Los autores de Reyes y de Crónicas consultaron registros históricos, como los anales de los reyes de Israel y Judá. También obtuvieron información de escritos que no están incluidos en la Biblia, como los de los profetas Natán, Ahías e Iddo (ver 2 Crón. 9:29). El Espíritu Santo inspiraba al escritor bíblico en cuanto al significado espiritual de algún acontecimiento, mientras el autor humano verificaba documentos históricos en busca de detalles.
Algunas veces, los escritores de la Biblia incluían información que habían recopilado de fuentes no israelitas. El libro de Proverbios, por ejemplo, contiene dichos tomados de la literatura sapiencial de Egipto y Asiria. Igualmente, algunos Salmos y partes del libro de Lamentaciones hacen eco de diversos himnos y poesías no israelitas conocidos en la época. Pero lo clave es esto: siempre el Espíritu Santo dirigió a los escritores de la Biblia, para que nosotros hoy podamos confiar en que presentaron fielmente los mensajes de Dios.
GW
4 de enero - Ciencia
“¡Maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos comerás de ella todos los días de tu vida. La tierra te producirá cardos y espinas” (Gén. 3:17, 18, NVI).
Desde que Darwin se basó en ideas preconcebidas sobre los orígenes de la vida para presentar su teoría de la evolución en El origen de las especies , se ha venido librando una dura batalla. Los cristianos se han mostrado dubitativos en sus respuestas, aferrándose, por supuesto, a lo que dice la Biblia. Han acudido a la ciencia para demostrar que Dios es el Creador de todo, aunque con resultados ambiguos. En su intento por defender a Dios, han terminado haciendo declaraciones que van más allá de lo que dice la Biblia (como, por ejemplo, que las especies jamás han cambiado en lo más mínimo). Mientras tanto, los científicos han ido descubriendo cada vez más cómo funciona la vida, aunque nadie sabe con certeza a dónde llevan sus descubrimientos. Han ido añadiendo puntos pero no han sido capaces de conectarlos.
Al creyente que se atreva a participar en este debate le esperan varios desafíos. Uno es no reducir la obra de Dios a una simple fórmula matemática. Otro es permitir que la Biblia cuente su historia a su manera, no a nuestra manera moderna. El tercero es mantener la humildad y recordar que Dios nos ha dado suficiente información y evidencias para creer, a pesar de las preguntas que plantea la teoría de la evolución.
Echemos un breve vistazo a algunos de los principios que moldean el debate creación-evolución, y lo que podemos y no podemos decir. Hoy veremos dos, mañana más.
1. Según la Biblia, el mundo ha experimentado al menos dos cambios importantes desde que Dios lo creó. Cuando Adán y Eva pecaron, Dios cambió la forma en que operaban la naturaleza y nuestro cuerpo. El cuerpo humano comenzó a envejecer y morir; en la naturaleza, aparecieron “cardos y espinas”, y podemos deducir que también virus, parásitos y venenos, que simplemente no existían antes de la entrada del pecado. El mundo no funciona hoy bajo las mismas reglas que cuando Dios lo creó. El pecado lo ha trastocado todo.
2. El segundo cambio ocurrió durante el diluvio, cuando Dios reorganizó el planeta de maneras que no podemos conocer del todo. Lo que la ciencia puede estudiar sobre los orígenes de la vida está distorsionado por esta realidad, que dejó incompleta la información disponible.
También significa que lo que conocemos como milagros –curaciones, la voz de Dios que se revela repentinamente– ocurren cuando el mundo funciona por un instante como se suponía que debió funcionar siempre, antes de que cayeran sobre él las sombras.
5 de enero - Ciencia
“Cuando Dios hace tronar su voz, se producen maravillas; suceden grandes cosas que nadie puede comprender” (Job 37:5).
Continuemos hablando del tema de ayer: el debate creación-evolución. Retomémoslo en el punto número 3.
3. Las especies cambian (esta es una realidad que a los creacionistas les costó reconocer), pero jamás cambian de la manera en que afirma la evolución. Por ejemplo, las diversas especies de felinos (leones, tigres, leopardos o gatos) tal vez descienden del mismo ancestro que viajó en el arca, pero los experimentos no han podido demostrar evidencia alguna de que sea posible que los animales desarrollen nuevos órganos o estructuras corporales.
4. Los argumentos principales de la evolución a menudo se reducen a presuposiciones. Por ejemplo, los llamados “órganos vestigiales” (supuestos restos de especies anteriores) se consideran evidencia de la evolución; sin embargo, se ha descubierto que casi todas las partes del cuerpo humano que alguna vez fueron consideradas “vestigiales” son en realidad bastante útiles.
5. Darwin y evolucionistas posteriores han argumentado contra la idea de un Creador divino, sugiriendo que los patrones que vemos en la naturaleza son ilógicos. Stephen Jay Gould escribió: “Las disposiciones extrañas y las soluciones singulares constituyen la verdadera prueba de la evolución, caminos que un dios sensato jamás habría adoptado, pero que un proceso natural, constreñido por la historia, se ve obligado a seguir” ( El pulgar del panda , cap. 1). Pero esto ignora la realidad de un mundo deformado por el pecado.
6. El registro fósil presenta desafíos tanto para la evolución como para el creacionismo. La ciencia ha descubierto que el registro fósil coincide con la secuencia de desarrollo que propone la evolución, pero con grandes espacios en los que no vemos a las especies intermedias que serían necesarias para un cambio masivo. Stephen Gould y Niles Eldredge propusieron la teoría del equilibrio interrumpido para explicar esto, sugiriendo que en ciertos momentos, la evolución simplemente actúa muy, muy rápido. Es decir, si parpadeas, te lo pierdes.
Continuará…
6 de enero - Vida
“El Señor, el que forma las montañas y crea el viento, el que da a conocer sus planes al hombre, el que convierte la luz en oscuridad, el que recorre las regiones más altas de la tierra, el Señor, el Dios todopoderoso: ese es su nombre” (Amós 4:13).
Es fácil dejarse atrapar por todo lo que implica el debate evolución-creación: microevolución y macroevolución, contradicciones en el registro fósil, la explosión cámbrica, los dinosaurios y los neandertales... Sin embargo, tanto el creacionismo convencional como la teoría de la evolución dejan una multitud de preguntas sin respuesta.
El rey David escribió: “¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!” (Sal. 139:14, NVI). Génesis nos dice que fuimos creados a la imagen de Dios, con la capacidad de apreciar la belleza, la sabiduría y las maravillas. Aunque el pecado lo corrompió todo en nosotros y en nuestro entorno, deformando y distorsionando aquello que debería ser una vislumbre de su Creador, Dios aún nos ama y promete restaurarnos.
El biólogo Ariel Roth escribió: “Se estima que hay cerca de 100.000.000.000.000 de conexiones entre las células nerviosas del cerebro humano. El hecho de que podamos pensar con claridad (¡esperamos que la mayoría pueda hacerlo!) da testimonio de un maravilloso y complejo orden de partes interdependientes que desafía cualquier sugerencia de un origen producido por meros cambios evolutivos aleatorios. ¿Cómo podrían desarrollarse órganos tan complicados mediante un proceso no planificado?” ( In Six Days: Why 50 Scientists Choose to Believe in Creation , p. 89).
Finalmente, un cristiano tiene que sopesar tanto la evidencia material como la inmaterial; lo físico así como lo sobrenatural; el misterio y la historia de su propia relación con Dios; así como ejemplos de personas que conozca que viven una vida diferente debido a su relación con Dios.
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