El cerebro traidor del CEO
El cerebro traidor del CEO
© Luis Castañeda Martínez
D. R. © Editorial Lectorum, S. A. de C. V., 2018
Batalla de Casa Blanca, Manzana 147-A, Lote 1621
Col. Leyes de Reforma, 3a. Sección
C. P. 09310, Ciudad de México
Tel. 5581 3202
www.lectorum.com.mx
ventas@lectorum.com.mx
Primera edición: diciembre 2018
ISBN: 978-607-457-578-1
D. R. © Portada: Angélica Irene Carmona Bistráin
D. R. © Imagen de portada: Shutterstock®
Características tipográficas aseguradas conforme a la ley.
Prohibida la reproducción parcial o total sin autorización escrita del editor.
A Enrique Bernal Reyes (Q.E.P.D.),
quien fuera uno de los mejores libreros de México.
A Rodolfo Muñoz, gran autor y conferenciante,
pero ante todo un amigo excelente.
A Sheccid Sánchez, directora en formación,
con un futuro brillante en el mundo de los negocios.
A mis nietos Rebeca y Saúl,
esperando que sean emprendedores en la ocupación que elijan
A todos los lectores de mis libros, especialmente a los de
Cómo destruir una empresa en 12 meses... o antes , que inspiraron esta obra.
Durante más de veinte años he estado a la caza de errores empresariales, que he plasmado en cinco ediciones de mi libro Cómo destruir una empresa en 12 meses... o antes , y cada nueva edición contiene una mayor cantidad de yerros, muchos de ellos garrafales.
Me he preguntado: “¿Cómo es posible que grandes líderes de la industria cometan tal o cual error, si tienen tanta experiencia y sueldos millonarios?”. La conclusión a la que he llegado es que su sistema para tomar decisiones tiene fallas, y, claro, si su mente presenta defectos de pensamiento, sus decisiones son incorrectas, lo que provoca problemas en sus empresas.
La neurociencia ha descubierto que nuestro cerebro nos lleva a pensar incorrectamente en muchas ocasiones, aun si tenemos un coeficiente intelectual superior al promedio. Ni mentes tan brillantes como la de Einstein, por ejemplo, están exentas de vicios y distorsiones.
Dirigir una empresa no es tarea sencilla. Son demasiadas las variables que están presentes a diario en una organización, incluso en las pequeñas. Un director es como el piloto de un avión, debe ir vigilando muchos factores internos y externos al mismo tiempo, aun con la ayuda de un copiloto y del resto de la tripulación. No puede darse el lujo de descuidar ni uno solo, especialmente aquellos de los que depende la vida de los pasajeros y la propia. La diferencia que existe entre un piloto de avión y un director de empresa es que aquél se desentiende de su función cuando aterriza y los pasajeros descienden. El director de una compañía debe estar en su función 24-7-52, por lo que su mente tiene que funcionar al cien por ciento en todo momento. Sí, incluso cuando duerme. Muchas de las grandes ideas y decisiones empresariales han surgido durante el sueño, ya que en esta situación común es cuando se consolidan los recuerdos y se llevan a cabo asociaciones de ideas. Por algo se dice: “Voy a consultarlo con la almohada”. En muchas ocasiones me he levantado en la madrugada a escribir algo que se me ocurrió mientras dormía.
No puedo entrar a la mente de los directores que han cometido decisiones erróneas, pero sí he podido analizar mis propias resoluciones fallidas mediante un análisis post mortem y caído en cuenta de que cometí algún desacierto mental o emocional.
Muchos gerentes, como las personas obesas, buscan soluciones milagrosas embotelladas para dirigir su empresa de forma eficaz o para resolver los problemas que la aquejan. Ésta es la razón por la que asisten a cursos y conferencias y leen libros que les ofrecen esas “soluciones”. Pero no se dan cuenta de que su mentalidad, su manera de pensar, es la fuente de muchos de esos problemas que quieren resolver.
Dicha mentalidad está construida firmemente con paradigmas, riesgos cognitivos y vicios mentales correspondientes con su manera de actuar. Y como es casi imposible oprimir la tecla delete para desaparecer esas formaciones mentales recurren al exterior para localizar soluciones que con frecuencia no pueden implementar por ese muro mental que no los deja actuar de manera eficiente para resolver las contrariedades de su empresa. Pero no aprenden: aplican una solución, pero no funciona. La desechan. Buscan otra, pero tampoco funciona, y el deterioro de la compañía continúa hasta el punto en que surge una crisis que, en el peor de los casos, le cuesta la vida a la empresa; y en el mejor, le cuesta la chamba a él.
No hay que tratar de imitar lo que un director hizo en cierta situación, sino la forma en que pensó y decidió, lo cual no es fácil, a menos que lo reporte por algún medio. Aunque se lleve a cabo lo que el director realizó en dicha condición, no es posible asegurar que funcionará igual en otra empresa, por el simple factor de que, debido a las variables, es muy difícil que todas sean similares en otra corporación.
Ninguna empresa tiene asegurado el éxito a largo plazo. Tarde o temprano el efecto gravitacional de la regresión a la media la hará convertirse en una promedio, si no es que mediocre, a menos que haga algo fuera de lo común y revierta el descenso.
Quise presentar este libro en un formato conocido como “fábula de negocios” porque está probado que las historias son grandes transmisoras de conocimiento, además resultan más amenas y fáciles de leer que un texto técnico.
Aunque esta obra aplica a todo tipo y tamaño de negocios, traté de enfocarla en mayor medida a las pequeñas y medianas empresas, en las que la mortandad es mayor. El mensaje que intento dejar en el lector es que la mayoría de las crisis empresariales comienzan en la mente del director general o CEO.
Agradeceré cualquier comentario que los lectores me hagan acerca del contenido del libro. Pueden contactarme en luiscastanedam@yahoo.com y en luiscastanedam@gmail.com
Este relato se refiere a un emprendedor, cuyo startup empezó muy bien y creció, pero desde hace dos años su desempeño comenzó a decaer notablemente. Como muchos emprendedores, éste, de nombre Roberto, utilizando sus amplios conocimientos en tecnología de Internet decidió fundar su empresa sin más recursos que esos conocimientos y algo de dinero. Sin embargo, le faltaba un par de herramientas vitales: conocimientos de gestión empresarial y técnicas para tomar decisiones eficaces empleando la neurociencia para evitar riesgos y vicios cognitivos, los que ocasionan que los CEO del más alto nivel y de clase mundial cometan errores que se antojan tontos.
Afortunadamente para Roberto su principal inversionista, Andrés, quien ha tenido mucho éxito en varias empresas de su creación, está dispuesto a ayudarlo para sacar del hoyo a la compañía, pero no diciéndole qué hacer, sino enseñándole a tomar las decisiones correctas que rehabiliten su negocio, que se encuentra en estado crítico.
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