Retomando el punto sobre el cambio desde los conflictos entre países soberanos hacia una nueva normalidad del conflicto entre otros actores que usan otras tácticas, el hecho es que, si bien es cierto que las hipótesis de conflicto clásico en la región han disminuido de manera importante, los niveles de violencia no se reducen.
Al igual que lo que ocurre en el resto del mundo, donde los conflictos interestatales son menos frecuentes, en la región las hipótesis de conflicto clásico también han disminuido de manera importante, pero no así los niveles de violencia.
Todo esto ha contribuido a aumentar una percepción generalizada de mayor inseguridad, la que, a su vez, abre la siguiente interrogante: ¿Cuál es, o debe ser, el rol de las fuerzas armadas para atender a los crecientes niveles de inseguridad y garantizar la soberanía del Estado? Las respuestas a estas preguntas esenciales varían de país a país por muchas razones: las constituciones, las leyes y reglamentos, las prácticas y las propias políticas nacionales. Es respecto de esta realidad dual sobre el rol de las fuerzas armadas de la región y las nuevas formas de conflicto utilizadas por China y Rusia, que vamos a examinar el rol de las Fuerzas Armadas estadounidenses.
El papel de las Fuerzas Armadas estadounidenses
Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos del siglo XXI no tienen las mismas dimensiones que mantuvieron durante la Guerra Fría. Entre 1950 y 1989, el promedio de fuerzas en actividad nunca fue menor de dos millones de efectivos. Llegó a dos puntos máximos, uno durante el conflicto en Corea (3,63 millones en 1952), y otro durante el conflicto en Vietnam (3,54 millones en 1968)19. En 1992, el número de efectivos en actividad fue de 1,8 millones; para el 2003, la cifra se había reducido a 1,39 millones20, la cual se mantiene en el 202021.
En términos presupuestarios, entre 1950 y 1989 el promedio del gasto en defensa como porcentaje del Producto Interno Bruto fue de 7,5%. El punto máximo durante el conflicto en Corea fue de 11,3%, en 1953, y el punto máximo en el conflicto en Vietnam fue de 8,6%, en 196822.
12Este gráfico fue desarrollado para dar una representación visual de un posible espectro de operaciones militares. Lo utilizo de manera visual como herramienta heurística. El gráfico se obtuvo en esta dirección: https://archive.defense.gov/DODCMSShare/briefingslide/214/010517-D-6570D-002.jpg
13Hoffman, Frank G. Conflict in the 21st Century: The Rise of Hybrid Wars, Arlington, VA: Potomac Institute for Policy Studies, December 2007, 28. Énfasis en el original.
14Gates, Robert M. “The National Defense Strategy: Striking the Right Balance,” en Joint Forces Quarterly, Issue 52, 1st quarter 2009, 3. “Next-War-itis” no se puede traducir literalmente; quiere decir sufrir de una enfermedad de pensar en la próxima guerra.
15Ibid. Énfasis agregado.
16UN Department of Economic and Social Affairs, World Social Report 2020 Inequality in a Rapidly Changing World, Vienna, 2020. Disponible en: https://www.un.org/development/desa/dspd/wp-content/uploads/sites/22/2020/01/World-Social-Report-2020-FullReport.pdf
17UNODC, Global Study on Homicide 2019, Vienna, 2019, 12. Disponible en: https://www.unodc.org/documents/data-and-analysis/gsh/Booklet1.pdf
18Ibid.
19FY2001-FY2003 from Office of Management and Budget, Budget of the United States Government for FY2003: Appendix, February 2002; FY1950-2000 from Under Secretary of Defense Comptroller, National Defense Budget Estimates for FY2002, June 2001.
20Ibid.
21DoD Personnel, Workforce Reports & Publications, https://www.dmdc.osd.mil/appj/dwp/dwp_reports.jsp
22Office of Management and Budget, Historical Tables, Outlays by Budget Enforcement Act Category as Percentages of GDP: 1962-2025. Disponibles en: https://www.whitehouse.gov/omb/historical-tables/.
