6
El libro de Jonás está dividido en dos mitades simétricas: el relato de la huida de Jonás de Dios y el relato de su misión a Nínive. Cada parte tiene tres secciones: la palabra de Dios a Jonás, su encuentro con los paganos gentiles y, finalmente, Jonás hablando con Dios. De este modo, Jonás se encuentra dos veces cerca de personas que son diferentes a él en el plano racial y religioso. En ambos casos, su comportamiento es de desdén y con pocas ganas de ayudar, mientras que los paganos actúan con uniformidad de manera más admirable que él. Este es uno de los mensajes principales del libro, en concreto, que Dios se preocupa por cómo los creyentes nos relacionamos y tratamos a aquellos que son totalmente diferentes a nosotros.
Los predicadores y maestros de este libro con frecuencia pasan por alto estas secciones, excepto quizás para observar que deberíamos estar dispuestos a llevar el evangelio a otros países. Sin duda, esto es verdad, pero pierde el significado pleno de las interacciones de Jonás con los paganos. Dios quiere que tratemos a personas de diferentes razas y creencias con respeto, amor, generosidad y justicia.
Jonás había rechazado el llamamiento de Dios de ir a predicar a Nínive. No quería hablar de Dios a los paganos o llevarlos hasta la fe. Así que huyó, ¡solo para descubrir que estaba hablando sobre Dios justo al mismo tipo de personas de las que estaba huyendo! Cuando la terrible tormenta comenzó, “los marineros estaban aterrados” (versículo 5). Se trataba de marineros experimentados que no se inmutaban ante las inclemencias meteorológicas, por lo que debía tratarse de una tempestad especialmente violenta. Sin embargo, Jonás está en el fondo de la bodega del barco, durmiendo tranquilamente. El pastor escocés del siglo XIX, Hugh Martin, dice que Jonás estaba durmiendo “el sueño de la aflicción”. Muchos de nosotros sabemos de forma exacta de qué se trata: el deseo de escapar de la realidad a través del sueño, aunque sea solo durante un rato. 1Estaba totalmente desgastado y exhausto, consumido por las poderosas emociones de ira, culpabilidad, ansiedad y dolor.
Este es uno de los contrastes expuestos entre los odiados marineros paganos y el profeta de Israel, respetable y moral. Mientras que Jonás no está en contacto con el peligro, los marineros se hallan en total alerta. Mientras que los problemas personales consumen a Jonás, los marineros buscan el bien común de todos en el barco. Cada uno ora a su propio Dios, pero Jonás no ora al suyo. También son conscientes espiritualmente de la medida en la que esta tormenta tiene una intensidad peculiar. Quizás apareció con una brusquedad que no era atribuible a las fuerzas naturales. Son lo suficientemente listos como para concluir que la tormenta tiene un origen divino, es posible que sea la respuesta a un grave pecado que ha cometido uno de ellos. 2Por último, no son cerrados de mente e intolerantes. Están abiertos a clamar al Dios de Jonás. En realidad, están más dispuestos a hacerlo que el propio Jonás.
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