—¿Crees que no van a hacer nada?
—Sí, algo harán. Preguntas, comprobaciones.
—¿Entonces?
—Tu tía Maricarmen…
Mi padre es un hombre reservado. En los momentos de inquietud, cuando siente la lógica necesidad de sincerarse, adquiere las maneras de las aguas de un río a punto de desbordarse: el empuje de aquello que intenta contener se aprecia a simple vista.
—¿Qué le pasa?
—Es muy nerviosa, demasiado inquieta. Sobre todo desde el divorcio. Ya no sabemos por dónde anda, ni con quién… Le dio por las discotecas, luego por la iglesia… Ahora esto.
Por fin entendí.
—No os fiais de que haya desaparecido de verdad.
—No sé qué pensar.
Que hablara en primera persona me tranquilizó un poco. Sin embargo, creí notar en lo que mi padre decía un eco de otras voces, criterios que no eran el suyo.
—¿Quién te acompañó a la comisaría?
—Tu tío Miguel.
«Ya decía yo. Vaya por dios», pensé. El tío Miguel no era precisamente el hombre más sensible ni ecuánime del mundo. Había sido transportista muchos años, ahora dirigía como propietario la misma oficina para la que había hecho todos aquellos portes, aquellos recorridos, una sucesión interminable de viajes circulares, del punto de partida al de llegada, después vuelta al comienzo. Esta culminación de sus ambiciones, gestionar para que otros cumplieran la dura tarea que él había realizado durante tanto tiempo, le permitía el lujo de dispensar a su alrededor instrucciones y reproches.
—Bueno —atajé—, a mí me da igual lo que diga el tío Miguel. Lo de la tita es muy raro y, mientras no haya nada que indique lo contrario, está desaparecida.
—Eso ya lo sé.
Refunfuñó mi padre, aunque me pareció notar algo de alivio en su respuesta. Yo no quitaba importancia a su inquietud, no me reía de sus dudas como probablemente había hecho su hermano. Sin darme cuenta, había empezado también a abrir nueces y a colocar los trozos de su fruto, con forma de coral o minúsculo cerebro, en el mismo plato hondo. Para forzar la cáscara yo prefería, a diferencia de mi padre, usar la punta de un cuchillo de cocina. Me pregunté si necesitaría aquella cantidad para algo concreto; por ejemplo, un bizcocho de los que a veces preparaban entre mi madre y él a base de dialéctica y que, normalmente, salían tan buenos.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.