1 ...8 9 10 12 13 14 ...41 La historia cultural de la producción escrita: un enfoque historiográfico
Como ya se ha expresado, en los años sesenta y setenta del siglo pasado una revolución cultural de alcance mundial, nunca antes vista, tiene un eje de difusión de vital importancia: la universidad con sus esferas académicas, culturales y literarias. Protestas, movimientos estudiantiles, discursos, arengas y repertorios de inconformidad, entre otras formas de acción, alcanzan una permanente visibilidad a la cual tampoco nunca antes se había asistido. La publicación de libros, revistas, además de folletos para la discusión, el análisis y la confrontación de ideas, se constituye en otra práctica que da un giro de ciento ochenta grados a las representaciones y experiencias de esta cultura intelectual y libresca39.
La producción y consumo cultural de la lectura en este nuevo contexto internacional remite a las siguientes preguntas: ¿cuáles son los textos impresos de mayor difusión? ¿Quiénes los producen? ¿Qué redes o espacios de discusión se constituyen para su lectura y circulación? ¿Cómo son apropiados, descifrados por los lectores? ¿Qué representaciones se difunden para la comprensión de la sociedad, de la política, de las regiones, localidades, del Estado-nación? Al seguir a Roger Chartier en su texto El mundo como representación, se observa una agenda de trabajo en el amplio tema de la historia cultural con los siguientes acápites: a] las motivaciones políticas, sociales, intelectuales en el contexto de su creación, b] los principios clasificatorios, organizativos, verificables de la producción en sí misma, c] los discursos ideológicos, d] las formas de transmisión en la memoria social, e] las sociabilidades intelectuales y políticas de quienes hacen y comparten la producción textual en el ámbito universitario y académico-cultural40.
¿Acaso es una historia cultural de élites? Se debe reconocer que la producción textual no es para todo público, su circulación es restringida. No obstante, su recepción trasciende los límites de su circulación; abre intersticios en la difusión de ciertas obras y en la asunción de ideologías. El mismo hecho de encontrar esta producción en circunstancias sociales históricas muy específicas revela que, de alguna manera, afecta la visión de mundo no solo de autores o lectores sino de un público más amplio. Algunas producciones se convierten incluso en arquetipos para ir más allá de su tiempo-espacio y afectar a sectores de la sociedad insospechados.
¿Qué tipo de historia se hace cuando se estudia la producción textual y las sociabilidades intelectuales y políticas que emergen alrededor de esta? ¿Acaso una historia de las ideas? ¿Una historia intelectual propiamente dicha? ¿Una historia social de las ideas? ¿Una historia de los conceptos? ¿O, mejor, una historia cultural en la que se estudian concepciones, representaciones e ideologías del mundo y, a partir de este reconocimiento, derivaciones implícitas de la historia de las ideas, de los intelectuales y de la circulación de ideas y conceptos?41 Esta última opción es la que se considera más apropiada dadas las conexiones que requieren una perspectiva del trabajo planteado: el discurso como representación y la universidad como el escenario más visible donde convergen expresiones con prácticas sociales e ideologías.
En el caso de la producción escrita entre los decenios de los años sesenta y setenta es importante identificar en qué contexto se tejen inclinaciones temáticas, lecturas compartidas e ideologías en boga. El texto como constructor de sentido recrea en el lector una visión de mundo: la del texto en sí mismo y la del propio lector. El texto a su vez es el resultado de una clasificación, organización, producción técnica y difusión. Los textos también son reconocidos por la memoria de los lectores que transmiten una significación de estos. Dichos textos son, asimismo, parte de un contexto, de unas normas, de unas convenciones que delimitan tanto la producción técnica del texto como su contenido. Los juicios intelectuales y las prácticas cotidianas se expresan en una época determinada, según la relación con el mundo que tienen tanto los creadores de los textos como los lectores. En cada época los lectores recrean significaciones de los textos; suele suceder, sin embargo, y como ya se ha dicho, que a veces estos alcanzan significaciones de larga duración.
La heurística en esta indagación remite a las publicaciones seriadas de la época y a las listas de libros más vendidos en las principales librerías del país. Revistas como Mito, considerada la publicación cultural más importante del siglo XX, logra abrir el camino para otras publicaciones posteriores de calidad y amplia circulación. Tras esta experiencia, el campo cultural es copado por publicaciones como Eco, editada en 1960; Nadaísmo 70, a principios de la década siguiente, y antes de culminar el primer lustro de los años setenta aparece Alternativa. Todas estas revistas cuentan entre sus directores y colaboradores a las principales figuras de las letras colombianas de aquellos años: Jorge Gaitán Durán, León de Greiff, Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis, Ernesto Guhl, Karl Buchholz, Gonzalo Arango, Jaime Jaramillo Escobar, Orlando Fals Borda, por citar algunos nombres.
Junto a las grandes revistas, algunas merecedoras de elogios y reconocimientos durante la segunda mitad del siglo XX, es posible constatar otras publicaciones periódicas de menor renombre pero igualmente valiosas para la historia cultural. Se alude a títulos como El Aleph, Aquarimántima, Colombia Ilustrada, Crítica, Esparavel o Perijá, en cuyas páginas se expresan algunos de los debates de la época y se extiende y difumina la silenciosa pero inevitable revolución cultural. Es posible acceder a algunos números de revistas más académicas, vinculadas a universidades regionales tales como Pensamiento y Acción, de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, o la Revista de la Universidad Gran Colombia; también a publicaciones más alternativas como las revistas Estudios Marxistas o Flash.
La producción literaria también responde al palpitar de los acontecimientos. Diversas temáticas políticas y sociales son difundidas en obras como El diario del Che en Bolivia, las diferentes obras del filósofo francés Louis Althusser o El desafío americano de Servan-Scheiber. Estas obras registran las ventas más importantes en las diversas librerías del país. Al tiempo que algunas obras teóricas son leídas con devoción científica para transformar la realidad, los textos de ficción cobran un interés inusitado por parte de los lectores colombianos: Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato; El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias, La vuelta al día en ochenta mundos y Rayuela, de Julio Cortázar; La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, El llano en llamas, de Juan Rulfo; En noviembre llega el arzobispo, de Héctor Rojas Erazo y Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.
En la historia cultural la producción, apropiación y circulación de los textos crean representaciones que dan forma al mundo en el que viven los sujetos y grupos sociales42. Si se parte de esta posibilidad para la comprensión cultural, es posible y pertinente preguntar: ¿cuáles son los textos impresos de mayor difusión en Colombia, quiénes los producen, qué representaciones se difunden en la comprensión de la sociedad, de la política, de las regiones, de las localidades, del Estado-nación? No se trata de agotar el análisis de toda la producción escrita entre 1968-1972 en Colombia, pero sí de seleccionar los principales creadores, las ediciones de libros y las publicaciones seriadas más destacadas por su calidad y divulgación cultural que impactan la cultura intelectual del periodo en estudio.
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