Elena Gould de White - El ministerio de la bondad

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"En la providencia de Dios, los hechos han sido así ordenados para que los pobres estén siempre con nosotros, y lo es con el único propósito de que pueda haber en el corazón humano un constante ejercicio de los atributos de la misericordia y el amor. El hombre ha de cultivar la ternura y la compasión de Cristo; no ha de separarse de los dolientes, los afligidos, los necesitados y los angustiados" Elena de White, Signs of the Times, 13 de junio de 1892.

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Y no solamente en el mundo vemos los resultados patentes del descuido de la iglesia de trabajar en los propósitos de Cristo. Debido a este descuido, se ha provocado una situación en la iglesia que ha eclipsado los elevados y santos intereses de la obra de Dios. Un espíritu de crítica y amargura ha entrado en la iglesia, y el discernimiento espiritual de muchos se ha ofuscado. Debido a esto la causa de Cristo ha sufrido grandes pérdidas. Las inteligencias celestiales han estado esperando para cooperar con los agentes humanos, pero no hemos discernido su presencia.

Ya es sobrado tiempo de que nos arrepintamos. Todo el pueblo de Dios debiera interesarse en la obra de hacer el bien. Debieran unir el corazón y el alma en fervientes esfuerzos para elevar y alumbrar a sus prójimos (T 6:296, 297).

Buscando a quienes deseen oír. Hace varios años, durante una visita previa al sur, mientras hacía un largo viaje, a veces preguntaba quiénes ocupaban los hogares por los cuales pasábamos, y supe que en muchas de las mansiones sureñas había hombres que ocupaban importantes responsabilidades en la administración de grandes propiedades. Al hacer más preguntas, supe que nadie había procurado presentar a esos hombres la Palabra de vida. Nadie había ido a ellos con la Biblia en la mano para decirles: “Tenemos algo precioso para usted y queremos que lo oiga”. Ahora me ha sido presentado repetidas veces que ésta es una obra que debe ser hecha. Hemos de ir por los caminos y por los vallados y llevar a la gente el mensaje de la verdad que Cristo nos ha dado. Hemos de constreñir a muchos para que entren (Manuscrito 15, 1909).

Es de valor para Cristo que establezcamos relaciones. Son muchos los que han quedado sin esperanza. Devolvámosles la alegría. Muchos se han desanimado. Dirijámosles palabras de aliento. Oremos por ellos. Hay quienes necesitan el pan de vida. Leámosles la Palabra de Dios. Muchos tienen el alma aquejada por una enfermedad que ningún bálsamo ni médico puede curar. Roguemos por estas almas. Llevémoslas a Jesús. Digámosles que en Galaad hay bálsamo y Médico (PR 531).

El trabajo para toda clase de gentes. Dondequiera que uno vaya hay una obra que debe realizarse en favor de todas las clases sociales. Debemos acercarnos a los pobres y a los depravados que han caído por causa de su intemperancia. Y, al mismo tiempo, tampoco debemos olvidarnos de las clases más altas: abogados, ministros, senadores y jueces, muchos de los cuales son esclavos de los hábitos intemperantes. No debemos escatimar ningún esfuerzo para mostrarles que la salvación de sus almas es importante, y que vale la pena luchar por ganar la vida eterna (TI 7:59).

Llamados a diferentes tipos de trabajo. El Señor llama a su pueblo para que emprenda diferentes tipos de obra misionera, que siembre en todas las aguas. No hacemos sino una pequeña parte de la obra que él desea que hagamos entre nuestros vecinos y amigos. Siendo bondadosos con los pobres, los enfermos o los desposeídos, podríamos obtener una influencia sobre ellos, de modo que la verdad divina encontrara acceso a su corazón. No debiéramos pasar de largo sin aprovechar ninguna oportunidad de servicio. Esta es la obra misionera más elevada que podemos hacer. La presentación de la verdad con amor y simpatía de casa en casa está en armonía con la instrucción de Cristo a sus discípulos en su primer viaje misionero (RH, 6-6-1912).

Ayudar a la humanidad como lo hizo Cristo. Mientras él [Cristo] pasaba por los pueblos y las ciudades, era como una corriente vital que difundía vida y gozo por dondequiera que fuera.

Los seguidores de Cristo han de trabajar como él obró. Hemos de alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos y consolar a los dolientes y afligidos. Hemos de ministrar a quienes desesperan e inspirar esperanza a los descorazonados (DTG 316).

