En lo sucesivo, este paisaje político plantea regularmente la cuestión de la identificación partidaria del islamismo. Ya sea que busque adquirir una visibilidad política participando eventualmente en el proceso electoral (Partido de los Musulmanes de Francia) o que limite su expresión a la esfera religiosa por pietismo o quietismo, rechazando totalmente las instituciones de los países «descreídos», una parte del movimiento islamista defiende una visión del mundo que en muchos aspectos es cercana a la de la extrema derecha. De este modo, posee una visión dualista de la sociedad, que se articula alrededor de la distinción amigo-enemigo y pone el acento ante todo en la pertenencia del individuo a la comunidad, en detrimento de los conceptos de ciudadanía, derechos individuales y el universalismo, que rechaza. Es teocrática y, como tal, defiende un modelo de sociedad y de Estado directamente derivado de los textos religiosos, en los que determinadas personas con poder de decisión creen detectar una condena formal de la democracia. Desea excluir y castigar a quienes se opongan a la moral religiosa, propone un modelo autoritario y jerarquizado de organización social. Algunos islamistas radicales integran en su discurso dos componentes estructurales del pensamiento extremista de derecha, en particular del catolicismo integral: el milenarismo (que da al salafismo yihadista una dimensión escatológica) y la teoría del complot. Construida primero en función del esquema del «complot judío» (rebautizado «sionista» para escapar a la chocante estigmatización del antisemitismo), dicha teoría incorpora, en algunos salafistas en particular, la denuncia de la francmasonería, la globalización, el comunismo y Estados Unidos, cuya conspiración explicaría el dominio de Occidente sobre el mundo musulmán. Estas ideas se acompañan de convergencias puntuales, interindividuales u organizacionales, que se expresan en particular en torno al antisionismo/antisemitismo. Cierto es que esto no autoriza a hablar del islamismo radical como de un «fascismo verde», ya que los elementos de analogía que se suelen presentar remiten, por lo demás, y de modo general, menos al fascismo que a la Revolución Conservadora. Pero esto demuestra que, en su proceso de integración y enraizamiento en la realidad europea, el islamismo tiende a asimilar algunos de los esquemas de pensamiento de las radicalidades ya presentes; en este caso, una extrema derecha que hoy en día es mayoritariamente islamófoba.
Si bien las rigideces en torno al islam son centrales para la cuarta ola de partidos, esta formulación no debe engañarnos respecto de que cada ola anularía la anterior. Las elecciones europeas de 2014 permiten delimitar tres modelos tipo que actualmente encuentran las masas en sus propios países. En Países Bajos, Geert Wilders y su Partido de la Libertad (PVV) representan uno de los indicadores de la dinámica neopopulista. El PVV, islamófobo ante todo, denuncia a las elites y hace apología de las virtudes del pueblo mostrándose como el campeón de las libertades de las minorías (gays, judíos, mujeres) contra las masas arabomusulmanas. Frente a la erosión de sus resultados electorales, Geert Wilders apostó a un endurecimiento contra la inmigración y hacia la Unión Europea. Este acercamiento ideológico con el FN se concretó en una alianza partidaria, cuando hasta ese momento Geert Wilders designaba al FN como un partido extremista y antisemita, para esgrimir que él mismo no lo era. Esta campaña no cosechó los frutos que Wilders esperaba y el PVV, que anticipaba un triunfo, registró un decepcionante 13,3% de los votos. En la otra punta del campo de la extrema derecha, se esperaba el resultado del movimiento griego Alba Dorada, que se inscribe decididamente en la extrema derecha radical. Del fascismo, retoma la forma de partido-milicia navegando entre violencia urbana y actividad electoral. Toma prestada la idea de construir un contra-Estado posicionándose como una fuerza del orden popular en el que conviven una acción social y un mandato de ejercicio legítimo de la violencia física. Retoma del nazismo los vínculos establecidos entre Antigüedad griega y arianismo (y afirma así que el nazismo había surgido del helenismo, más que él en el nazismo). (78) Retoma del neonazismo la superación de las divisiones internas a la raza blanca en favor de un afirmacionismo blanco esoterizante y paganizante. Con una baja promedio del salario en un tercio y la caída de una cuarta parte de los griegos bajo la línea de pobreza, el racismo oficia como instrumento de redistribución social. Alba Dorada registra un nuevo avance al alcanzar el 9,3% de los votos.
