En cuanto elemento constitutivo, y ciertamente decisivo, de la interpretación, la cual ella misma es a una con el estar aquí, comparte su carácter de ser: el ser-posible. Este ser-posible es un ser posible concreto, que varía fácticamente según la situación a la cual va dirigido en cada ocasión el cuestionar hermenéutico; el haber previo no es, por lo tanto, nada que se elija a capricho (Heidegger, 2000a: 35 [cursivas en el original]).
El vivir sólo se aclara en cuanto se ha vivido. La manera en la cual nos valemos del haber previo, en la interpretación, se da en la concreción misma de la experiencia. De ahí que no pueda ser nunca un a priori escogido artificialmente, sino sólo dado en la experiencia del vivir. Para Heidegger: “El dominio del entendimiento fáctico no es algo que se pueda calcular de antemano ni nunca” (2000a: 36). Esta proposición se aclara si recurrimos al ejemplo de la conversación, tal como la presenta Gadamer:
Acostumbramos a decir que “llevamos” una conversación, pero la verdad es que, cuanto más auténtica es la conversación, menos posibilidades tienen los interlocutores de “llevarla” en la dirección que desearían. De hecho, la verdadera conversación no es nunca la que uno habría querido llevar […] Una palabra conduce a la siguiente, la conversación gira hacia aquí o hacia allá, encuentra su curso y su desenlace, y todo esto puede quizá llevar alguna clase de dirección, pero en ella los dialogantes son menos directores que dirigidos. Lo que “saldrá” de una conversación no lo puede saber nadie por anticipado (1999: 461).
Gadamer partirá de la exposición heideggeriana del haber previo como surgido de la experiencia, del existir mismo, del ser ahí, para desarrollar una hermenéutica fundada en “el descubrimiento de la preestructura de la comprensión”:
Heidegger sólo entra en la problemática de la hermenéutica y críticas históricas con el fin de desarrollar a partir de ellas, desde el punto de vista ontológico, la preestructura de la comprensión. Nosotros, por el contrario, perseguiremos la cuestión de cómo, una vez liberada de las inhibiciones ontológicas del concepto científico de verdad, la hermenéutica puede hacer justicia a la historicidad de la comprensión (1999: 331).
La interpretación parte de la actualidad, es un posicionarse desde el aquí y el ahora. En la hermenéutica lo primero es configurar la posición desde la cual sea posible preguntar, cuestionar de un modo radical: “la hermenéutica se apuesta en la situación y desde ahí posibilita el entender” (Heidegger, 2000a: 36). “La hermenéutica no tiene por objetivo la posesión de conocimientos, sino un conocer existencial, es decir, un ser. La hermenéutica habla desde lo ya-interpretado y para lo ya-interpretado” (2000a: 37). Para Heidegger la puesta en marcha de la hermenéutica no puede ser un invento, ni algo que se posea de manera definitiva, sino que brota de una experiencia fundamental “de un estar despierto de carácter filosófico, en el cual el existir se encuentra consigo mismo, aparece ante sí mismo” (2000a: 37). Pensada de este modo, la filosofía es, para Heidegger, “el modo de conocer que se da el vivir fáctico” (2000a: 37). Así, concluye: “la filosofía es lo que puede ser sólo cuando es de su ‘tiempo’. ‘Temporalidad’. El existir opera en el cómo del ser-ahora” (2000a: 38). Por eso, “La existencia no es nunca ‘objeto’, sino ser; existe aquí sólo en tanto ‘sea’ el vivir de cada momento” (2000a: 38).
