© En la cuerda floja
Primera edición, noviembre de 2020
D.R. © Leopoldo Orozco
D.R. © Reverberante
s.e.reverberante@gmail.com 5560039338 www.reverberante.com
Diseño de portada: Karina Maldonado
Diseño editorial: Humberto Rivera
Cuidado de la edición: José Alberto Gurrea
Coordinación y contacto: José Luis Zapata
ISBN: en trámite
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, sin la autorización previa por escrito de la editorial y/o el autor.
Leopoldo Orozco
Agradezco a Sofía Hernández, Abraham Valenzuela,
Marisol Núñez y Alejandro Flores,
por tensar esta cuerda tan floja;
y al lector,
por atreverse a cruzarla
INICIO DE CUERDA INICIO DE CUERDA Lanzaba suspiros de acróbata. Huidobro You must not fall. Phillipe Petit Mi nombre no es importante. Sólo debe saberse de mí que fui un equilibrista dedicado al arte de la cuerda. Por mis venas corre más aire que cualquier otra cosa. Mis padres fueron trapecistas de altura; yo no pude hacer más que seguir sus pasos elípticos. Así como los infantes logran mantenerse erguidos en la palma temblorosa de sus abuelos, mis primeros pasos —que llegaron casi al mismo tiempo que mis primeras palabras— fueron sobre un tendedero. Desde el accidente, enclaustrado como estoy en casa, me he aficionado a la literatura, y todavía más a este género mínimo, porque la sensación de leer un libro de minificciones es lo más parecido que he sentido a caminar de nuevo a varios metros de altura, de precipitarse hacia la red salvadora. Cada cuento es como un paso: breve, igual de incierto. El rango de error de una minificción —la posibilidad de encontrarse con una genialidad o con un bodrio a cada paso de página— es el mismo al del pie sobre el alambre que serpentea entre los postes. A veces, en la noche, sueño que sigo avanzando sobre la incertidumbre; un viento fuerte me derriba cielo abajo sólo para caer en una cuerda más alta y empezar de nuevo. Para no asustarme, cuento historias: una por cada paso, tan corta como el respirar de un desvalido. Vuelvo a cambiar de oficio: ahora soy un constructor de alambradas. Sólo me queda ver cómo otros suben a mi creación para intentar cruzarla. Aquí comienza la cuerda. Puede que pensaras que estábamos solos, pero no es así. Si cierras los ojos, casi puedes escuchar la sorpresa de la gente en las gradas, su sudor frío cayendo sobre el suelo de aserrín, su respiración lenta, el latir de sus venas a la espera de tu caída. Antes de que subas, te advierto: en nuestro antiguo oficio tenemos un precepto esencial: nunca voltear hacia atrás ni husmear demasiado en lo que hay adelante. Si lo haces, corres el riesgo de desanudar una cuerda más profunda, más íntima, en otro sitio que no es éste, donde no hay ninguna red que te separe del abismo. Cuando la cuerda es larga y los ojos de cientos de espectadores se posan sobre ti, los tramos por recorrer son cada vez más delgados a lo lejos, parecen no tener fin, se pierden a la vista. Ya se escucha el crepitar del vacío, el reflector que se enciende con un estrépito y posa su haz de luz sobre tu rostro. Ten cuidado. El equilibrio es vital, tanto de pies como de espíritu. No pienses en la caída. Tú sólo avanza. Ve. Adelante…
PRIMER PASO EN FALSO PRIMER PASO EN FALSO A principio de cuentas —y para que nos vayamos entendiendo— pido disculpas sinceras al lector —y a las casas editoras— por haber nacido hace tan poco tiempo y por no haberme muerto todavía.