En esas elecciones, el logro más importante se registró en Francia, con un tercer modelo: el del Frente Nacional de Marine Le Pen. El partido ganó con el 24,3% de los votos. Su electorado es más interclasista que el de los casos anteriores. La línea que sostenía Jean-Marie Le Pen, cual perfecto nacional-populista, llamaba a que surgiera del pueblo un salvador, para que pusiera fin a la destrucción de la nación que habían efectuado las elites endógenas y las masas exógenas. A este software , Marine Le Pen integró primero la mutación neopopulista. A partir de 2012, el partido avanzó hacia la línea que adoptó en el escrutinio europeo y que se puede calificar como soberanismo integral. Hasta allí, el FN siempre había sido un partido de la demanda: era el marco sociológico el que inclinaba el voto hacia el FN, mucho más que sus propias capacidades. En la actualidad, el FN aparece como capaz de proponer una protección completa: su discurso es el de un soberanismo político, económico y cultural que promete al votante de todas las clases sociales que lo protegerá de la globalización económica, demográfica y cultural, y que gozará tanto de las ganancias del capitalismo emprendedor (tema del «proteccionismo inteligente») como de la protección del Estado de Bienestar (tema de la «preferencia nacional»).
Si se observan estos tres casos, resulta evidente que no se puede hablar de uniformidad ideológica. Los votos se siguen determinando en función de las problemáticas y culturas nacionales. El elemento común no es una eurofobia irreal, sino una crítica a las instituciones de la Unión Europea. Su déficit de legitimidad democrática es considerado un espejismo organizado para instaurar un liberalismo tanto económico como cultural. Dichas instituciones serían las productoras de los defectos de la sociedad posindustrial (atomización social, desempleo masivo), que para las extremas derechas se convierten en los defectos de la sociedad multicultural. Por lo demás, estas elecciones permiten observar la reacción simultánea de territorios que habían sido divididos entre naciones. Es el caso de Cataluña, dividida por el Tratado de los Pirineos (1659), cuya parte española atraviesa un profundo movimiento independentista, mientras que la catalanidad del espacio que permaneció en Francia es superficial, ya que durante las primeras décadas se efectuó una amplia tarea de regeneración. El importante movimiento nacionalista del sur de los Pirineos no está sostenido por la extrema derecha. No se nutre de un resentimiento contra la globalización, sino de la voluntad de insertarse en ella de manera óptima. Aunque, desde la década de 1960, nacieron en Cataluña varios grupúsculos de tendencia völkisch , un partido de orientación nacional-revolucionaria como el Movimiento Social Republicano (0,05% de los votos en el escrutinio europeo) considera el separatismo una reivindicación burguesa y promueve la federación de las Españas dentro de una confederación europea que englobe a Rusia.
Después del breve semilogro de Fuerza Nueva, (79) la extrema derecha española está marcada por un fraccionismo compulsivo y una incapacidad para renovarse de otro modo que no sea por imitación de las experiencias europeas, principalmente francesa e italiana. Ahora bien, los resultados del escrutinio en España no tienen nada que ver con los de Francia: las cinco listas de extrema derecha se repartieron el 0,38% de los votos. En Barcelona, los resultados son insignificantes: 0,05 para la Falange Española Auténtica de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, 0,03% para el MSR y el islamófobo Democracia Nacional, etc. Mientras la pluralidad de las candidaturas permitiría al menos detectar cuál es la línea más prometedora, todas las formas de la extrema derecha se encuentran en un callejón sin salida. Dado el interés del escrutinio porcentual, la oferta política de extrema derecha también fue múltiple en Perpiñán. Si bien las pequeñas formaciones de extrema derecha suman un resultado equivalente al del caso barcelonés, la lista frentista llega primera con el 35,89% de los votos.
Читать дальше