La facticidad como el asunto propio de la hermenéutica
Referida a la hermenéutica como comprensión del existir propio, en cada caso, como modo de comprensión específico de la facticidad, Heidegger escribe la siguiente afirmación, punto de partida de lo que desarrollará más adelante sobre la hermenéutica: “La hermenéutica tiene por objeto temático el existir propio en cada ocasión –al cual se cuestiona acerca de su carácter de ser y de la estructura fenoménica de éste; con respecto a una sistemática regional universal recorta en ella un sector determinado a fin de realizar una indagación del sistema con miras a unos fines determinados” (2000a: 45-46). Heidegger entiende, así, a la hermenéutica, como el modo de ser propio de la experiencia cotidiana, la cual se pregunta-responde sobre asuntos y situaciones específicos que se presentan en el vivir de cada uno. Al responder a éstos, ofrece una solución práctica a los problemas que enfrentamos en el día a día, es decir, a lo que se da en cada ocasión.
Más adelante define que el asunto del que se ocupa sustantivamente la hermenéutica es la facticidad:
El tema de la investigación es la facticidad, esto es, el existir propio cuestionado acerca de su carácter de ser. Todo radica en no fallar ya de antemano –lo que significaría: de manera definitiva– en el planteamiento primero de la explicación hermenéutica del “objeto”. Se trata de atenerse a la indicación acerca del posible cumplimiento del concepto de facticidad, dada de consuno en el propio concepto. El existir propio es lo que es precisamente y sólo en su “aquí” ocasional.
Una determinación de la ocasionalidad es la actualidad, el estar-siempre, el demorarse-siempre en el presente, siempre el propio. (El existir histórico, su presente. Ser en el mundo, ser vivido por el mundo; cotidianidad-presente) (2000a: 49-50 [cursivas y entrecomillado en el original]).
Luego, Heidegger precisa lo que para él significa el concepto de actualidad: “Ontológicamente la actualidad supone: el presente del ahora, el uno, el estar con los demás, con los otros; ‘nuestro tiempo’” (2000a: 50). Enseguida, acota el sentido que otorga a la hermenéutica: “Lo que interesa es una explicación hermenéutica, no un informe mundano acerca de lo que ‘pasa’. ‘Actualidad’ –en nuestros días– supone cotidianidad, supone desvanecerse, quedar absorbido en el mundo, hablar de él, cuidarse de cosas” (2000a: 50). El asunto se aclara aún más cuando se define la actualidad como la condición ontológica del ser humano, su cualidad de ser en el tiempo: “La actualidad en cuanto modo de la facticidad podrá determinarse en su carácter ontológico sólo cuando se haya hecho visible de modo explícito el fenómeno fundamental de la facticidad: ‘la temporalidad’ (que no es una categoría, sino un existenciario)” (2000a: 51). Resulta reveladora la aclaración final: la temporalidad es un modo de ser y no un producto artificial del pensamiento.
Retomando el asunto del habla, como modo de acceder a la facticidad, Heidegger señala que el existir tiene un modo de hacerse público y visible: “Este hablar ‘de’ sí mismo es el modo normal y público como el existir se toma y se conserva a sí mismo” (2000a: 51). El habla es, pues, el medio que permite la comunicación, en el sentido de hacer del dominio común lo que se piensa, de hacer participar a los otros de lo que sabemos y, a la vez, de transmitirlo y preservarlo en el tiempo. El habla supone una precomprensión que el existir tiene de sí mismo, de tal suerte que, en el habla se manifiesta “una determinada interpretación ya-hecha de sí mismo” y ésta se encuentra, así, “a disposición del existir mismo” (2000a: 52). La interpretación ya-hecha da forma al conjunto referencial que nos permite dotar de sentido a todas nuestras nuevas experiencias y transmitirlas a otros de una forma particular (Amador, 2015). “Lo ya-interpretado delimita de modo difuso el ámbito desde el cual el existir mismo plantea cuestiones y exigencias. Lo ya-interpretado es lo que da al ‘aquí’ del estar fáctico el carácter de estar orientado, lo que delimita concretamente su posible modo de ver y el alcance de su vista” (Heidegger, 2000a: 52). Lo ya-interpretado es por eso, también, un saber situarnos en el mundo, un saber relacionarnos con los otros, un saber ser uno mismo.
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