CUENTO DE LOU WEI
PARÁBOLA DEL PUENTE
LA GRATINATTA
NOTA AL PIE PARA ALGUNA NUEVA EDICIÓN DE GUERRA Y PAZ
LA VERDADERA CRETA
EL REY LEPROSO
HACIA UNA FENOMENOLOGÍA DEL RAYO
EL ÚLTIMO TALIONTE
SIRENAS
EL GRAN VIAJE
DOS BREVES APUNTES SOBRE LA SANDÍA
FUNAMBULISTA I
EL APÓSTATA ARREPENTIDO
ÁLGEBRA ELEMENTAL
PARÁBOLA DEL FUEGO
AMERICAN EXPRESS
PARA EL MUNICIPIO A QUIEN CORRESPONDA:
MANUAL DEL PERFECTO MICROCUENTISTA
FUNAMBULISTA II
MONTERROSIANA
SOBRE LA NOCHE
LA INVENCIÓN DEL HILO NEGRO
PIRÓMANO
ELIGE TUS BATALLAS
CON PERDÓN DE ARISTÓTELES
FE DE ERRATAS I
SED
FE DE ERRATAS II
PROMESA
CAPERUCITA VERDE
CAPERUCITAS ROJAS
CARPEUCITA RJOA
PÁNICO
HALLAZGO
REINA
¿LE HAS VISTO?
CON PERDÓN DE DERRIDA
CON PERDÓN DE PROTÁGORAS
CON PERDÓN DE GÓMEZ DE LA SERNA
SVMMA THEOLOGIÆ
BREVE DESAYUNO CON EL CREADOR
CON PERDÓN DE HERÁCLITO
EFEMÉRIDE
NARCISO
FINAL DE CUERDA. UNA CONFESIÓN
RED
Entbindung.
Otto Mutterman von Stuttgart
Lanzaba suspiros de acróbata.
Huidobro
You must not fall.
Phillipe Petit
Mi nombre no es importante. Sólo debe saberse de mí que fui un equilibrista dedicado al arte de la cuerda.
Por mis venas corre más aire que cualquier otra cosa. Mis padres fueron trapecistas de altura; yo no pude hacer más que seguir sus pasos elípticos. Así como los infantes logran mantenerse erguidos en la palma temblorosa de sus abuelos, mis primeros pasos —que llegaron casi al mismo tiempo que mis primeras palabras— fueron sobre un tendedero.
Desde el accidente, enclaustrado como estoy en casa, me he aficionado a la literatura, y todavía más a este género mínimo, porque la sensación de leer un libro de minificciones es lo más parecido que he sentido a caminar de nuevo a varios metros de altura, de precipitarse hacia la red salvadora.
Cada cuento es como un paso: breve, igual de incierto. El rango de error de una minificción —la posibilidad de encontrarse con una genialidad o con un bodrio a cada paso de página— es el mismo al del pie sobre el alambre que serpentea entre los postes.
A veces, en la noche, sueño que sigo avanzando sobre la incertidumbre; un viento fuerte me derriba cielo abajo sólo para caer en una cuerda más alta y empezar de nuevo. Para no asustarme, cuento historias: una por cada paso, tan corta como el respirar de un desvalido. Vuelvo a cambiar de oficio: ahora soy un constructor de alambradas. Sólo me queda ver cómo otros suben a mi creación para intentar cruzarla.
Aquí comienza la cuerda. Puede que pensaras que estábamos solos, pero no es así. Si cierras los ojos, casi puedes escuchar la sorpresa de la gente en las gradas, su sudor frío cayendo sobre el suelo de aserrín, su respiración lenta, el latir de sus venas a la espera de tu caída. Antes de que subas, te advierto: en nuestro antiguo oficio tenemos un precepto esencial: nunca voltear hacia atrás ni husmear demasiado en lo que hay adelante. Si lo haces, corres el riesgo de desanudar una cuerda más profunda, más íntima, en otro sitio que no es éste, donde no hay ninguna red que te separe del abismo.
Cuando la cuerda es larga y los ojos de cientos de espectadores se posan sobre ti, los tramos por recorrer son cada vez más delgados a lo lejos, parecen no tener fin, se pierden a la vista. Ya se escucha el crepitar del vacío, el reflector que se enciende con un estrépito y posa su haz de luz sobre tu rostro. Ten cuidado. El equilibrio es vital, tanto de pies como de espíritu. No pienses en la caída. Tú sólo avanza. Ve. Adelante…
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