Gráfico 3, Gasto de defensa como porcentaje del PIB,
1953-202423
En 1992, el gasto empezó a reflejar el comienzo del “dividendo de la paz”, reduciéndose a 4,7% del PIB. Lo cierto es que el promedio de gasto de defensa desde el fin de la Guerra Fría es 3,7% del PIB; esto se refleja en un par de años cuando alcanzó su punto menor de 2,7% del PIB en 1999, 2000, y 200124. Aunque es cierto que en 2019 el gasto de defensa fue de $686 mil millones de dólares —una suma notable—, la verdad es que representa apenas el 3,2% del PIB.
Es importante observar que como resultado de la crisis económica de 2008-2009 en Estados Unidos, combinado con los gastos de defensa asociados con los conflictos en Irak y Afganistán, se tomó la decisión política en 2011 de reducir el gasto federal, en general, lo cual tuvo un impacto importante en el presupuesto de defensa. El gasto proyectado entre los años 2012 y 2018 se redujo 7% en gasto constante, y 16% en términos reales (es decir, ajustado por la inflación). Estas decisiones políticas tuvieron un impacto importante; así lo explicó el exsecretario de Defensa James Mattis ante el Congreso, en febrero de 2018:
Permítanme ser claro: a pesar de lo difícil que han sido los últimos 16 años de guerra para nuestras Fuerzas Armadas, ningún enemigo en el campo de batalla ha hecho tanto daño a la preparación de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos como el impacto combinado de los límites de gasto de defensa del Acta de Control del Presupuesto, empeorados por la necesidad de operar durante 10 de los últimos 11 años bajo resoluciones continuas de duración variada e impredecible25.
El efecto fue notable en capacidad militar real. Por ejemplo, el Ejército sufrió una reducción del 32% en sus brigadas de combate, que pasaron de 45 a 2011 a 31 en 2016.
Los tres párrafos previos se incluyen para proporcionar una perspectiva histórica breve del gasto militar de Estados Unidos para enfrentar las amenazas a la defensa nacional desde la Segunda Guerra Mundial. Las cifras muestran que Estados Unidos asigna menos de la mitad del promedio de sus fondos nacionales para la defensa que utilizaba durante la Guerra Fría. Y si el presupuesto representa la expresión cuantitativa del plan, es evidente que los gobernantes han priorizado otros gastos por sobre los de defensa en la era de post Guerra Fría.
Es con esta perspectiva que podemos empezar a analizar cómo Estados Unidos va a utilizar las Fuerzas Armadas en el hemisferio durante la década de 2020-2030. No cabe duda que la mayoría de las personas que leen este libro conocen el sistema de defensa estadounidense. Sin embargo, creo que es válido repasarlo brevemente por sus peculiaridades, las cuales contribuyen a visibilizar los desafíos que enfrentarán el Comando Sur y, en grado menor, el Comando Norte.
Desde 1986, pero realmente empezando en la década de 1990, el énfasis en la “conjuntez”26 ha dominado la doctrina operacional de Estados Unidos. El diseño estructural indica que las fuerzas individuales (Ejército, Armada, Infantería de Marina y Fuerza Aérea) son responsables de organizar, adiestrar y proveer material a individuos y unidades. El diseño operacional supone que hay mandos regionales y funcionales que reciben unidades para realizar misiones específicas. Esta manera de coordinar el esfuerzo de organizar y operar las Fuerzas Armadas tiene ventajas, pero también tiene desventajas. Hay que recordar la manera en la cual se presupuesta el gasto de defensa.
El resultado de las prioridades de las fuerzas individuales, combinado con las prioridades de los Mandos Regionales (Indo-Pacífico, responsable de China y Corea; Central, responsable de Irán, Afganistán, Irak, y Siria, y Europeo, responsable de Rusia y Ucrania), son fuerzas generadas para hacer frente al combate convencional. El listado de estas realidades deja muy en claro que las prioridades tienen que enfocarse en estas amenazas reales. Dado el énfasis estadounidense en estas amenazas y la necesidad de tener fuerzas para conducir la guerra convencional, el Comando Sur y el Comando Norte no se benefician de unidades adiestradas para conducir misiones de esa índole. Lo cierto es que durante muchos años las fuerzas disponibles para realizar misiones en la región han sido limitadas, tanto en cantidad como en tipo de adiestramiento. Esta realidad se debe a varios factores:
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