y sus amigos, iniciaste tu andadura
por la genial narrativa de Delibes: pueblos
y ciudades, mayores y niños, la ternura
de los diálogos marcarían tu vida futura.
De la mano del Nini, Pacífico, Lorenzo,
Desi se asentó tu amor por la literatura.
El creador de estos seres era igual: austero,
humano, generoso, fiel a sus compañeros,
equilibrado por Ángeles y su dulzura.
III
De sus novelas, una es faro permanente
de las letras hispánicas, aliento poético
en temas, personajes: Los santos inocentes.
A estos campesinos humillados vuelves siempre,
ya en días difíciles, ya en momentos tiernos.
También, tu hermano te revelaría un viernes
la magnífica película, imperecederos
Paco Rabal, Landa, González, Pávez, Juan Diego,
dirigidos por Camus, premiados en Cannes:
Azarías, Régula y el Bajo en el firmamento.
IV
Profundizaste en su obra. Delibes escribía
en Sedano, aunque su casa era Valladolid.
Cuando Ángeles partió, dura melancolía
pobló su corazón, pero siguió su vivir
en los hijos, los perros, el vuelo de la perdiz.
Supiste que la magia literaria existía
al volver con mano maestra a escribir:
Cayo, Gervasio, Cipriano, luces de su sentir
en el campo o las urbes de actuales días
o pasados, sencilla belleza compositiva.
V
El mismo año, Miguel y Jorge dijeron adiós.
Ambos viven en las galerías de tu alma.
Pese a que el aire hiela, tu brazo, tu ilusión
coge de la estantería los libros cuyas páginas
te enseñaran, diáfana, la verdad de la ficción.
Ahora, Delibes y tu hermano te acompañan
en tus clases. Quieres serles digno en tu enseñanza.
Los muchachos serán buenos lectores; la emoción
en el recuerdo y el porvenir; la esperanza:
Azarías ve a Ireneo, escucha su voz.
LAS COMBINACIONES DE LA IMAGINACIÓN
A Ingmar Bergman
I
Ha llegado al rodaje con dulce entusiasmo.
Estudios de Sundbyberg, Estocolmo, Suecia.
Una nueva película, vivir sin descanso.
El cuerpo nota ya la fatiga, impulsado
todavía por la linterna mágica, bella.
Director europeo mundialmente aclamado,
en él reside aún un hondo amor al teatro,
nostalgia de aquellas lecturas con la niebla
en la ventana, Strindberg e Ibsen, sus adorados
maestros, los sueños son del color de las fresas.
II
Ni la incomprensión del padre, ni el estallido
de la guerra frenaron su impulso artístico.
Un niño con sentimientos, en su corazón
laten escenas, diálogos, sorpresas, caminos
por donde la creatividad pasa con emoción.
Los teatros suecos construyen su gran mito,
de Helsingborg a Malmö, el joven director
alumbra el norte de Europa. Le lleva su prestigio
a la cima de la dramaturgia: resplandor
en el Dramaten, el genio cumple su destino.
III
Y desde finales de los cuarenta, combina
teatro y cine con indudable maestría.
Creaciones auténticas: el silencio de Dios,
el deseo amoroso, complicadas familias
forman las telas del azar, su centro creador.
Los mejores intérpretes trabajan con Ingmar:
Andersson, Thulin, Sydow, Ullmann, Josephson.
Habla de los seres humanos, de sus delicias
y frustraciones, inagotable la expresión
de los vericuetos existenciales, el fulgor.
IV
Hoy, al rodaje ha llegado antes que nadie.
Solo, mira absorto el baúl de los sueños.
Autoridad frente a libertad, desde los tiempos
remotos, esta cruenta lucha llena el aire
que respiramos, las estrellas del universo.
En su interior, ve clara la escena, el instante
mágico en que Isak, que es Strindberg, viejo
culto, introduce en el baúl a Fanny y Alexander,
que es Ingmar cuando niño, y en los dramas suecos
escapaba de Vergerus, el poder, su padre.
A Jirí Menzel
I
Imaginad la fuerza de las bellas miradas.
La chica, Jitka, sonríe a la vida, al mundo,
cuando Pavel, el joven, alumbra la mañana
al reflejar en su faz la luz del sol de Praga.
El cristal, milagroso, promesa de futuro.
Imaginad una fundición de acero, oscuro
espacio carcelario donde la esperanza
se nutre, a diario, de sentimientos profundos:
amistad, compañerismo, amor, seguros
puentes por los que irá la libertad humana.
II
Algunas ruedas, latas, montañas de metal
constituyen la geografía de sus vidas.
Seres que fueron libres, con honda alegría
vivieron; hoy, el Estado y su crueldad
los condenan por medio de leyes muy mezquinas.
Un filósofo, un peluquero, un lechero, día
a día, afrontan, valientes, la adversidad
con múltiples bromas, irreductibles sonrisas.
Junto a ellos, Pavel, el cocinero, todo bondad,
sueña, esperanzado, con los ojos de Jitka.
III
Año cincuenta: procesos de reeducación
llevan a miles de personas al ostracismo.
Así, un grupo de mujeres, prodigio de dulzor
y hermosura, son prisioneras del socialismo
en unas celdas próximas a la fundición.
Una tarde fría y lluviosa, la emoción
del deseo se aviva en torno al calor
de una hoguera, el fuego anula el pesimismo:
mujeres y hombres enlazan sus manos, el mismo
ritual desde que la humanidad puebla los caminos.
IV
Luego, Pavel, al defender a sus compañeros,
queda detenido por los dirigentes checos.
En el camión, los rayos de sol lo deslumbran:
en el balcón de la fábrica, Jitka y un espejo:
el juego del amor, fulgor en la penumbra.
Entre ambos no hay secretos, los pensamientos
de Pavel: «Volveré, Jitka, no tengas miedo
de los tanques, tampoco de las noches oscuras».
Los pensamientos de Jitka: «Amor mío, tan bello,
vuelve, vuelve y volaremos cual alondras por el cielo».
A José Saramago
I
Le hizo escritor la dureza existencial.
Cuántos golpes y decepciones atravesarán
su vida hasta llegar a este abril, glorioso,
en el que Lisboa es un grito portentoso
del pueblo y los militares, unidos, dichosos.
Del Algarve, el Alentejo, Oporto, a la capital
llegan portugueses emocionados, ansiosos
de cambiar las balas por claveles de libertad.
Los ojos de José recogen los armoniosos
momentos como vieran en su aldea la dignidad.
II
Aprender a vivir fue su enseñanza literaria.
Azinhaga, los abuelos maternos, morada
humildísima con humanidad verdadera.
Melrinho, Jerónimo y Caixinha, Josefa.
¡Qué buenos y qué sabios pese a no tener letras!
El niño José aprende a trabajar la tierra
y a cuidar de los cerdos. En las madrugadas
invernales, los abuelos llevan a su cama
a los lechones indefensos, generosidad humana
que latiría en futuros poemas, futuras novelas.
III
Contempla, subido a un fresno de veinte metros,
el Almonda y el Tajo, los campos del Ribatejo.
Algunas noches, junto a una higuera, escucha,
embelesado, relatos y leyendas del abuelo,
contador de historias repletas de hondura.
Otra noche, la abuela, pasado mucho tiempo,
sentada en la puerta del hogar, con ternura,
le diría que era triste morir por la hermosura
del mundo: la mirada subía a las estrellas, los sueños
que nutrirían tramas y personajes de su escritura.
IV
En Suecia, a finales de siglo, en espaciosos salones,
José espera a que le otorguen el Premio Nobel.
Su corazón recuerda una historia auténtica.
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