La obra que cada iglesia debiera haber estado haciendo. La obra de reunir a los menesterosos, los oprimidos, los dolientes, los indigentes, es la obra que cada iglesia que cree la verdad para este tiempo debiera haber estado haciendo desde hace mucho. Debemos manifestar la tierna simpatía del samaritano y suplir las necesidades físicas, alimentar a los hambrientos, traer a los pobres sin hogar a nuestras casas, pedir a Dios cada día la gracia y la fuerza que nos habiliten para alcanzar las mismas profundidades de la miseria humana y ayudar a quienes no pueden ayudarse. Cuando hacemos esta obra, tenemos una oportunidad favorable para presentar a Cristo el crucificado (JT 2:514).

Los sermones no lo pueden hacer. Alléguense a la gente dondequiera que se halle, por medio de la obra personal. Relaciónense con ella. Esta obra no puede realizarse por representación. El dinero prestado o dado no puede hacerla, como tampoco los sermones predicados desde el púlpito (OE 196).

El canto en la obra misionera. Hay poder en el ministerio del canto. Los estudiantes que hayan aprendido a cantar dulces himnos evangélicos con melodía y claridad, pueden hacer una buena obra como evangelistas cantores. Hallarán muchas oportunidades para emplear el talento que Dios les ha dado y llevarán melodía y alegría a muchos lugares solitarios, oscurecidos por el pesar y la aflicción, cantando para quienes rara vez tienen el privilegio de asistir a una iglesia.

Estudiantes, salgan a los caminos y los vallados. Esfuércense por alcanzar a los de las clases superiores tanto como a los de las clases humildes. Entren en los hogares de los ricos como en los de los pobres, y cuando se les presente la oportunidad, pregunten: “¿Le agradaría que cantásemos algunos himnos evangélicos?” Entonces, cuando los corazones se enternezcan, se abrirá el camino para que eleven cortas oraciones pidiendo la bendición de Dios. Muy pocos se negarán a escuchar. Este tipo de ministerio es genuina actividad misionera (CM 533, 534).

Un amplio campo de obra práctica. Hay un amplio campo de trabajo tanto para las hermanas como para los hombres. Se necesita la ayuda de todos: de la cocinera eficiente, la costurera, la enfermera. Enséñese en los hogares humildes la forma de cocinar, la forma de coser la ropa y de remendarla, cómo atender a los enfermos, cómo cuidar el hogar adecuadamente. Aun a los niños debiera enseñárseles a hacer algunos mandados de amor y misericordia para los menos afortunados que ellos.

Otros tipos de utilidad se presentarán delante de quienes estén dispuestos a cumplir los deberes que están más cerca de ellos. No se necesitan ahora eruditos y elocuentes predicadores, sino humildes hombres y mujeres semejantes a Cristo.

Trabajen desinteresada, amante y pacientemente por todos aquellos con quienes se relacionan. No muestren impaciencia. No profieran ni una palabra áspera. Exista el amor de Cristo en vuestro corazón, la ley de la bondad en vuestros labios (RH, 7-8-1913).

El empleo de nuestros días feriados para el trabajo misionero. Hay otras clases de trabajos. Algunos son capaces de estudiar las Escrituras y comunicar a otros lo que creemos. Pueden ser canales de luz y un consuelo precioso para algunas pobres almas desanimadas, que parecen ser incapaces de aferrarse a la esperanza y ejercitar la fe. Otros debieran investigar y estudiar cómo pueden prestar servicios al Señor. Si quienes trabajan tiempo completo, con excepción de los domingos y feriados, en vez de gastar tiempo en su propio placer lo usaran para ser una bendición para otros, serán de utilidad en la causa de Dios. Con su ejemplo ayudará a otros a hacer algo que redunde para la gloria de Dios. Presten atención a las palabras del apóstol inspirado: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” [1 Cor. 10:31]. De esa manera, un principio viviente se hará presente en vuestra activa vida diaria: el de ser buenos y hacer el bien...

No será posible que todos dediquen todo su tiempo a la obra, debido al trabajo que deben hacer para ganar su sustento diario. Sin embargo, éstos disponen de sus feriados y oportunidades que pueden dedicar a las tareas cristianas, y a hacer el bien en esta forma si no pueden dar mucho de sus recursos (Carta 12, 1892).

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